El título de este artículo lo tomo prestado de un poeta y periodista amigo con quien discutía la amoralidad manifiesta en algunos Guardias Nacionales mientras realizan trabajos de "seguridad", chequeos y supervisión de cargas en algunas alcabalas o "puestos de control" (convertidos en puestos de matraqueo y chantaje, por lo tanto de "descontrol"), y de policías que aplican vacunas al estilo de los pranes y otras mafias roba carros y roba niños; amén de la corrupción administrativa en distintos órganos del poder público, como suele denunciarlo el Presidente Constitucional de la República de Venezuela Nicolás Maduro, y como lo pregonó tan amargamente en sus últimos años de vida nuestro Comandante Eterno Hugo Chávez.
Quienes luchan contra la corrupción, no pueden llamarse antichavistas. Quienes denuncian la corrupción no pueden llamarse antipatriotas. Quienes pelean contra la corrupción no pueden llamarse traidores. Sí lo es, consentir el bandidaje, la amoralidad, el uso de la ley para fines lucrativos y abusos de todo orden; permitir la impunidad desde los mismos organismos de seguridad ciudadana y de la llamada "defensa de la seguridad nacional y de la soberanía nacional".
Cuanto camión cava pasa por un puesto de control es bajado de la mula con parte de lo que transporta, así tenga en orden toda la permisología. Luego estos Guardias Nacionales y policías venden esas mercancías al estilo de los bachaqueros. Otro chantaje fragrante deviene de un arma de doble filo: La Guía Única de Movilización, Seguimiento y Control, cuya emisión corresponde a La Superintendencia Nacional de Gestión Agroalimentaria (SUNAGRO), según el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley del Sistema Nacional Integral Alimentario publicado en Gaceta Oficial Extraordinario 6.150 del martes 18 de noviembre de 2014. El susodicho documento no lo emite Sunagro ni por a ni por b, y el humilde agricultor que pasa con su maíz, su carne, sus frijoles, sus jojotos, su maíz seco o cualquier otro producto del agro (o quienes se los compramos a puerta de corral para obtener algún descuento y mejor precio, sin la guillotina de los intermediarios), es retenido por la Guardia Nacional y policía, y robado impunemente al decomisársele su mercancía, por no tener "factura" ni La Guía Única de Movilización, Seguimiento y Control. Esto es el colmo. También los comerciantes pagan grandes sumas para evitar el decomiso por pírricos documentos. A esto se suma gente del Seniat.
Una muestra fehaciente la pueden constar en el Cruce Mojacasabe, municipio Miranda del estado Anzoátegui, intercepción de las carreteras nacionales Pariaguán-San Diego de Cabrutica-Vía Santa María de Ipire, donde esta situación raya en lo bochornoso y lo apestante; una verdadera vergüenza nacional. En ese puesto de control una teniente hasta despojó a un humilde hombre de su camioneta Terios, obligándolo a traspasársela y actualmente ella se encuentra en Caracas, hacia donde fue transferida, con absoluta holgura. Pero el pueblo todo lo dice, todo lo revela, y estas ovejas negras deben caer algún día. Urge depurar de estas personas tan macabras al cuerpo armado de la Guardia Nacional Bolivariana. En nombre de Simón Bolívar debe hacerse esa limpieza interna, por favor, ministro General Vladimir Padrino López y ministro General Néstor Luis Reverol Torres, ustedes pueden lograrlo.
Presidente Maduro, instituya una línea abierta y anónima para que podamos denunciar con nombres y apellidos a los mil pillos que nos están matando en este país. La Patria se lo agradecerá. La impunidad es mala consejera y tumba gobiernos. No desestime este humilde consejo. Que caiga quien caiga, pero denos la oportunidad de denunciar a los bandidos y actúe sin corruptelas internas ni privilegios de grupos ni de personalidades gobierneras, para poder salvar esta democracia nuestra tan valiosa, tan propia de los venezolanos honestos y trabajadores. Acabe usted con los bandidos porque nosotros no tenemos la capacidad para hacerlo, pero sí para denunciarlos.
Como la corrupción es por escala, aquí les suelto otro caso.
