Binóculo Nº 292

CHINA, ESTADOS UNIDOS… y venezuela

No suelo dedicarme a la interpretación de los hechos internacionales porque hay demasiados problemas a lo interno, por lo que decido dejarles ese menester a articulistas maravillosos de la talla de Julio Escalona, Aram Aharoniam, y el ahora muy esporádico Yoel Pérez Marcado, que sin duda escriben y analizan mejor que yo. Pero como Marx me enseñó dialéctica y materialismo histórico, y a entender que los hechos no son aislados, no puedo perderme comentar ese encuentro entre los dos poderosos colosos que tienen en vilo el destino de la humanidad. Porque, además, el viaje de Trump a China, es absolutamente distinto al que hiciera Richard Nixon en 1972, 45 años atrás; y porque, por otra parte, con toda seguridad en este encuentro estuvo en esa agenda el tema Venezuela.

En tiempos de Nixon, las trasnacionales estadounidenses, ávidas de expansión, necesitaban penetrar el mercado chino (no es cualquier pendejada vender un millón de hamburguesas diarias) y para eso fue Nixon, no solo a buscar el mercado, sino mano de obra barata. China aún estaba en un plan de readecuación del poder político bajo las égidas de Mao Zedong, Zhou Enlai y Lin Piao recientemente "fallecido". Faltaba mucho para la famosa purga de la "Banda de los Cuatro" y la declaración posterior de Deng Xiaoping: "Un país dos sistemas".

45 años después Estados Unidos regresa a China con el rabo entre las piernas, porque la ahora economía más poderosa del mundo, es además, propietaria del 75% de la deuda externa del Big Brother, un país que comenzó a acusar el castigo mundial luego de la derrota en Vietnam cuando se descubren sus dificultades económicas y la emisión de dólares que no valían ni siquiera el físico en que se estaba imprimiendo; pero que en los últimos diez años viene sufriendo un revés tras otro, además de perder aliados incondicionales de otrora. Resultó incluso un tanto extraño que de ese lenguaje casi escatológico que Trump uso contra China en muchas oportunidades, al pisar suelo asiático, se comportó como una celestina ante Xi Jinpin. Seguramente, a pesar de su torpeza, sus asesores le explicaron bien que literalmente China los tiene agarrados por los guevos y que hasta ahora no ha aparecido alguna forma de zafarse. El gigante asiático no solo tiene ahora la economía más poderosa del mundo, sino una de las tres fuerzas militares más poderosas, además de ser uno de los diez países más grandes mundo y tener mil millones de habitantes más que Estados Unidos. Aunque, a decir verdad, las guerras de hoy día las ganan quien tenga más misiles. Por eso siempre me rio mucho de los militares tercermundistas creyendo pendejadas de su supuesto poder. El que compra armas no tiene poder, más que para reprimir al pueblo que deberían defender.

Yo veo este encuentro como una especie de Yalta, pero sin Rusia y sin Inglaterra. Una nueva redimensión del reparto del mundo, bajo otros parámetros, tomando en cuenta que hay varios países con poder nuclear y que las economías juegan un papel clave en todo este desbarajuste mundial. China ha sido extremadamente cuidadosa en su diplomacia, para que por ningún motivo se le vea como una potencia expansionista ni entrometida. Y una de sus grandes virtudes, es jugar con todos, pero sin comprometerse con ninguno. La salida elegante de Xi con respecto al caso Corea del Norte frente a Trump, fue una clase magistral cuando dijo más o menos, dejemos que ese barullo lo resuelva el Consejo de Seguridad de la ONU.

Eso nos lleva al punto crucial: ¿de qué carajo hablaron entonces?

Ya sabemos que China, a pesar de sus casi diez millones de kilómetros cuadrados, no tiene en sus entrañas muchas de las materias primas que tienen otros países, pero que son fundamentales para los próximos cien años. Y también sabemos que, por razones culturales, geográficas y económicas, sus aliados naturales serían los países asiáticos, aquellos que Mao llamó los "Tigres de papel". En honor a la verdad ya había utilizado la frase contra Estados Unidos cuando su acuerdo con la antigua Unión Soviética, cuando Nikita Khrushchov le respondió, pero tiene dientes nucleares.

