El próximo 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha ecológica que invita a despertar el interés colectivo, por el cuidado de los recursos naturales que ostenta el planeta Tierra, y por el resguardo de los ecosistemas que nutren el corazón de la Pachamama.
Sin embargo, las protestas de calle en Venezuela por la clásica discrepancia política, han repercutido negativamente en la preservación del entorno natural, que delimita la hermosísima geografía del tricolor patrio bolivariano.
La tala indiscriminada de árboles en los pueblos y ciudades venezolanas, para solidificar la estupidez ideológica de las manifestaciones populares, han elevado drásticamente la tasa de deforestación en Venezuela, especialmente en las zonas urbanas de los principales estados del país.
Caracas, Zulia, Miranda, Anzoátegui, Lara, Mérida, Aragua, Carabobo y Monagas, se están quedando con las piedras de una flor pisoteada en la carretera, y se están acostumbrando a maldecir la belleza de una orquídea todopoderosa.
Sorprende observar la insensibilidad del venezolano, que castiga al medio biofísico buscando rentabilizar la ignorancia.
Destruir arboledas por capricho, para adornar las barricadas de las llamadas "guarimbas", demuestra la indiferencia ambiental de la ciudadanía criolla, y exaspera el sentimiento de culpa en el alma de la Madre Naturaleza.
Nos preguntamos: ¿Por qué siempre pagan justos por pecadores? ¿Qué culpa tienen los árboles de la crisis política venezolana? ¿Por qué el delito ecológico es evadido por las leyes vigentes? ¿Cuántos años tarda una semilla en brotar la sabiduría? ¿Por qué los asesinos sonríen con las manos ensangrentadas?
Los machetes, las motosierras, los cuchillos, las patadas, los codazos, las balas, las cenizas, la histeria, y el pandemónium.
Legendarios árboles que representaban la historia viva de Venezuela, terminaron siendo la madera vulgarizada de un ambidextro ecocidio.
Recientemente, Simón Bolívar tuvo la mala suerte de toparse con un joven encapuchado, muy cerca de su residencia en el municipio Libertador del estado Mérida.
El joven encapuchado de la oposición venezolana, intentaba talar un frondoso Araguaney, para usarlo como obstáculo en la protesta de calle.
Bolívar le preguntó con amabilidad al joven encapuchado: ¿Qué culpa tiene ese Araguaney de la crisis venezolana?
El joven encapuchado le respondió: "Cállate hijo de puta".
Nuevamente Bolívar le preguntó al joven encapuchado: ¿De verdad piensas que tumbando un Araguaney vas a tumbar al gobierno?
El joven encapuchado sacó una pistola, y le apuntó directamente al pecho de Bolívar.
Por suerte, la novia del encapuchado pudo controlar la rabia de su novio, y le dijo a Bolívar con desesperación: "Doctor váyase de aquí, que José está arrecho".
Para proteger su humanidad, Bolívar decidió alejarse del loco y sus locuras.
Al día siguiente de la manifestación, los ojos de Bolívar visualizaron sano y salvo al hermoso Araguaney. Fue una verdadera sorpresa su triunfo. Pero había una franelilla manchada de sangre en su tronco, y muchísimas piedras dispersas en el suelo del malecón.
Los vecinos le contaron a Bolívar, que otro grupillo de guarimberos llegó a la manifestación, con la intención de talar el mismo Araguaney de la discordia, y así trancar fácilmente las calles de su comunidad.
Todos los guarimberos se pelearon salvajemente en la calle, y gracias a un aguacero que cayó justo en ese momento, los delincuentes tuvieron que abandonar el lugar, y no pudieron talar al frondoso y amarillento Araguaney.
Sería muy fácil culpar a la gran oposición venezolana, por el clima de violencia ambiental que se inhala y se exhala en la atmósfera de Venezuela, pues los opositores de la paz fueron capaces de talar más de 5000 árboles, durante las protestas callejeras sufridas en el territorio venezolano a principios del año 2014.
Pero la grave ausencia del conservacionismo en Venezuela, supera la desobediencia civil de los blancos, de los rojos, y de los negros.
La probabilidad de que la derecha venezolana siga talando ilegalmente los árboles venezolanos, es igualmente proporcional a la probabilidad de que la izquierda venezolana, también decida en un futuro cercano talar ilegalmente esos árboles venezolanos.
Revolucionarios y escuálidos. Adecos y copeyanos. Caraqueños y magallaneros. Reguetoneros y letrados. Cristianos y ateos. Homosexuales y heterosexuales. Guerrilleros y pacifistas. Perros y gatos.
Todos somos culpables de la legendaria violencia ambiental venezolana, porque nunca recibimos el privilegio de la Educación Ambiental, durante la formación académica obtenida en los centros educativos públicos y privados.
En los salones de clases de Venezuela, siempre se aprende a fumar, a llorar, a cebar, a penetrar, a vomitar, a correr, a comprar, a bostezar y a robar.
En los salones de clases de Venezuela, nunca se aprende a sembrar un árbol, a reciclar la basura, a ahorrar el agua potable, a disminuir el consumo eléctrico, a mirar la luz del sol, y a encariñar el genio con una mascota.
Los inocentes niños venezolanos que jamás recibieron la educación ambiental en sus casas de estudio, ahora son tremendos criminales universitarios que talan los árboles de sus comunidades, para demostrar que las neuronas se atrofian con la tiza del pizarrón.
Los tremendos criminales universitarios que jamás recibieron la educación ambiental en sus casas de estudio, ahora son la mediocridad de una gentuza venezolana que golpea con fuerza una cacerola, para exigir cambios drásticos en la arquitectura gubernamental de la soberanía prosódica.
La mediocridad de la gentuza venezolana que jamás recibió la educación ambiental en sus casas de estudio, ahora son los hijos de los padres que aprendieron de sus abuelos, a talar todos los árboles autóctonos para reclamar el atropello de los derechos humanos.
Aunque usted no lo crea, los árboles son seres vivos tan mortales como nosotros. Nacen, crecen, y mueren. Necesitan amor, necesitan oxígeno, necesitan espacio. Se enferman, se desilusionan, y se marchitan. Trabajan, comen, y descansan.
Los árboles no son bachaqueros, no son malandros, no son envidiosos. Ellos no queman tu hogar, no se burlan del muchacho inválido, y no gritan de madrugada.
Veamos la película "Plegarias para Bobby", y cambiemos de mentalidad.
Los árboles nos regalan la sombra en época de calor, nos regalan un techo en época de lluvia, y nos regalan el sustento en época de escasez.
A los árboles no les importa el poder de una constituyente, no les importa el poder de un revocatorio, y no les importa el poder del poder.
El árbol es un maravilloso regalo de Dios, que nos ayuda a comprender el significado holístico de la existencia. Amigo fiel y valiente que abraza la esperanza, mientras el Mundo nos aplasta la última hoja de esperanza.
Cuando decidimos usar los árboles como herramientas para la perversión social, estamos enfureciendo el espíritu santo de la santísima Trinidad, y debilitamos el equilibrio ecológico de toda la población venezolana.
Los venezolanos que exigen la libertad, deben prenderse fuego en las calles, deben inmolarse en esas calles, y deben ser las barricadas de su propio destino.
Seguro que con la madera de los funestos árboles talados, haremos una bonita urna para enterrar el sinsabor de la violencia, que por desgracia seguirá siendo el camino, la verdad, y el pan de todos los venezolanos.
Desde nuestro cibermedio Ekologia.com.ve, pedimos luces de conciencia en la oscuridad de Venezuela, y ocho estrellas que brillen por siempre en el Universo.