Un o una comemuerto es una persona o una institución que agrandó o expande su cuenta bancaria, sobre la base de miles o de millones de muertos consecuencia de sus depredadoras actividades. Aquellos difuntos que en vida trabajaron en sus latifundios, en sus empresas, o pelearon en una conflagración que sólo los benefició a ellos, o simplemente que fueron víctimas civiles de las guerras propiciadas por tales engendros.
De acuerdo con la definición anterior hay comemuertos individuales y colectivos. Los primeros, por ejemplo son los reyes, presidentes, primeros ministros, jefes de mafias y otros tantos que se enriquecieron y se enriquecen, ellos y sus protegidos, avasallando y desangrando a millones de seres humanos que entregaron sus vidas y las de sus descendientes para el lucro de aquellos. Entre los segundos están las avaras industrias de todo tipo, los latifundios, las corporaciones financieras, la ciencia al servicio bélico, los partidos políticos, las religiones, las sectas…es decir, diversos grupos cuyas riquezas se cimentaron sobre una plataforma de mentiras, engaños, atropellos, injusticias, infamia, oprobios y otras deshonrosas afrentas, con el único objetivo de apoderarse de las riquezas ajenas. De esta forma los comememuertos y sus herederos se convirtieron en una caterva de privilegiados.
La historia nos reseña numerosos comemuertos, tales como Alejandro Magno, Julio César, Gengis Khan, Darío, los Reyes Católicos, la reina Victoria, Napoleón, Hitler, Mussolini, Truman, Hirohito, Eisenhower, Nixon y casi todos los presidentes de EEUU, Netanyahu y tantos criminales que tienen en su haber más de millones de muertos. Toda esta vileza solo para robarse las riquezas ajenas y así proteger sus inversiones y las de sus protegidos. Por suerte, estamos en el ocaso del gobierno del execrable comemuerto del siglo XXI, el señor Barack Obama quien abandona la casa blanca como el buitre cuando se aleja de la carroña descarnada.
Un ejemplo de otro comemuerto es la religión católica, impuesta a sangre y fuego para apropiarse de los grandes tesoros en todo el globo terrestre. Es imposible ignorar las cruzadas y la inquisición como un ejemplo patético de maldad colectiva sobre una población inocente e ignorante. La única finalidad de aquellos desangradores fue robarse los terrenos fértiles, los castillos, las joyas y grandes caudales para edificar lo hoy se llama el espléndido reino del Vaticano. Los sacrosantos comemuertos.
Como me he referido en otros artículos, el mundo siempre ha marchado mal porque las plataformas políticas de sus gobiernos la dictaron y la dictan los malvados, exclusivamente con el propósito de acumular más dinero. La pobreza, la injusticia, los millones de excluidos, la contaminación ambiental, la mortalidad infantil, la falta vivienda, la proliferación de enfermedades por escasez de hospitales, los bajos salarios, la rapiña de la naturaleza, la carencia de escuelas y la falta de atención a los ancianos…entre tantos males, es responsabilidad de un sistema político que salvaguarda el capital de un grupo de privilegiados. A esta pandilla pertenecen los ocho comemuertos quienes poseen más dinero que el que tiene la mitad de la población mundial del planeta. Improbable ostentar una riqueza de tal magnitud sin que detrás de la fortuna de estos ocho ignominiosos existan millones de muertos. Esta aberración solo es posible porque tales indignos están protegidos por un sistema político-social-económico, el llamado capitalismo hoy globalizado.
La apropiación indebida de grandes extensiones de terrenos por parte de los terrófagos, incondicionales aliados de los gobiernos de turno, se ha mantenido durante toda la historia del planeta gracias a la preservación del sistema político, primero el burgués y luego el capitalista. Es por eso que surge el latifundio como un modelo que consintió que un grupo de individuos se apropiaran de millones de lotes de cortijos fértiles para su propio beneficio. Para esto necesitaba la mano de obra de unos cuantos hambrientos para que les trabajara sus haciendas y sus zonas de pastoreo. A cambio de la ardua faena el labriego obtenía jornales miserables por la mano de obra y lo poco que ganaban le era sustraído mediante un sistema de bodegas usureras cuyos dueños eran los mismos terratenientes. La muerte de uno de estos campesinos poco importaba, siempre otro famélico estaría dispuesto para tomar el azadón o la hoz para ser vilmente explotado. Estos fueron los comemuertos de la época medieval, quienes a la postre se convirtieron en burgueses comemuertos hasta culminar en su sistema capitalista donde los comemuertos abundan. Estos últimos se desatacan en la política, en las cicateras corporaciones financieras, en la industria militar, en los parlamentos de muchos países, en las industrias de alimentos, en los laboratorios, en los medios de comunicación de masas, en las industrias de alta tecnología, en las clínicas, entre tantas alimañas a las cuales les importa un pito la vida de millones de personas, con tal de acrecentar estos inicuos sus cuentas bancarias.
