Ciertamente representa una de esas vulgares extravagancia, decir que "éramos felices y no lo sabíamos", así como tampoco es menos cierto que con la caída de Marcos Pérez Jiménez, resulto peor el remedio que la enfermedad, pues el dictador fue apenas un roba gallina en comparación a los saqueos del puntofijismo y quienes hoy raspan desespero la olla porque saben que tienen contados sus días en el poder. En verdad que sobran razones para que admitamos con objetividad: que entre el bipartidismo plutocrático de AD y COPEI y estos embusteros que degradaron el populismo y se niegan a contarse en elecciones, la diferencia es solo de matices y siglas partidistas, porque en el fondo son la misma miasma, y sino que se lo pregunten al 51% de venezolanos que desaprueba esa pelea de perros y gatos disputándose el poder.
Lo más arrecho de nuestra dramática vivencia republicana, es que cada vez que comenzó un nuevo ciclo, fue la ingenuidad la que nos hizo pensar que había llegado Aurora, esa diosa romana que representaba al amanecer. Si revisáramos la historia encontramos que por exceso de confianza y andar regalandonos de gratiñen a la buena fe, que muchas veces nos embaucaron los encantadores de serpientes que se especializan en engañar a los pueblos. Por estar creyendo en pajaritos preñados, Cipriano Castro le pinto una paloma a la gente, y en 1899 nos mareo ofreciendo "nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos". Y la historia del desengaño volvió a repetirse cuando un andino huraño y semi-letrado llamado Juan Vicente Gómez, logro embochinchar a los sobrevivientes del liberalismo amarrillo, a mochistas o partidarios de José Manuel Hernández así como también a esa legión de generales chicharrones que a su regreso del destierro cometieron el error de subestimar a Gómez creyendo que "solo sería problema para un semestre", según Leopoldo Baptista.
Este 23 de enero no sabremos si lloriquear ante los reveses temporales, o celebrar esa vieja y mala costumbre de dejarnos deslumbrar por quienes con sus cantos de sirenas que han hecho que el pueblo alucine y tropiece con la misma piedra. ¿Sera que somos incurables fanáticos de los Borbones de la Restauración francesa: que olvidan y no aprenden?