Aunque me ha ido muy mal con el llamado proceso –al punto de vender el carrito para sobrevivir con tres hijos y una esposa leal a toda prueba--, sin embargo reconozco que pocos quisieran estar en el pellejo de Nicolás Maduro, pues hasta le negaron el derecho a la luna de miel que daba tregua al gobernante durante su primer año. Después de leer algunas consideraciones de Eleazar Díaz Rangel en su sección dominical del Diario "Ultimas Noticias", confieso que me convocó la reflexión para verle el lado bueno, sin perder de vista también ese Talón de Aquiles que todos llevamos por dentro.
A mis 67 años la experiencia me dice que generalmente a los gobernantes no los tumban; que siendo buenos o malos caen por su propio peso cuando no saben mover los hilos del poder. Por no moverse como pez en el agua y tomar las decisiones de manera pertinente, Isaías Medina Angarita se derrocó por indeciso, pues ¿cómo se explica la emergente candidatura de Diógenes Escalante, y que lamentablemente no alcanzó abortar el golpe avisado del triunvirato de Tenientes-Coroneles en combinación con Rómulo Betancourt?
A tres años del ascenso de Maduro al solio presidencial, esta fehacientemente demostrado que no solo bastan las buenas intenciones para el mejor desempeño, pues la historia enseña que el éxito de los gobernantes estriba en saber escoger a sus más cercanos colaboradores. Bastaría con recordar el caso emblemático de un hombre huraño y parco como Juan Vicente Gómez, quien sin ufanarse de egresar de escuela superior de estudio ni tener vocación de autodidacta, tuvo la visión de rodearse de la crema intelectual de la segunda generación positivista de la primera mitad del siglo XX. Por esa razón gobernó 27 años y solo la muerte pudo vencerlo.
Y mientras con paciencia heroica continuamos deshojando la margarita, el país es blanco de la más brutal agresión exógena que pretende intimidar a los factores de poder, colocando más piedras en el zapato del inquilino de Misia Jacinto. ¿Sera que ya nos montaron en la olla y no lo sabemos? Por suerte, esta vez a Maduro lo favorece su condición de Presidente de 120 Estados no alienados que esperamos actúen como contrapeso para neutralizar la inherencia imperial. Entre tanto, solo un majadero como Aristóbulo Isturiz tiene la infeliz ocurrencia de afirmar que adquirimos el boleto con destino a la isla de la fantasía. Con razón dicen que con amigos como esos, no hacen falta enemigos.