Todo Individuo o institución con una afección traumática o patológica aspira a su rehabilitación. En nuestra vidas siempre cabe –así está conformada nuestro imaginario colectivo- una visión realista (deber ser) y una visión novelesca (ser) de nuestras responsabilidades y deberes.
Una visión realista sobre la responsabilidad de un ser humano; hombre o mujer: directora o director elegida en un acto legitimo de elección popular o elegido a dedo; presidente o presidenta, elegido o elegida para representar cargos de elección popular en cualesquier institución, obtienen el compromiso y el deber de garantizar la reputación de la institución que representan. La visión novelesca, manipulada per se, permite zanjar el compromiso y el deber sin responsabilidad individual, colectiva e institucional. Supongamos que un vecino de la Gran Caracas denuncia una serie de anomalías; violatorias de normas, leyes y ordenanzas de convivencia ciudadana. Supongámoslo como una actuación sustentada en la contribución y la fascinación que ejerce la Revolución Bolivariana sobre este ciudadano raso. El ciudadano realiza una denuncia ante las instancias respectivas. Especulemos cual es la conducta de las instituciones involucradas en el hecho: ¡Recelemos de esta denuncia gritan las Juntas Parroquiales y una que otra Institución de Gobierno, ¡uniéndonos una tras otra de las instituciones involucradas para enfrentar al ciudadano! ¿Será un escuálido o un disociado? ¡Carajo! ¿qué será? Ah, ya sé: es un enemigo y como tal debemos tratarlo; no sin antes colocarnos al lado de los sujetos que violan las leyes, las normas y las ordenanzas; colocarnos al lado de los infractores estimula nuestros presupuestos y valida nuestra cultura corrupta. Todos saben los esfuerzos infra humanos que hacemos para vivir con nuestros salarios... nadie se compadece de nuestra dedicación, nadie… De acuerdo con esta visión novelesca, el idealismo y la ética son elementos huérfanos de la revolución y de algunos disfraces electos por votación popular.
Las instituciones padecen del mal de la consagración de figurantes, adheridos, a la crisis cultural que padecen las estructuras institucionales que gobiernan la República Bolivariana de Venezuela. Sentirse dueña o dueño... santo o santa; además de seña, de la estructura de gobierno del sistema político democrático, heredado por los partidos políticos Acción Democrática y COPEI –me refiero a ellos como los más emblemáticos de nuestra descomposición cultural- , une las cualidades malsanas de la descomposición gubernamental a una relación antagónica donde alternan: el diálogo estéril y una satisfacción jamás satisfecha: burocracia y corrupción.
La Revolución Bolivariana es un sinónimo de cambios necesarios y permanentes… ¿o acaso, la administración pública y los cargos de elección popular están siendo distribuidos como las mafias y los carteles diseñan la complicidad estructural de sus socios? Hoy, tal vez podríamos preguntarnos, ¿el por qué de la corrupción y la burocracia? También podríamos especular, ¿por qué, en su afán reverencial por el poder, y por la consagración sin límite ni
reglas, las instituciones del Gobierno, eligen el mundo de los adulantes y los “disfraces rojos” contrarrevolucionarios?
La Junta Parroquial como estructura del Poder Popular y las instituciones que no cumplen sus obligaciones están en el lado opuesto y diferencial de la revolución. Estas instituciones relacionan los ilícitos que se producen en La Gran Caracas de una manera absolutamente antagónica a los fines por la cual fueron creadas: control, supervisión y creación vs. complicidad, desidia y contrarrevolución. La relación que existe entre los ilícitos denunciados en cualquier Junta Parroquial y cualesquiera institución de Gobierno (no estoy generalizando) y un miembro cualquiera de la comunidad producen como acción de encubrimiento, la impunidad y el desacato. A la vez que la falta de autoridad engendra nuevo nuevos y sucesivos ilícitos.
Reflexionemos lo que acontece cuando un ciudadano común y corriente y las instituciones responsables de la supervisión de los procesos civilizatorios ordenados por la ley; reducen las normas, las ordenanzas y las leyes a la síntesis de lo fundado y de lo infundado que relaciona la vigencia de una acusación con los intereses del burocratismo, la corrupción y la falsa solidaridad.
