La iluminación sin brillo

Desde épocas remotas los filósofos, los sabios y los políticos se dedicaron a la búsqueda de la mejor forma de gobierno. Se fundaron monarquías, se conformaron imperios, diversos despotismo, hasta repúblicas, es decir, se trataban de desiguales formas de gobernar, apropiadas para pueblos diferentes en distintos momentos de la historia. Se pueden destacar las sociedades antiguas de la China, las satrapías de los persas, sin dejar de nombrar a los griegos quienes inventaron la política. Así mismo, Roma con más de 2600 años de fundada, en la búsqueda del gobierno eficaz, pasaron por diversas formas de organización; desde la república, 495 años; dominada por 244 reyes; 489 emperadores; 76 reyes ostrogodos; 203 reyes lombardos y más de 1000 años por los pontífices supremos. Por tal razón, no le pidan a los países suramericanos, que con apenas 2007 años como repúblicas sean un modelo de virtudes.

Pasó el tiempo y la búsqueda del gobierno ideal nunca aparecía, hasta que surgió "El espíritu de las leyes" (1747) escrito por el ensayista francés Charles Louis Secondant, barón de Montesquieu, en cuyo escrito aprovechó las experiencias de las monarquías constitucionales inglesas y germanas donde establecen la separación de poderes como garantía contra el despotismo.

El siglo XVII fue el inicio de la era de la razón que culminó en el llamado período de la ilustración el cual comenzó a mediados del siglo XVIII (siglo de las luces) en Francia, Alemania e Inglaterra. Era tiempo de erradicar del mundo la ignorancia, la superstición, el fanatismo, el interés y las pasiones predominantes entre los habitantes de los pueblos. A cambio de esto se les entregaba el poder de la ilustración y la moralidad a través del imperio de la razón. En cada uno de los países referidos anteriormente se destacaron diversos pensadores, por ejempló en Francia, Montesquieu, Voltaire y Rousseau; en Alemania los más calificados fueron Kant, Goethe y Hegel; en Inglaterra sus mejores representantes fueron Toaland, Berkeley, Hume y Locke. En verdad, estas lumbreras tenían algo en común, todos pertenecían a la clase pudiente, es decir a la clase burguesa quienes tuvieron la posibilidad de estudiar en las mejores universidades de la época.

No cabe duda, en aquellos períodos monárquicos los hombres y mujeres eran buenos súbditos pero muy pocos eran buenas personas y los cortesanos aristócratas no se quedaron atrás. Por eso Montesquieu escribió en una de sus sátiras: "La ambición está ociosa, la maldad mezclada con el orgullo; el deseo de riqueza sin industria; hay aversión a la verdad; adulación, perfidia, violación de los compromisos; desprecio a los deberes, civiles, temor a la virtud del príncipe, esperanza a sus debilidades…sobre todo un perpetuo ridículo arrojado sobre la virtud". De aquella época hasta ahora la gente no ha cambiado mucho, la historia no es más que el recuento de las estupideces, las locuras y de los vicios de los hombres y mujeres.

Ciertamente, aquellos esclarecidos eran hombres sabios, muy estudiados, pero muy aburguesados y por lo tanto sus tratados tendían a defender la clase de los poderosos. Era el imperio de la razón burguesa. La ilustración europea llega a América a través de los libros contaminados con los valores de la burguesía, hecho que se revela en las constituciones redactadas en las recientes repúblicas americanas. En sus artículos destacaban que los electores y los elegidos debían poseer propiedades y devengar lucros (no trabajo) por cierta cantidad. Era el derecho de los propietarios y los hacendados de gobernar según lo estipulado por la ilustración europea. Ya para esa época, en Sur y Centroamérica, los encomenderos les habían robado las tierras a los pueblos originarios. Ocuparon todos sus dominios, se hicieron dueños de todas las riquezas y finalmente dictaron sus propias leyes para proteger sus propiedades anteriormente despojadas, porque según los latifundistas la propiedad es sagrada.

De seguro que Montesquieu cuando fraguó la división de los poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, para evitar la acumulación de la autoridad pensó en hombres probos, estudiados, honestos, pacientes, educados, comedidos, compasivos, ecuánimes, generosos, justos, laboriosos, leales, magnánimos, planificadores, veraces, visionarios…entre las diversas virtudes de un gobernante, de un legislador o un juez.

