Venezuela se ha convertido en el país de las marchas, de la represión y de los "sin derechos". Es decir; de los ciudadanos de a pie que cada vez nos vemos más atrapados ante una violación sistemática de la gran mayoría de nuestros derechos.
El derecho a la protesta, al libre tránsito y hasta a estudiar. La oposición venezolana, agrupada en la llamada MUD, se ha dado a la tarea de convocar acciones de protestas -que vienen realizando las últimas semanas-, y a su vez, el gobierno convoca a acciones simultáneas en apoyo al Presidente, a la "constitución" y por cualquier motivo que se les ocurra.
Como periodista, no recuerdo la última vez que pude disfrutar de un fin de semana completo de descanso. Como venezolana, tengo que vivir casi todos los días la lamentable situación de sortear obstáculos para llegar al trabajo. Las acciones de calle convocadas por gobierno y oposición afectan el servicio de transporte público. En el caso de Caracas, el sistema metro, -por el que diariamente se trasladan millones de personas- deja de funcionar. Esta medida, que además de irracional, solo logra acrecentar el malestar general que reina en nuestra población.
Debido a esto, una gran cantidad de trabajadores termina volviendo a su casa entrada la noche. Todo se complica en la rutina de una familia: poder buscar a los chamos a la escuela o ir a centros de estudio son tareas cada vez más complejas.
Este 26 de abril, la oposición intentó por séptima vez llegar a la Defensoría del Pueblo pero, la represión dijo presente. Igual que en otras oportunidades, las bombas lacrimógenas fueron lanzadas a diestra y siniestra sin medir consecuencias.
Hace poco menos de 8 días, 54 niños fueron desalojados del Hospital Materno Infantil "Hugo Chávez", ubicado en la zona de El Valle, en Caracas, producto de los gases lacrimógenos que lanzaron en la zona. Ahora le tocó a los niños del Colegio San Pedro, ubicado en Los Chaguaramos, también en la capital del país, ser desalojados. La razón: las bombas lacrimógenas que lanzó la Guardia Nacional para impedir el paso de los manifestantes hacia Santa Mónica.
¿Alguien se detuvo a pensar en los niños que estaban en esa escuela?, ¿Alguien pensó en la desesperación de los padres por ir a buscar a sus hijos ante una situación como esa?, ¿Será que la situación país nos está convirtiendo en personas indolentes? prefiero pensar que no, pero cuando recuerdo lo que sentí al estar expuesta a los gases lacrimógenos, -no podía respirar- y me imagino está sensación en unos pequeños seres indefensos, solo puedo sentir que el riesgo de perder la sensibilidad es grande.
No sé cuántas bombas lacrimógenas se han lanzado este mes de protestas en todo el territorio nacional, pero si sabemos de las trágicas consecuencias que nos están dejando a todos los venezolanos. Un enfrentamiento que a la vez genera dudas sobre cuantos, de 30 millones de habitantes que somos, se sienten identificados políticamente con los bandos en cuestión. Según el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos, Provea, hasta la madrugada de este martes se contabilizaban 30 personas fallecidas, 437 heridos -muchos de los cuales se encuentran en estado delicado-. Los detenidos suman 1.289 -la mayoría sin causa concreta-.
¿Cuántas personas más tienen que perder la vida?, ¿Cuántas bombas faltan por lanzar?, ¿Será que no se puede encontrar la manera de buscar una salida pacífica a los problemas que tenemos en el país? una salida que no implique desalojo de hospitales, de escuelas. Una que no implique la destrucción.
No creo que a corto plazo la represión logre acabar con las manifestaciones. La gran mayoría de quienes marchan, desearían que se normalice sus vidas. Aunque sea un poquito.