Parece ser que la pensión extra de los pensionistas españoles está en el aire. Menos mal que no lo está de momento la pensión ordinaria. Aunque todo podía ser en un país inverterbrado de manera galopante a medida que transcurren los acontecimientos…
Yo soy pensionista y por consiguiente parte interesada en cualquier opinión y análisis sobre asuntos que me afectan directamente. Pero aparte de ser pensionista y parte interesada, me he pasado la vida discurriendo con una herramienta infrecuente en un país apasionado, visceral y primario como pocos: la objetividad...
Y por la misma razón que hablo de apasionamiento, de visceralidad y de elementalidad, ya me sé cuál es la objeción inmediata de la mayoría de los polemistas recalcitrantes: que "todos somos objetivos". La misma que esgrimían los que fueron a otro país a hacer la guerra pero decían "tampoco nosotros queremos la guerra" pese a que la hicieron como cómplices de una abominación… Pues no señor. Yo no soy exactamente objetivo. Intento serlo, y lo intento hasta el extremo de tirar a veces piedras contra mi propio tejado para serlo. Pero es para, de algún modo, sentirme más cerca de los demás miembros de mi sociedad que carecen de muchas de las cosas que yo poseo sin haber hecho especiales méritos; para poner, en fin, mi yo social, mi yo interesado, naturalmente, en mí mismo y en los míos, al lado de las ovejas de mi propio rebaño; para conciliar mi pensamiento con mi sentimiento; para no dejar de ser humanista...
Pues bien, desde esa premisa tomo distancia y sobre la fenomenología social procuro pensar como si no fuese lo que soy: un privilegiado, una persona que percibe una pensión y además de las más altas. Y desde esa atalaya, desde ese lugar de una alta montaña desde donde se contempla a la sociedad humana de un modo no muy diferente a como se ve un desfile de hormigas camino del hormiguero o a una manada de lobos hacia otras tierras, afirmo que la paga extra de las pensiones (excepto en el caso de las mínimas) es un lujo obsceno que ya ni este país ni ningún otro debiera permitirse en tiempos críticos como los que vivimos pese a que, si bien se mira, todos los tiempos son críticos para millones de personas, para los desheredados de la Tierra...
Pues si gran parte de la humanidad carece de lo más indispensable y carece de la comodidad y el acomodo que disfruta el resto, en un sistema que por sí mismo es desigual e injusto, es un agravio injustificable que quienes percibimos una seguro de vida se redoble dos veces al año.
Por supuesto que desde la más estricta equidad la diferencia entre pensiones no debiera existir o esa diferencia debiera ser aoenas simbólica, pues lo mismo trabajaron unos que otros, lo mismo aportaron a la sociedad un burócrata que un albañil en el andamio. Y con mayor motivo en tiempos de escasez y de crisis que sufren tantos millones junto a millones de especuladores enriquecidos a su costa. Pero como soy, como somos razonables, pensamos que bastante tienen ahora los que mandan con asegurar a todos los pensionistas la pensión ordinaria tras una larga vida de trabajo; del trabajo que sea. Centren, pues, todos sus esfuerzos en eso y déjense de hacer otros innecesarios, excesivos y efectistas...
Cierto es que esto nos lleva a un planteamiento de confrontación entre capitalismo salvaje y socialismo real. Pero dejando a un lado este enfoque, lo cierto es que habida cuenta las dificultades económicas en este país y habida cuenta también que los que mandan, gobiernan y deciden el destino de la mayoría quieren mantener a todo trance este sistema sin cambios, o tolerando si acaso sólo retoques y maquillajes para que todo siga igual, las pensiones extra, en el caso de las altas y muy altas, son superfluas tal como el propio sistema concibe y aplica la justicia social. Nos conformamos los pensionistas con confiar que antes de dejar esta vida nos paguen la pensión ordinaria quienes han perdido todo el crédito por unas políticas nefastas y un metódico saqueo de las arcas públicad. Convénzanos de que así será, y déjense de alardear de propósitos que no cumplirán y de intentar inspirarnos una confianza que sólo los hechos nos reportarán.
Dejo aquí la cosa así y ahora, y ahórrense las objeciones y las refutaciones los listos pues, como dice un amigo mío, ya sabemos que las respuestas, en cualquier materia, entre el sí y el no pueden ser millones...
Jaime Richart
Antropólogo y jurista
21 Octubre 2016