Es incomprensible que un Jefe de Estado, que por muchos años se desempeñó como inquilino de la Casa Amarrilla, aun no se haya percatado que su política exterior va de Guatemala a Guatepeor. Y conste que no se trata de algo personal contra la actual titular del despacho, pues pecaríamos de mezquino si negáramos que reúna excelente condiciones para ocupar otro cargo en la administración pública. Pero aunque la verdad a veces pueda escandalizar, lo cierto es que lamentablemente su desempeño como Ministro de Relaciones Exteriores, no ha sido exitoso pues sus resultados nos dicen no ha dado pie con bola, y cada vez nos aísla del resto de las naciones del hemisferio. ¿Cómo explicarse que veinte Estados con quienes hasta ayer manteníamos relaciones aparentemente tolerables, ahora de golpes y porrazo soliciten la cabeza del Presidente Maduro? ¿Será que el mal uso de la diplomacia del micrófono y ese exceso de gárgaras de patrioterismo, nos divorció del consenso en la OEA? ¿O seremos tan ingenuos queriendo resolver todo este patuco diciendo que la culpa es del imperialismo, que ya se ha hecho el cuento de nunca acabar?
Por lo pronto, recomendamos coger palco para presenciar el triste espectáculo que se avecina cuando vensa el plazo que con frio calculo convinieron los Estados confabulados. Entonces, valdría la pena preguntarse: ¿Podrá resistir el gobierno a los despiadados ataques exógenos, mientras en su entorno sus verdaderos verdugos solo saben hacer fiesta con hipócritas genuflexiones?
Quizás todavía estemos a tiempo de rectificar para evitarnos una muerte más dolorosa, lo que no quiere decir que se esté exento de peligro, pues por los vientos que soplan todo parece indicar que Venezuela está a punto de ser sentada en el banquillo de los acusados. Lo demás se lo dejamos a consideración de esos consoladores de oficio que suelen congraciarse con mentiras piadosas, como si el mundo real se pudiera tapar con un dedo.