De aquella época hasta ahora las cosas cambiaron mucho, ya no se trata de las democracia griega, ni de las monarquías constitucionales que nunca resolvió el problema de la pobreza. Aquellos fueron sistemas de gobierno que resguardaban los intereses, primero de los latifundistas y luego al de las clase burguesa. Hoy por hoy la clase capitalista, que no necesita pensadores ni filósofos sino de banqueros e industriales o de los tanques pensantes, son quienes tratan de imponer la en el mundo la democracia representativa neoliberal. Para tal fin eligen una cámara de representantes, la cual encarna los intereses la clase de los más poderosos, no la de la mayoría sino lo de una minoría que maneja la economía mundial. El nuevo absolutismo.

Es de suponer que el poder legislativo debe dictar leyes para ponerla al servicio de quienes lo eligieron. El que tiene pertinencia para proveer el mayor bien posible al mayor número de electores posible deberá establecer la armonía que debe prevalecer entre el gobierno y el pueblo. Lo que pensaron los egregios de la ilustración hoy esto no es posible, el poder legislativo, en las democracias representativas, están en manos de los agentes o ediles de los grandes poderes económicos que velan por los intereses de una minoría. El moderno despotismo.

Lamentablemente, en algunas de las democracias representativas suramericanas el pueblo está hundido en la nada, en la miseria, las leyes les imposibilita ejercer el derecho a participar en el gobierno democrático. El ciudadano es demócrata únicamente por ejercer el derecho al sufragio, pero no participan en la planificación de un proyecto en beneficio a la comunidad, tampoco en la elaboración de una ley y mucho menos en el manejo de un presupuesto. De esta forma debería estar sustentado el poder popular en una democracia participativa y protagónica.

Evidentemente, Montesquieu y los otros insignes pensadores de la ilustración europea, que tampoco resolvió los problemas de Europa, nunca pensaron en un AN en desacato como la que tiene Venezuela. Estos legisladores todavía piensan en la democracia representativa, donde en sus mentes no existe el poder popular, donde más bien privan los intereses de los enriquecidos rentistas y no los de la mayoría. El único objeto de la AN en desacato es la conservación y preservación de sus intereses. Actualmente en sus actos conspirativos y terroristas los diputados de la derecha están convencidos de la carencia de fuerzas que los sostengan, así mismo, por sus actos terroristas y vandálicos tampoco las encuentra en un pueblo que los desprecia y para su sustento lo buscan en gobiernos extranjeros.

Es de suponer que el pueblo venezolano debería obtener luces de su poder legislativo encargado de promulgar leyes para el bien de la mayoría. Acaso los electores han escuchado o leído las leyes presentadas por los diputados en beneficio de los excluidos. No imagino a la mal hablada diputada Gaby Orellana encarnar la elocuencia para defender un proyecto de ley y sostener en otros lo contrario; tampoco al fanfarrón Freddy Guevara elevarse a la altura precisa para juzgar desde esta cumbre un proyecto en la AN en pro de unos oradores y en contra de otros; mucho menos al embustero de Julio Borges con el acopio de conocimientos indispensables para encontrar en el laberinto de los intereses y en el caos de las intrigas, cuál es la voz de la razón y cuáles son los acentos de la verdad donde está el verdadero bien de la patria. Una iluminación sin brillo.

Muy a su pesar Bolívar no encontró en la ilustración el instrumento para resolver los problemas que acosaban las repúblicas en cierne, aquella ilustración le sirvió al gobierno de los burgueses europeos, sus conceptos estaban muy alejados de las verdades necesarias para gobernar las recientes naciones emancipadas.

En definitiva, ni la ilustración burguesa ni la democracia representativa capitalista solucionó los aciagos problemas de Nuestramérica, debemos inventar nuestro propio modelo, el que nos conduzca hacia una verdadera democracia socialista. Lo refería Platón hace miles de años: "Mientras los sabios no tengan el gobierno no cesarán los males del género humano". Otro, más pesimista, afirmaba que la democracia es el el gobierno de los dioses. Yo sostengo que, como hasta los sabios se equivocan y como dios no existe, debemos avanzar sobre nuestras equivocaciones hasta alcanzar el mejor gobierno para las mayorías. Lee que algo queda.

Enoc Sánchez

enocsa_@hotmail.com



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