El problema no son los hermanos del vecino país, pues es sabido que con nosotros conviven más de 5.600.000 millones de neogranadinos, a quienes no le reprochamos que ocupen plazas del mercado de trabajo que aliviarían al Estado venezolano a disminuir la carga en su política de pleno empleo. Con quienes en verdad tenemos diferencias gravísimas por razones de seguridad e integridad territorial, es precisamente con esa rancia oligarquía bogotana, la misma que en forma tramposa en 1833 intentó sacar provecho del leonino "Tratado Michelena-Pompo".
Siempre se ha dicho que el diablo paga muy mal, y lo decimos porque a esa oligarquía bogotana es tan ingrata y mal agradecida que nunca le hemos podido arrancar ni un gargajo. Es sabido que fue Hugo Chávez quien hizo esfuerzos para que hoy Colombia pudiera concretar un acuerdo de paz que pusiera fin a más de medio siglo de conflicto armado. Ahora bien; si en Venezuela existiera un gobierno maquiavélico y calculador, en ningún momento habríamos considerado conveniente servir de facilitador para resolver ese conflicto armado. Y porque sabemos que en cualquier momento podría producirse un desenlace bélico entre ambas Estado, es que decimos que la presencia de la guerrilla colombiana era el aliado natural en un enfrentamiento contra esa oligarquía cipaya que no mueve un solo dedo sin antes consultar con Washington. Ojalas no tengamos que arrepentirnos de haberle extendido la mano a ese ingrato vecino que históricamente no ha disimulado su vocación de lambucio y verdugo.
Señor Embajador de Colombia, háganos el gran favor de no regresar a Venezuela, porque con hedentina de los puputov, su presencia haría más insoportable la hediondez a excremento. ¿O me equivoco?