Todo cuando tocan los adecos o sus derivados, termina siendo una tragedia, y a veces pudiera ser hasta macabro. Como en las tragedias griegas, Diógenes Escalante en sus mocedades jamás se imaginó que al dejarse influir del liberalismo amarillo que profesaba su progenitor, también se estaría predestinado a la fatalidad. Veamos porque decimos esto. En 1945, factores de poder habían acordado la candidatura de consenso, como fórmula para garantizar la continuidad del hilo constitucional. Y pensando en una salida conciliatoria que evitara que fuera fáctica la salida a la crisis existente, surge el nombre del doctor Diógenes Escalante, quien para el momento se desempeñaba como Embajador de Venezuela en Washington. En un comienzo el candidato tachirense que propuso Medina Angarita, también recibió el respaldo de Acción Democrática, agrupación política que el Presidente Medina había autorizado su legalización. Transcurrido el tiempo los hechos le dieron la razón al Gral. López Contreras, cuando con el fin de mantener la paz decidió que los adecos hicieran vida clandestina bajo las siglas del PDN. Desde entonces, se dijo que adeco bueno se muere chiquito.
Y confirmando que esa pava macha de los adecos no perdona ni siquiera a los hombres buenos, el 3 de septiembre de 1945, Escalante había sido citado al Palacio de Miraflores para reunirse con el Presidente, el gabinete del gobierno y la dirigencia del PDV. Ese día, correspondió a su secretario privado, Ramón J. Velásquez hacer llegar la convocatoria a Escalante, quien estaba hospedado en el Hotel Ávila de la urbanización San Bernardino. Pero preocupados por el retardo de Escalante en la comparecencia a la reunión, se hizo necesario que el Jefe de Edecanes del Presidente, Coronel Ulpiano Varela y el Ministro del Interior Arturo Uslar Pietri se comunicaran con Velásquez, quien sin disimular su asombro les informo que había notado algo muy raro en el comportamiento del político y que todo indicaba que no andaba bien de la chaveta. Por esta razón, se solicitó la opinión especializada de una Junta Médica que certifico que Escalante estaba impedido para ejercer la presidencia. Semanas después se produciría el golpe de Estado que ya los adecos habían comenzado a cocinar el 6 de julio en la casa del doctor Edmundo Fernández.
Traigo a colación el caso de Diógenes Escalante, porque últimamente observamos mucho nerviosismo y respuestas incoherentes de la Fiscal General. Y aunque la psiquiatría no sea mi especialidad, sin embargo no deja de causarnos asombro que la máxima acusadora del Estado se lava las manos como Poncio Pilatos, mientras los terroristas siguen muertos y paseándose como Pedro por su casa. ¿Acaso más de 80 muertos y 1500 heridos, no son suficiente para que el Ministerio Público tome cartas en el asunto?
En razón de esta dramática y dolorosa realidad, se espera que el TSJ como máximo tribunal de la república adopte una pronta decisión que ponga orden en casa, porque mientras Luisa Ortega con su descarada inacción pontifica el delito, el terrorismo sigue causando daños a las personas y sus bienes. ¿Y será por esto que dicen que cada loco con su tema?