En ninguna de las naciones civilizadas, se ve usual que el Jefe de Estado y de Gobierno, cada vez que se aparece en público se dedique a insultar a Raimundo y todo el mundo. ¿Cómo creerle a quien tira la piedra y esconde la mano? En verdad no le encontramos patas ni cabeza a cualquier intención de armonizar, cuando se carece de sindéresis. Como exhortar a la convivencia, al dialogo y la concertación de voluntades, sin antes tender puentes que hagan viables los grandes acuerdos de interés nacional. Por ello afirmamos de manera categórica: que mientras persistan las bajas pasiones y juguemos a la paz con cartas bajo la maga, jamás será posible que alcancemos la concordia nacional.
Un gobernante que aspire ser respetado y que sean reconocidas sus buenos intenciones, debe comenzar por admitir que no trata con autómatas, que existe una diversidad de criterios en el seno de la sociedad por cuanto cada quien tiene su propio molde. Y porque lo cortés no quita lo valiente, un buen conciliador debe tender la mano como lo harían los estadistas, y nunca perder los estribos lanzándose al ring a cazar pelea como guapetón de barrio.
En fin, por descartado que con estos embusteros y ambiciosos actores se pueda alcanzar la preciada paz, pues a legua se nota que los proponentes ni siquiera han sido capaces de disimular su grotesca hipocresía. Hasta las piedras se dieron cuenta que el inquilino de Miraflores no le interesa que reine la normalidad institucional, que mientras estén enturbiadas las aguas y el debate sea agrio y peor que la Torre de Babel, Maduro tendrá el pretextos para interrumpir las elecciones, y prolongar así su permanencia en el poder, sin importarle para nada su altísima impopularidad.
Hoy, Venezuela esta urgida de un gran entendimiento nacional, y un programa mínimo que permita que el país salga de este tenebroso túnel, a donde lo llevaron falsos profetas y liderazgos decadentes que aún se niegan aceptar que su tiempo pasó, pues están en desuso como las lenguas muertas. De modo que si queremos alcanzar una paz que perdure en el tiempo, comencemos entonces por arrebatarle la careta a quienes llevan años cayéndonos a coba, mientras simultáneamente no pierden la ocasión para engordar sus bolsillos con dinero sucio. Lo demás será auto engañarnos tirándole peos a la luna y creyendo en pajaritos preñados. ¿O no?
¿Por qué Nicolás Maduro no nos cuenta una de vaquero, en vez de engañarnos con su farisaica paz? ¿O será que nos toma por pendependeguayabita?