Quien legitima a quien

Todo comenzó con aquel discurso grotesco, irracional, fuera de tono, pero, meditado, pensado y lanzado a la arena política por Henry Ramos Allup en el momento de su juramentación como Presidente de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela que el resto de los parlamentarios de mayoría opositora, aplaudió. La AN es uno de los pilares fundamentales de los poderes fácticos establecidos en la Constitución con responsabilidades muy claras y precisas, entre otras está la del análisis, discusión y aprobación o no del Presupuesto anual de la República y su posterior seguimiento y control, además de la aprobación o no de los créditos especiales enviados por el Poder Ejecutivo, es decir, Ejecutivo y Legislativo, además del Poder Judicial, Electoral y Moral son Poderes Independientes que se transversalizan a través de la Constitución y la Leyes de la República.

El grito de guerra del Presidente de la AN al Presidente de la República trazó la línea política de la oposición TODA, independientemente de que no hubiesen estado de acuerdo con dicha línea, pues, a la propuesta "Le doy 6 meses a Maduro" fue tácitamente reconocida por el resto de los micro-partidos reunidos en la MUD ya que no lo enfrentaron o lo dieron como política equivocada, y lo que es peor, constitucionalmente no había posibilidad alguna de la salida de un Presidente electo en esos 6 meses a menos que no sea por la fuerza de un golpe de Estado.

Ante esta política de desconocimiento de un Poder por otro Poder se inicia la crisis política de consecuencias impredecibles, ya que sabemos de su comienzo, pero ni idea de cuándo terminará, ésta sin duda, es la raíz de la crisis política que subsume a la población venezolana, que nos está llevando por derroteros inimaginables ya que ni con la intervención del Papa Francisco se podrá parar, pues, los Poderes se han venido deslegitimando y la crisis económica, obviamente, profundizándose, con el agravante de que la gran mayoría de los ciudadanos han perdido toda esperanza de ver resuelto sus problemas básicos para lograr un buen vivir. Donde no existe el reconocimiento del Otro no se logrará estabilidad social.

Afirma Honneth: "La reproducción de la vida social se cumple bajo el imperativo de un reconocimiento recíproco", así los diputados, pagados con dineros de todos nosotros van a las sesiones a decir: "Si no reconoces a Maduro, yo no te reconozco", y el TSJ los declara en desobediencia, ergo, sus actos son írritos, pero, sus salarios se mantienen intactos y el gobierno les beneficia llevándoles artefactos eléctricos chinos a precios de golilla. Para Enrique Dussel, en su Ética de la Liberación nos muestra cómo "el reconocimiento del Otro como iguales era una necesaria mediación entre el orden material (del contenido ético) y el orden moral que permite la igualdad en la libertad y participación", de allí que aplicado este principio a la política nativa, el desconocimiento de voluntades nos lleva a la perversidad del Estado y con ello a un fatal desenlace con características de golpe suave. Ambos bandos (gobierno y oposición) lejos de buscar el diálogo constructivo y con ello la PAZ, se han dado a un absurdo enfrentamiento donde los pendejos nos quedamos boqui-abiertos en el medio sufriendo las inclemencias de una dirigencia nociva para la salud de las grandes mayorías.

Las humillaciones que a diario sufrimos para sobrevivir, no son del interés de las élites de lado y lado. No he visto aún a un "político" de esos que van a la AN y luego a un cansón programa de televisión que demuestre en su rostro la palidez del compatriota común, ya que se convirtieron en una clase política similar a la dirigencia de la ex URSS o norteamericana. Si los Poderes Públicos se metieron en el tobogán de su propia deslegitimación, cualquier cosa puede suceder, pero, se llevarán consigo a la Democracia Participativa y Protagónica que con tanto esfuerzo se conquistó con Hugo Chávez a la cabeza. Si bien es cierto que las posiciones no se ceden, sino que se conquistan, no es menos cierto, que dictar es un principio contrarevolucionario.


 



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Ezequiel Aranguren


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