Una generación más de venezolanos que crezcan dentro de este estado de abandono moral y político, y la tierra cultivada por Chávez estará devastada, no crecerá nada en ella por muchísimos años. El problema del país es moral y político. De parte de la oposición siempre ha sido así. La única preocupación moral que padece nuestra clase media (y las clases medias del mundo) es el dinero y sostener la pacatería moralista, ser aspirante a burgués, a rico y famoso, la moral de los consumidores de redes sociales, de "productos" musicales y de la farándula internacional, vivir bien de esa basura, cambiar una carrera universitaria por dinero, así sea prostituyéndose, vivir el aquí y ahora de la estupidez. Pero de la otra parte (del lado del chavismo) nunca esperamos que fuera de esta manera. Chávez estuvo ahí para que resistiéramos a la tentación capitalista, para que nos educáramos en socialismo. Una generación completa se educó bajo un impulso, un entusiasmo inusitado que de pronto se detuvo y se vino abajo.
Otra nueva generación, o sea, diez años más de esta sequía moral y política, y este país se va a la mierda, y no se recuperará más nunca (sin valores socialistas, sin sentido de solidaridad, sin sentido cooperativo y del deber social, con la mente fraccionada, distraída, alienada, pensando en lo personal, peleando y compitiendo con otros por comida, bienestar personal, o para irse del país, pensando de forma egoísta en un sálvese quien pueda por falta de ideales como comunidad, como sociedad.
En cuatro años hemos amontonado en nuestras pobres mentes mucha ignorancia y muchos resentimientos y odios, hemos sido manipulados por tarados mentales, de un lado y del otro. Todo aquel que medianamente piense y razone es perseguido, queda en el medio de la locura llevando de un lado y del otro, corre el riesgo de ser insultado o agredido por un lado o por el otro lado de la irracionalidad.
¿Y qué hay detrás de la irracionalidad? Miedo. Miedo individual, y una furia animal pero acompañado o formando parte de una masa gregaria; un choque de odios, de sentimientos absurdos manipulados. Más que divisas, más que desarrollo económico lo que nos falta son ideas elevadas, razones sagradas para la lucha, desarrollo espiritual. Pero aquello que nos gobierna se puede traducir en ambiciones personales, miedo a todo, nos gobierna la insensatez de vivir sin un plan, sin un norte claro, ni como individuo ni como sociedad.
En el lado de los llamados hijos de Chávez, detrás de la irracionalidad está la soberbia (¡la maldita soberbia de los tontos!) que nos gobierna, de cara a la misma gente que hasta ahora hemos venido apoyando a los que no gobiernan, frente a los mismos chavistas. Es eso de creerse que están haciendo las cosas tan bien como ellos lo desean, y que por estar haciéndolas tan bien, es causa de que los malos critiquen al gobierno y no lo quieran; por ese exceso de eficiencia, de originalidad, por saberse el pueblo elegido de Israel, eso es esta soberbia.
Pero uno se pregunta ¿Será soberbia o simplemente están obedeciendo a los mandatos del capitalismo interno? O sea, ¿soberbia o comodidad, soberbia o cobardía, soberbia o incapacidad?
Uno se pregunta ¿Cómo se puede defender un gobierno así, petulante pero incapaz de gobernar, incapaz de avanzar, de tomar decisiones y activar cambios verdaderos? ¡Una revolución no puede ser más de lo mismo! ¡NO puede llamarse revolución el gobierno de los banqueros, de los comerciantes, de los grandes propietarios, terratenientes y capitalistas, de los depredadores! Esto es un disparate.
Mucho chavista lo intuye, pero no es capaz de decir nada, porque simplemente no le interesa el asunto, su alma está vacía, solo le preocupa su propia vida, marchar por su empleo, tomar partido para no tener conflictos dentro de su pequeña sociedad. Y si no sabe la trampa es porque no le interesa ¡Cómo se puede defender un gobierno así, con una militancia indiferente ante las decisiones de unos dirigentes incapaces, sobre todo, de dar explicaciones, de pensar con su gente, de razonar con su gente y actuar en consecuencia!
Ya no importa ni siquiera que el gobierno mienta, o se contradiga, se sostenga políticamente mediante la publicidad; le es indiferente que sea reactivo (y nada más), mientras no perdamos nuestro empleo, o no nos dejen sin aumentos de sueldo, no nos dejen de dar la caja del clap, o no nos dejen de hacer promesas o de asustarnos con la crueldad de los enemigos, pero eso sí, sin darnos muchas explicaciones; a la gente no les importan las razones (parecen decir), todo estará bien mientras tengan conciertos gratis, mientras vivan sin tener que pensar, puedan vivir libremente el aquí y ahora del show de las redes sociales.
Hemos convertido nuestro espíritu en el espíritu de nuestro enemigo. Olvidamos a Chávez y al socialismo ¿Así pretende el gobierno que lo acompañemos a unas elecciones? Sin embargo arriba sospechan que eso no va ser posible, basándose en el cálculo del apoyo popular nuestro gobierno, muy creativo y muy inteligente, acaba de inventarse la solución a su fracaso poschavista llamando a una Constituyente extraña, que no es otra cosa que una especie de elecciones de 2do grado, donde votaran por todo lo necesario: algunas reformas a la constitución ("adecuaciones", así las llama Escarrá con otro eufemismo gobiernero) y por una extensión temporal al gobierno, mediante los votos de aquellos que él mismo seleccionará de los empresarios, de los sindicatos, de los artistas, de los clap, etc. y de una cuota representativa de las regiones (Deberían explicar esto muy bien, pero ya sabemos que para los altos funcionarios el explicar bien las cosas es un imposible: este es el equipo que no explica, que no aclara, que no razona, solo sabe prometer futuro y victoria, con el frenesí de los enajenados)
Ganar una batalla militar, una guerra militar es fácil frente al reto de hacer una verdadera revolución social socialista. Por eso ahora se confunde esta guerra por el poder con la revolución. Pero, esta guerra sin sentido político definido es una lucha meramente reactiva, defensiva, solo por el poder de funcionarios estériles como políticos.
Una revolución se define fundamentalmente en la acción de cambio, en cambiar cosas, demoler viejas estructuras y sustituirlas por nuevas, una continua ofensiva, no en adecuaciones a la realidad, en actualizaciones con la realidad. Hay que ser valientes para pensar y creer en una sociedad distinta, verdaderamente justa, otra a lo que nos hemos acostumbrado, igualitaria, de gente educada, de mentes educadas, de moral y voluntad educadas, pero nuestros dirigentes ya hace rato que entregaron todo lo que tenían, hasta la vergüenza.