Maduro, debe institucionalizarse y abordar los retos que el movimiento popular le asigne. Nadie, en Venezuela puede ganar una elección electoral, sino está respaldado por un partido político, deben existir solo dos organizaciones y que líderes populares emitan sus opiniones para renovar una sociedad ya envejecida y, nuestro electorado es muy sustancial porque existe una mayoría de jóvenes que, no desean ser sintéticos, sino avanzar en el desarrollo del país.
Se debe buscar la esencia del hacer político, por lo tanto, debe buscarse la disminución de la abstención. Todos los candidatos electorales, deben ir a los barrios a trabajar y darle continuidad al ejercicio político de su partido. Las alianzas, deben darle sentido al campo del trabajo, porque, va en procura de una mejoría para la comunidad y, todo debe ser centralizado, aunque hay una época en que se llevó a efecto un programa socioeconómico para favorecer la descentralización. En nuestra patria, debe existir un solo espacio político para configurar un verdadero activismo que atraiga votantes potenciales, que, constituyen una verdadera alternativa democrática.
La izquierda progresista, debe estar unida y trazar su fuerza en base a votos, esto, permitiría una mejor ubicación en las plataformas electorales y, todo sería neutral, porque, existiría conclusiones que, reflejarían una sola fuerza de acción. Las bases políticas nunca deben ser heterogéneas, el Socialismo, como movimiento político en el mundo es uno solo, en consecuencia, el Comandante Chávez siempre busco homogenizar en un solo perfil, en principio su liderazgo carismático y en segundo lugar, un solo equipo de trabajo que determinaría una plataforma de trabajo organizativo, los colaboradores al sistema y que no quieren comprometerse irían en paralelo con la estructura ideológica del partido y deben apostar por temas transversales que darían un efecto mariposa al centro de la lucha popular, son estrategias para combatir a la derecha y que son activos para combatir en cualquier fenómeno electoral y, donde se requiere inteligencia para mover las piezas que controlan el poder y su honestidad hacia el movimiento popular.
La izquierda- repito- debe estar unida, para tener la virtud de avanzar hacia los oposicionistas y remontar las caídas de liderazgo, bajo el efecto de mariposa y sus formas de romper con el imaginario colectivo.
La batalla interna del Psuv y los militares parece trascender al propio partido para proyectarse sobre el futuro de Venezuela. Y es así. Porque puede verse como un choque que bordea lo ideológico y enfrenta al aparato del partido con un sector importante de las bases populares organizadas en el Poder Comunal, pero también, puede verse como una confrontación decisiva entre el bipartidismo opositor y, un nuevo escenario en el que las fuerzas reformistas pasen al frente. Hay grupos que así lo requiere. En cierto sentido, se presenta como la continuación del proceso bolivariano, que hizo emerger inesperadamente al Gran Polo Patriótico, como la fuerza decisiva de la nueva etapa. Ocurrieron dos cosas que modificaron ese panorama. Psuv, entró en un periodo de vacilaciones y constantes cambios tácticos que lo debilitaron y frenaron bruscamente su ascenso; y el Partido Comunista se rehízo y ‘reinventó’ su funcionamiento en tándem con los socialistas moderados y no quiso validarse. En otra palabra: las propuestas de cambio se mostraron frágiles y el bipartidismo pudo recuperar terreno. Allí lo tenemos en el fomento de guarimbas. Acordémonos en las referencias de concordato MUD- Psuv, donde un sector de la oposición se entregó a los pies del oficialismo y, donde Julio Borges tuvo que ver en el pasado y comprometió a Primero Justicia, que se dividió luego, en Voluntad Popular, pero, en realidad, es la misma careta de COPEI.
La batalla interna en el socialismo es unificarse en una sola opción, ya la derecha lo había logrado y sumaba su propuesta a un cambio, que es lo que vuelve a proponer Borges y Capriles, Corina es lineal en sus ideas desde años anteriores y era reconocida por Chávez, como la verdadera líder oposicionista, pero, su gran problema era el radicalismo.