¿La Junta Parroquial y las instituciones de Gobierno asumen las denuncias ciudadanas? ¿cómo las asumen? ¿cómo y quién supervisa la salud de estas instituciones? ¿La Junta Parroquial y las instituciones de Gobierno expresan, al menos, una palabra, una sola que explique la diferencia de principios y matices que relacionan las construcciones ilícitas en zonas residenciales y los cambios de zonificación por ellas permisadas? ¿qué conduce la cultura de gestoría estructurada para relacionarse con los ciudadanos? Las Juntas Parroquiales en particular y las instituciones en general se pronuncian por un procedimiento lento y sin memoria, corriente y vulgar, corrupto y burocrático: apelan a la pérdida de tiempo, a la descalificación, a la amenaza y a la soberbia que produce el cuanto hay p’eso en la cultura del funcionario público venezolano. ¡Ay! Los mil y un caminos de la burocracia son distribuidos como mordida en las gestorías elegidas a través del voto y el dedo.
La politiquería y las empresas políticas consagran espacios como órganos de representación -estructura clásica del sistema político democrático- cuándo el Proceso Bolivariano y nuestro presidente, determinan, la organización de las instituciones de gobierno en general, como unidades revolucionarias participativas: ¿es esto la omisión de un compromiso histórico con los pueblos revolucionarios o la Junta Parroquial y las instituciones de Gobierno no representan la Revolución Bolivariana?
El realismo entiende como personas simples y educadas, ambiciosas y generosas, aristocráticas y plebeyas ejercen una feroz manipulación (realista) de ese instrumento que reconocemos como institucional. Medio eficaz para fabricar héroes y destruir tontos afines a la élite que los armonios de Representación Popular y las instituciones representan. La contrarrevolución comprendió hace largo tiempo el lenguaje de los funcionarios deshonestos y los organizó consciente o inconcientemente como adversarios de la Revolución Bolivariana. Ellos, los funcionarios deshonestos, actúan como una cortina de excusas de los proyectos mediáticos que enfrenta la Revolución Bolivariana. Por lo tanto, es bueno reflexionar en el buen sentido de los cambios revolucionarios y preguntarnos: ¿a qué lado pertenecen en cuerpo y alma? ¿a las filas mediáticas de la oposición y sus voceros o a la revolución?
La Junta Parroquial y las instituciones representativas del Gobierno Bolivariano tienen un deber histórico con el pueblo y con la conformación del Poder Popular. Estas instituciones deben terminar con las anomalías y las irregularidades que arrastramos desde la Primera República. Combatir la corrupción es algo que debemos solucionar, iniciando cambios profundos como paradigma ejemplar de la de la Revolución Bolivariana y su protagonismo en la conformación y cimentación del Poder Popular.
Hoy, pienso que la vida de los elegidos a través del voto popular es vida de sacrificios; quien sabe, si un día, en el punto determinante del realismo, podamos intervenir y prever la solución de las anomalías que todavía nos atañen en un mundo tan cínico como el de la politiquería y las solidaridades inmediatas.
Transfigurar un conflicto entre la visión novelesca y realista de un penitente de la Revolución Bolivariana no es un halago a la inteligencia, es, una, mirada despectiva a la paciencia, ya que el mundo se equilibra sobra la intersección de las dudas.
La Junta Parroquial como estructura inmanente del Poder Popular y las instituciones de Gobierno, parecen arrastrarse sobre la síntesis, juzgando las dudas como condición irrestricta de los desequilibrios producidos por los malos gobiernos y sus representantes. Pero, por más que la corrupción y la burocracia sinteticen las dudas, al sumergirse en el pasado; doblegándose al antagonismo histórico de los desequilibrios estructurales del sistema político democrático. Por más que lo haga y justifique, lloriqueando y emulando el proyecto mediático de mercenarios como el mata curas y Miguel Ángel Rodríguez. Por más que sueñen con el retorno de la corrupción y la burocracia reglamentada por Los Estados Unidos. Por más que representen una realidad objetiva que debe revisarse y extirparse; hay que identificarlos como los antagonistas utilitarios del fascismo internacional y sus formas. Es bueno destacar que el único instrumento que poseemos a mano para especular sobre los ilícitos en general, sobre la Junta Parroquial, sobre las instituciones que gobiernan, sobre tantas otras cosas y sobre nosotros mismo, es la razón que complace al sentido común que incorpora la Revolución Bolivariana como aliado de control y supervisión excepcional de los cambios iniciados en diciembre de 1998.
La síntesis, es probablemente una de las cualidades de la caricatura y el dibujo humorístico, y ambos han sido utilizados de forma ingeniosa para abordar todo abuso de poder.
Goya en, ¿De qué mal morirá?, de la serie “Los Caprichos”, presenta a un asno examinando el pulso de un paciente: probablemente denunciaba a los profesionales de la medicina… ineptos y criminales de su época.
El Poder Popular no pretendo ser Goya, menos el asno...