A comienzos de enero de 2017 delincuentes armados hasta los dientes de San Félix, estado Bolívar, retuvieron a plomo limpio, con barricadas pincha cauchos, pistolas, báculas, revólveres y ametralladoras, a uno de los cinco camiones NPR y tipo Toronto que a las 2:00 AM se desplazaban hacia Las Claritas, es decir, la zona minera de Guayana (zona por ende del famoso Arco Minero, tan custodiado por los "militares"). Los delincuentes sólo lograron retener un camión, al cual le sustrajeron SEISCIENTAS PACAS DE HARINA PAN (600 pacas de 20 paquetes cada uno; saquen la cuenta cuantas arepas del pueblo van a parar al negocio mafioso de las minas). Otro camión trasportaba 600 pacas de espaguetis, otro camión llevaba también seiscientas pacas de arroz, y así sucesivamente. Este gran negoción tiene su origen en Puerto La Cruz, estado Anzoátegui, y cuenta con el control logístico y financiero de ciertos generales del ejército venezolano. Dos veces al mes y hasta tres veces al mes esta maquinaria macabra realiza ese viaje, sin que sean tocados ni con el pétalo de una rosa en las alcabalas. Eso se llama corrupción por escala.
Esos militares de alto rango se meten una boloña de plata con ese negocio. Por su puesto, los pranes de las minas y otros pranes tienen ahí su contraparte y sus beneficios. Eso se llama corrupción por escala. Sin embargo, los choferes no tienen arte ni parte. Ellos llevan esa mercancía del lugar de origen hasta Las Claritas, pero los dueños de los camiones, enmafiados con esta corruptela, si cobran bien cobrados sus servicios, con la anuencia y participación de ciertos políticos del gobierno. Eso se llama corrupción por escala.
Once horas de sol, hambre y penuria para tratar de obtener el Carnet de la Patria me bastaron para ver este otro tipo de corrupción: la cultural, la educativa, la de los valores ciudadanos. Fue un tiempo perdido. El "Sistema" no funcionó eficientemente, y no pudimos obtener el tan cacareado carnet. Sin embargo, sí pude observar cómo los viejitos y las viejitas, las señoras mayores y las señoras jóvenes, los jóvenes y las muchachas se coleaban, insultaban a los policías y Guardias Nacionales, faltaban el respeto a quien dijera algo, vociferando palabrotas soeces al estilo de las guapetonas y los guapetones de barrio, mediante frases al estilo de "que alguien me diga algo, porque yo soy bien arrecha", entre otras joyas de este español maltratado y vulgar de estos tiempos.
Viendo ese panorama sentí mucha tristeza. Me dijo interiormente: "Vi este tipo de abusos en las colas del hambre muchas madrugadas cuando tratábamos de conseguir la comida de las urgencias domésticas durante 2016, pero esta vez veo lo mismo por un trozo de plástico cuya utilidad todavía no sabemos cuál será".
Nuestro pueblo esta carcomido por los antivalores. No hay respeto, ni decencia ni decoro. La vulgaridad, el abuso y la altanería sustituyeron todo dejo de cordura, de amabilidad, de solidaridad, de convivencia. Se supone que quienes asistimos a esas colas tenemos una afinidad política, una esperanza de país, pero el salvajismo se impone; el atropello habla solo, la falta de ética y de disciplina abarca por igual a ancianos y jóvenes. Los encargados del proceso ignoran cómo se aplica una logística seria, oportuna y eficiente. Tampoco hay nivel educativo que valga. En ese revoltillo miserable estábamos funcionarios públicos y amas de casas, trabajadores de todas las áreas y estudiantes; profesionales y obreros. Pero la Ley del Salvaje abarca a todos por igual. Al final de la tarde me quedé con la sensación de que tal vez sea mejor andar por la vida sin carnet político, con la frente en alto y mirando a la distancia. Por dignidad es mejor pensarlo así. Ni Guardias Nacionales ni policías actuaron como corresponde para hacer valer del decoro, el orden y el respeto entre sí. Como tampoco la hacen valer en ninguna parte. A eso también se le llama corrupción por escala.
Y no se trata de echarle tierra al gobierno en la cara. Es que ciertamente tenemos ante sí un cuadro terrible de desmoralización cuya expresión más lamentable es la corrupción. En todo nivel y en todas sus formas. Eso es lo triste de esta historia nuestra reciente, que nos hemos preciado en llamar revolucionaria. Y pensar que tenemos un gran país, una Patria tan grande y noble que merece un destino mejor, de desarrollo, de superación, de decoro y de funcionalidad institucional. El sueño de Chávez, de algún modo. El sueño de Bolívar, sin dudas.