Lo cierto es que el Psuv y la oposición, deben generar una nueva idea de cambio. Quienes describen el proceso interno socialista como una mera disputa por el liderazgo crean una imagen engañosa. El famoso ‘no es no’ de Maduro o Diosdado muestran el fondo de la cuestión: o el Psuv se abstiene de opinar temas militares y deja que el gobierno en manos del presidente Nicolás Maduro Moros diga lo que ocurrió y ocurre en el país en temas, como la economía interna, o se desmarca totalmente del GPP y se suma a las propuestas de cambio, que es lo que un sector del pueblo desea y es un temario que vuelve a proponer las bases del partido. No queremos un partido, dentro de un grupo de partidos, Chávez propuso un solo partido, eso es burocracia partidista. La idea es potenciar el Poder Popular en una etapa táctica y de transición, porque, es la hora de definirse, el Psuv es una tolda militar o de civiles, quizás de colectivos. El partido socialista, debe ser una sola gruesa de individuos y no un reducto de micro partidos que dan una falsa imagen de fuerza en acción política.
Hay muchos candidatos artilugios que se esconden en las filas socialistas para descarnarse y crear confusiones en el proceso bolivariano y, en este tiempo, se dedican al bachaquerismo e impulsan el negamiento de la realidad del país y han comprado propiedades en el exterior, por esto, el Psuv, debe unificarse una sola posición política y centrarse en sus propias actividades.
En tiempos de crisis de la República en Roma, Cicerón soñaba con restablecer un orden social distinto y señalaba los deberes de ciudadanos y políticos, percatándose ya entonces del origen de este problema. «No hay, pues, vicio más repugnante –para volver a nuestro tema– que la avaricia, sobre todo en la gente principal y en los que gobiernan la República. Desempeñar un cargo público para enriquecerse no es solamente vergonzoso, si no también impío contra la patria y sacrílego contra los dioses… Los que gobiernan un Estado no tienen medio mejor para ganarse fácilmente que la benevolencia de la multitud que la moderación y el desinterés» (Marco Tulio Cicerón, «Sobre los deberes», Editorial Tecnos, Madrid, 1989, pag. 125).
Como ya he sugerido en alguna ocasión en esta columna, uno de los problemas de nuestra democracia es que hemos tendido a solucionar la responsabilidad política a través del sistema judicial y de la responsabilidad penal. Esto ha producido una politización de la justicia y una judicialización de la política que alteran y sobredimensionan el papel del poder judicial. El poder judicial podrá fijar, sin duda, los límites de la responsabilidad penal en casos de naturaleza política de gran calado –ya sean de corrupción o de otra naturaleza–, sin embargo, su aplicación del Derecho siempre será insuficiente ante una responsabilidad política exigible por una conducta inapropiada. La ciudadanía exige al poder judicial y a la responsabilidad penal también el castigo una responsabilidad política incumplida. Es un juego perverso y circular de expectativas incumplidas, desconfianza en la justicia y en el poder judicial como institución vital de la democracia que pone de manifiesto algo más grave: una democracia insuficiente.
El problema es que una insuficiente solución de la corrupción política actual nos impide establecer un marco adecuado de reflexión serio sobre medidas de control y reforma institucional que limiten este problema en nuestra democracia. Como escribió Manuel Villoría, uno de los politólogos más expertos en este tema, «si queremos que esto funcione, a los políticos exijámosle lo suyo, leyes eficaces basadas en el consenso y Administraciones que rindan cuentas. Además, a nosotros exijámonos también lo nuestro. No hay democracia sin ciudadanía. No lo harán bien los parlamentarios sin presión, sin exigencia social, siempre difícil y contradictoria, utópica en unos casos, interesada en otros. Nuestra democracia sigue reclamando liderazgo al tiempo que espera menos de los líderes, signo de madurez que debe ir acompañado de más exigencia a todos, y también de mayor implicación de todos». No hay fórmulas mágicas contra la corrupción, pero sí algunas ideas fundamentales que pueden ser la base para restablecer la necesaria ejemplaridad pública y la confianza de la ciudadanía: ética pública, rendición de cuentas de las políticos e instituciones políticas, leyes eficaces y una ciudadanía crítica y exigente.
El Psuv, sigue siendo la primera fuerza entre los votantes de nuestro país y, hay que aprovechar los espacios políticos y crear otros, hay que elegir el mejor camino y el menos transitado, hay que saber ganar o perder y elaborar estrategias, unificarse en un solo partido
¨* Filósofo. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo.