Desde todo punto de vista, es una bolsería ir a medirse en unas elecciones que solo brinda prerrogativas a quienes patean la mesa y desconocen descaradamente las reglas del juego democrático. De modo que hay que ser bien pendejo, para subir a un ring sabiendo que el contendor tiene metralleta en mano y no usa guantes de boxeo. Si evaluáramos la situación que nos ha tocado vivir en estos últimos años, fácilmente podemos concluir que Primero Justicia, Voluntad Popular y Acción Democrática ni siquiera le juegan limpio a sus seguidores, y mucho menos a los sagrados intereses de la nación. ¿Qué podría esperarse de unos arrastrados vende patria que se valen de todos los medios para tratar de regresarnos a la bochornosa condición de patio trasero de Washington? ¿Acaso no sería suicidarse en primavera, si por ingenuidad le confiáramos los destinos del país a quienes pretenden subastar nuestros recursos a precio de gallina flaca?
Y como el tiempo no pasa en vano y cada golpe nos ha hecho más listos, la inmensa mayoría de los venezolanos no estamos dispuesto a pisar conchas de mango, accediendo a unas elecciones en medio de un ambiente inhóspito que solo favorecería a los enemigos del poder popular, tal cual como ocurrió en Nicaragua, cuando EEUU financió a los mercenarios de la Contra para enguerrillar el clima política, creando así una tramposa matriz de opinión según la cual Daniel Ortega era la causa del conflicto que se solucionaba sacando de circulación al sandinismo.
Menos mal que venezolano soquete se muere chiquito, lo que explica porque la inmensa mayoría no está dispuesta a contarse en elecciones donde participen criminales fascistas. Qué digan que Nicolás Maduro es un dictador, lo mismo dijeron de Chávez. En fin, que quede bien claro: democracia no es parranda de chuco ni tampoco un club de bolsas.