Y por otra parte, Estados Unidos necesita recomponer su patio trasero. Es decir, regresar por otros medios y bajo otras premisas a la vieja política del Big Stik de Teodoro Roosevelt de 1901. Es parte del reacomodo del mundo, en el que, por cierto, aunque nos neguemos a aceptarlo, seguimos teniendo quien negocia y decide por nosotros. Claro, con muchos eufemismos para disfrazar la verdad. Pero es necesario analizar ese encuentro y sobretodo entender lo que dijo China, para poder calibrar lo que va a ocurrir en tiempos no muy lejanos con nuestro país.

Allí se inscribe Venezuela. No porque los venezolanos seamos importantes para ninguno de ellos. Ni porque a ninguno les importe el sistema de gobierno o si la gente en Venezuela se muere de hambre. Tan imperialista es uno como el otro. La diferencia real entre chinos y gringos, es que éstos hablan un idioma que entendemos menos, pero le importamos lo mismo que le importábamos a los gringos: nada. ¿Por qué aparecemos y apareceremos en todas las reuniones de los poderosos y los organismos internacionales meterán sus cochinas narices hasta lo más hondo? Porque además del excremento del diablo, Venezuela tiene los otros cuatro tipos de oro por los que habrá guerras en los próximos cien años, si es que llegamos allá: además de petróleo, el oro amarillo que es el metal precioso y probablemente estén las mayores reservas del mundo, el oro azul como es conocido el Coltán porque su color es negro azulado y Venezuela es uno de los cinco países con las mayores reservas, el oro blanco que es el Litio, un mineral, componente clave en casi todo lo que se fabrica de alta tecnología; y lo que ahora algunos llaman el oro cristal que es el agua dulce. Hay que sumar allí torio, uranio, madera y paremos de contar. Por si fuera poco, Venezuela es la entrada a América del Sur por el Mar Caribe, ubicada al lado del Canal de Panamá cuya posición geopolítica es envidiable.

Y además tiene 32 millones de pendejos que nos creemos cualquier vaina que nos dicen. Somos como la carajita que está bien buena. Ella espera y sueña con su príncipe azul, pero todos los que llegan lo que quieren es darle matarile. Es un lenguaje prosaico, pero es la verdad. Todavía discuto con camaradas convencidos de que los dirigentes del país de Mao, son camaradas. Si claro, pero como los del Psuv que se ponen camisa roja y tienen a Chávez en la boca. Más nada.

No tengo ninguna duda del zafarrancho que se nos avecina. Pero ya sé que el gobierno está buscando un vocabulario adecuado para explicarle al país por qué carajo va a hacer acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) el enemigo Nº 1 de Chávez. Y eso solo tiene una explicación: se necesita con urgencia mucha liquidez para asumir la crisis, incluyendo pagar la deuda externa que pasó los 182 mil millones de dólares. Y el encuentro Xi-Trump, nos deja sin ningún aliento.

Lo único que podría salvarnos de eso es que agrave la crisis de Corea, o que el tema Irán-Arabia Saudita, tome ribetes realmente violentos. El Líbano está en el medio, pero Hezbolla es un hueso muy duro de roer. Cualquiera creería que Venezuela está muy lejos de todo eso. Para nada. Está ahí mismito, a pata´e mingo.

Caminito de hormigas…

La Policía de Carabobo no ha cobrado los tres últimos aumentos decretados por Nicolás. Los jubilados llevan años esperando el pago de sus prestaciones. Cómo no va a haber delincuencia en ese cuerpo policial… El Consejo Legislativo de Carabobo ha aprobado tres partidas para el botadero de basura de Valencia. El problema es que nadie sabe ni siquiera dónde se está construyendo



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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