Con la aparición del petróleo surgen nuevos comemuertos, ávidos de concesiones en los países donde brotaba y brota el crudo, el combustible que les despertó la avidez por más dinero. Los recientes malvados germinan en los países colonialistas e imperialistas a finales del siglo XIX y a comienzos del XX. Estos comemuertos se reparten el gran negocio del crudo entre EEUU, Francia, Inglaterra y Holanda, organizado en compañías petroleras. Era prioritario monopolizar la explotación, la refinación, la venta, la distribución y la comercialización de los derivados de este valioso mineral. Fueron víctimas de estos comemuertos Venezuela, Irak, Irán, Libia, Arabia Saudita, Kuwait, Bahréin y Qatar, países petroleros que para negociar las cláusulas de las concesiones y discutir los beneficios de la explotación del crudo debían hacer frente a los destructores y barcos de guerras colocados en el Mar Caribe o en Mediterráneo. Una forma de "persuadir" a los gobiernos de las "bondades" de la firma de tales convenios. En oportunidades, en el Medio Oriente algunas de estas concesiones ocupaban un área equivalente a Francia y Alemania juntas. Buen negocio.
Las comemuertos más famosas, en lo referente al párrafo anterior, fueron las llamadas siete hermanas: la Standard Oil (EEUU), la Royal Dutch Shell (UK y Holanda), la Anglo-Iranian Oil Company (UK), Mobil (EEUU), la Chevron (EEUU), la Gulf Oil Corporation y la Texaco (EEUU). Como se observa, solo siete compañías ubicadas en USA, Holanda e Inglaterra se cartelizaron para controlar el negocio del crudo en todo el planeta. Hoy por hoy, todo lo que está sucediendo en el Medio Oriente (Irak, Libia, Siria, Afganistán y Yemen), sin olvidar a Venezuela y Rusia es consecuencia de la herencia legada por los comemuertos de ayer. Los gobiernos donde operan esas siniestras compañías, bajo el amparo de otros comemuertos (la OTAN), son los culpables de los millones de muertos, de la destrucción de aquellos pueblos y de los refugiados que deambulan por Europa en busca de un lugar digno para vivir, además de las sanciones económicas que imponen los infames a otros países.
Venezuela también ha recibido los embates de los comemuertos extranjeros, como fue la barbarie de la colonización española y la explotación desmedida de los recursos naturales por parte de las empresas de USA con el apoyo de sus gobiernos. De aquella invasión hispana quedaron sus herederos, es decir los godos, los mantuanos sumisos que se postraron ante todos los gobiernos como el de Páez, los Monagas, Crespo, Castro, Gómez, López Contreras, Pérez Jiménez y ante todos los gobiernos de la cuarta república. Esto les permitió apoderarse de las tierras ubérrimas del país (la política del alambre de púas) y de los mejores terrenos de las grandes capitales para establecer sus latifundios y construir lujosas urbanizaciones mediante la explotación de miles de hambreados. Son nuestros comemuertos criollos que se alimentan de la carroña y del miasma social.
En Venezuela siempre se responsabilizó a la aparición del petróleo del descuido de la agricultura y la ganadería. Muy lejos de la verdad. Los campesinos abandonaron el campo en la búsqueda de mejores fuentes de trabajo. Indudablemente, el verdadero culpable de tal desolación fue el latifundio. Los terratenientes comemuertos en su práctica reiterada de pagar a los campesinos miserables salarios obligaron a los agricultores a desatender sus faenas agrícolas y dirigirse, unos a los campos petroleros y otros a las grandes metrópolis demandando una mejor existencia. Si los labradores hubiesen tenido una vida digna, de seguro no hubiesen desertado de sus hogares, ni de sus oficios agropecuarios. Los herederos de aquella oligarquía emputecida y cotizable, los comemuertos, son los que hoy le hacen la vida imposible al presidente MM en su afán de regresar al poder para recuperar sus antiguos privilegios. Lee que algo queda.