OEA: reimpulso imperialista

El tono coercitivo e intimidatorio del comunicado emitido el jueves pasado por 14 gobiernos miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) a través de sus embajadores en esa corporación panamericanista controlada por Estados Unidos desde su fundación en 1948, es no solo inaceptable sino aborrecible por la posición oficial de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, los cuales, junto a los de Canadá y EEUU, en vez de concentrarse en resolver sus propios y graves problemas pretenden dar lecciones a venezolanos y venezolanas sobre la conducción de nuestra patria y las maneras de avanzar por encima de las dificultades generadas por el bipartidismo del siglo XXI.

Escandalizan porque carecen de los votos necesarios para imponer un trato subalternizante sobre la patria de Simón Bolívar y la generación de libertadores que le partió la cerviz al imperio colonial español en sangrienta lucha independentista entre 1810 y 1821, y estimuló, compartió y comandó la liberación de Colombia (Nueva Granada, que incluía al territorio de Panamá), Ecuador, Perú y el Alto Perú (hoy Bolivia), en históricos esfuerzos compartidos con los libertadores de Chile, Argentina y Uruguay.

Obedecen, los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, la decisión de cercar al gobierno venezolano del presidente Nicolás Maduro, adoptada por el presidente estadounidense Donald Trump, cavernícola y brutal jefe de la principal potencia militar, económica y cultural del imperio capitalista mundial. Todos esos esfuerzos han sido coordinados desde Venezuela por los más serviles pro imperialistas de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y el entorno macartista-betancourista que la presiona, incluyendo la legión de militares retirados afectos al "american way of life", de los cuales no pocos son simples agentes de la inteligencia militar estadounidense, desde los tiempos de los presidentes Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, quienes impusieron un atroz régimen represivo, sanguinario y torturador bajo supervisión y entrenamiento de la CIA y el Pentágono.

Las luchas del pueblo venezolano por la superación de las miserias del bipartidismo del siglo XXI (Psuv-MUD) no requieren de aliento imperialista y oligárquico, como lo ha estado procurando la MUD desde la OEA y en alianza con lo peor de las oligarquías latinoamericanas, comenzando por las de Colombia y Brasil, cuyas clases de "democracia" insultan el gentilicio venezolano, antiimperialista, anticolonial y antineoliberal que nos caracterizan por nuestra historia y la vocación de justicia social, igualdad y libertad que llevamos en el alma. Y para colmo, los precarios dirigentes de la MUD se enganchan con el gobierno de Guyana, que no solo niega los derechos históricos de Venezuela sino que desconoce los mecanismos de avenimiento garantizados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y los Acuerdos de Ginebra que norman la disputa territorial venezolana de reclamación de la Guayana Esequiba, expoliada por el imperio colonial inglés a nuestro país, en la primera mitad del siglo XIX.

La ruda pretensión del secretario general de la OEA, Luis Almagro, de erigirse en paladín del panamericanismo monroísta estadounidense, es payasesco. De él, pocos recordarán algo en los próximos años. Se ha sobregirado, incluso como mandadero.

El gobierno del presidente Nicolás Maduro –independientemente de nuestras críticas a su fracaso acumulado desde los tiempos de Hugo Chávez- ha respondido apropiadamente. Suscribo las sucesivas declaraciones de la canciller Delsy Rodríguez, en defensa de nuestra soberanía y dignidad nacional. Los problemas de Venezuela los resolvemos los venezolanos y venezolanas, en paz y con apego a la Constitución vigente.

La idea de "elecciones generales adelantadas" es un invento necio, que solo se explica por la raigambre pro imperialista de quienes piensan (y desean) que la OEA debe gobernar el continente, es decir, Estados Unidos y sus cipayos.

El desprestigiado gobierno de Maduro escogió el torpe e inmanejable camino dictatorial para torpedear las consultas electorales: obstruyó fieramente el referendo revocatorio presidencial; y con la venia del Consejo Nacional Electoral logró posponer las elecciones regionales de gobernadores y consejos legislativos, que correspondía a finales de 2016. También están pendientes las municipales de 2017 y las presidenciales de 2018, como manda la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ley suprema.

Corresponde a venezolanos y venezolanas, encontrar los mecanismos que obliguen al Psuv y a los poderes Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral que controla, a la realización de las elecciones regionales en los próximos meses, y las municipales a fin de año, sabiendo –como se sabe perfectamente- que las presidenciales corresponden a finales de 2018. Eso es lo real, lo sensato y lo que exigimos democráticamente, quienes aspiramos contribuir a superar las miserias del bipartidismo del siglo XXI, cuyos dirigentes esconden responsabilidades y culpas en el caos que sufrimos.

La OEA no tiene pertinencia histórica. Existe pero no sirve a los pueblos de América Latina y el Caribe, cuyas búsquedas de independencia, soberanía y justicia social ya han dotado a la región de organismos multilaterales como Unasur (Unión de Naciones Sureamericanas) y Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Luego de este escarceo catalizado por Donald Trump y la maquinaria imperialista de Estados Unidos bajo conducción del Partido Republicano, el gobierno venezolano debe considerar seriamente su retiro de esa corporación panamericanista que ha servido los intereses estadounidenses, las más sanguinarias y atroces dictaduras militares de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile y Bolivia, así como las atrocidades oligárquicas en Colombia, Ecuador, Perú, Centroamérica y el Caribe.

Desde la creación de la Celac, la permanencia de Venezuela en la OEA carece de justificación. Los arrebatos de Almagro y el emponzoñamiento de Trump, titiritero tras bastidores, lo demuestran.



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Manuel Isidro Molina

Ex presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela Licenciado en Comunicación Social - Universidad Central de Venezuela Especialista en Ciencia Política - Universidad Simón Bolívar Columnista del semanario LA RAZÓN Asesor en análisis de entorno político y social

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