Tiempo de tormenta y de ratas abandonando el barco

Es viejo y sabido que cuando la tormenta arrecia las ratas huyen del barco para tratar de ponerse a salvo, aunque en realidad casi siempre consiguen una tragedia más cierta al saltar. Para ellas, enceguecidas por la cobardía y el oportunismo, el acto de saltar, de irse a un lugar distinto a aquel en donde se configura el problema, lo resume todo.

En el caso de Venezuela y los recientes acontecimientos políticos protagonizados por el fascismo, que con una minoría incendiaria y homicida ha construido un itinerario de muerte, sabotaje y tragedia y ha tejido meticulosamente una subjetividad en la que pareciera que el chavismo ha llegado a su fin, configurando con ello una idea de fragilidad y de crisis que se expresa más en la percepción que en la realidad misma.

Ha sido exitosa la construcción de esa idea de fatalidad para el chavismo y de esperanza de alborada para el antichavismo, en el sentido de que ha logrado profundizar la apasionada idea de victoria en los primeros, y de dolorosa derrota en (cierto sector) los segundos.

Las escaramuzas de cierto sector de la clase media alta, el planificado tejido de cierre de avenidas y las muy escogidas declaraciones de funcionarios de alto nivel de gobiernos e instituciones extranjeras ya curtidos en tan deleznable oficio, produjeron el efecto esperado y ya históricamente ensayado y probado en diversas latitudes. En la militancia opositora se renovó la fe en la caída del gobierno y en los sectores oportunistas del chavismo se encendieron las alarmas y varios decidieron ponerse a salvo antes de que, según ellos, esto se venga abajo.

Alguna gente no se cansa de sorprenderse ante estos hechos que se presentan plenos de lógica y pese a que algunos insisten en verlos como expresión aislada y como acontecimientos novedosos, lo cierto, es que son acciones planificadas por la oposición que se han venido articulando desde el momento mismo en que Hugo Chávez arribó al poder. Para los escuálidos, estos acontecimientos son una fase más de un viejo e irreductible proyecto de la oligarquía para desalojar al pueblo del poder y en tal empeño no cejará nunca porque la existencia del chavismo le es antagónica y en el combate contra el pueblo será siempre irreconciliable.

No hay novedad en lo que ocurre en Venezuela, sólo una fase más, sólo una nueva arremetida de un infame e histórico proceder político de quienes hoy queman gente viva por el hecho de ser negros, por feos y por chavistas, pero que en otros tiempos y latitudes quemaban por pensar distinto, por creer en otros dioses o por no obedecer ni creer en reyes o reinas. Este tipo de intolerancia, de maldad política, deriva de una idea de creerse únicos en el derecho a gobernar y manejar a su antojo vidas y destinos de quienes ellos reconocen el derecho a la existencia sólo en la medida en que puedan servirles.

La existencia del pueblo, para la oligarquía, se explica sólo en la medida en que configura su ejército de servidumbre.

Para esta nueva arremetida de la oligarquía, sus amos imperiales y los servidores de ambos, la idea de crear la crisis pasa por crear, en primer lugar, la idea de ella. Esta percepción afiebrada la han logrado satisfactoriamente, porque pese a que son sólo minorías las que atosigan la tranquilidad ciudadana; no obstante, han logrado imponer la idea de que el país se está cayendo a pedazos.

El fascismo internacional sólo ha logrado movilizar en Venezuela a grupos de élite, que aún molestan porque el gobierno lo permite. Ya ha quedado claro que las manifestaciones violentas de la oposición pudieran resolverse policialmente en algunas horas.

En realidad, no hay tal crisis, sólo la lógica y esperada dinámica que debe enfrentar un gobierno y un pueblo que decidieron tomar el cielo por asalto pero que en tal operación parecieran haber descuidado cosas vitales como la producción alimentaria y armamentística.

Creer que el imperio nos venderá alimentos que nos nutrirán para luchar contra él y sus aliados, parece un acto de ingenuidad o de redoblado simplismo.

En estas nuevas refriegas algunos ven mares enfurecidos cuando realmente lo que hay son vientos leves golpeando a babor. Las ratas, desesperadas, no quieren correr riesgos y ya han saltado y seguirán haciéndolo, evidenciando que a lo largo de 18 años se ha implementado, desde el gobierno, una política de captación de dirigentes que en algunos casos no ha privilegiado lo ideológico sino lo personal, lo afectivo y hasta lo familiar.

La mayoría de las deserciones ha sido cometida por personas que ejercieron su papel de "revolucionarios" desde una designación gubernamental, es decir, son revolucionarios que sólo se han probado en el ejercicio de un cargo y en el disfrute de prerrogativas. "Revolucionarios" que nunca enfrentaron a ningún gobierno, que no fueron perseguidos ni torturados por nadie y que, expertos en el voceo de consignas han ido de trabajo en trabajo en su papel de "dirigentes". Muchos de ellos, o ellas, con antecedentes muy claros de militancia con el enemigo en universidades, instituciones, liceos etc. y que hoy se presentan como experimentados combatientes.

No tiene nada de extraño que esta fauna huela la mar picada y se lance a estribor, buscando nuevos destinos y con gran disposición para cumplir con nuevas tareas en lo que, según ellos, será el nuevo orden de cosas para construir, con sus verdaderos aliados y amos, posibilidades de horror y explotación para el pueblo venezolano.

Muy pocos son los casos de cuadros revolucionarios probados antes del surgimiento de nuestro comandante, que han abandonado el barco. En tales casos ha resultado muy doloroso ver como abandonan al pueblo en su lucha por la liberación. Duele hasta en el alma, profundo, valle adentro de la piel, ver a compañeras y compañeros que históricamente estuvieron al lado del pueblo y sus luchas, y que hoy sin pudor alguno pasan a militar junto a quienes hasta ayer eran sus enemigos antagónicos. Hay putrefacción en esas almas que, supongo, ahora rinden culto a san imperialismo.

Por mi parte, en este tiempo de verdugos persiguiendo al pueblo, ratifico mi convicción revolucionaria, reitero mi militancia chavista, ratifico la militancia en el psuv y mi lealtad al compañero presidente Nicolás Maduro.

En tiempos de problemas y agresiones de la derecha, lo que se impone es la lealtad y el fortalecimiento del compromiso con el pueblo. No es tiempo de fragmentaciones sino de construir unión indestructible.

Se impone la construcción de un gran frente contra el enemigo histórico y se hace necesario postergar las diferencias internas y asumir con pasión irreductible la defensa de la patria, del pueblo y del gobierno.



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Miguel Mendoza Barreto


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