Al enemigo puente de plata con un agujero para que caiga al rio

Encontrar la serenidad es una tarea como para volverse loco, pero pasado el medio cupón uno aprende a ver y a verse, entiende que la revolución no es una tormenta sino un rio majestuoso y fecundo, y la lucha final puede durar lo que dure.

En esta edad en que comienzo a despedirme de árboles y flores, de la montaña amada, de la mar por décadas surcada, del cielo donde aprendí a volar y trabajé contento, de los camaradas sobrevivientes de mi tiempo, no me faltan placeres y alegrías, relámpagos de amor e infinitas ternuras…pero, lo confieso, estoy muy lejos de ser perfecto: me deleito en la maldad viendo el mal ajeno cuando al enemigo aqueja. Para decirlo en criollo, gozo viendo a la derecha venezolana desguañingada: Freddy Guevara masticando su derrota en la Embajada de Chile, Ledezma refugiándose en Madrid, María Corina Machado en su despechada soledad del odio, los idiotas de Miami agusanados, los pendejos del Perú olvidados, la corte de los milagros de la MUD pidiendo caridad en Washington, Manuel Rosales fingiendo que alguien lo toma en serio, Andrés Velásquez el vendido pagando por venderse sin que lo compre nadie y, no podía faltar, el bufón Capriles haciendo señas para que no lo olviden. Todos acabados. ¡Bien hecho, plátano jecho!

Parafraseando a Churchill, esto no es el fin de la contrarrevolución, ni siquiera el principio del fin sino apenas el fin del principio, pero qué placer enterarme que a Yon Goicoechea y a las familias de Leopoldo López y Capriles les han concedido, como premio de consolación, la nacionalidad española; qué placer ver a Borges y a Florido quitarse las máscaras humanas y agotar la infamia pidiendo por el mundo que le hagan daño a Venezuela. Qué placer ver al malévolo equipo de la Mesa de Unidad Democrática, antes Coordinadora Democrática, caerse en pedazos ente nuestros ojos.

Pero mi malsana alegría no está completa: a Ramos Allup no le entra ni coquito. El desguace de la MUD parece no afectar al viejo zorro, que sigue igual que en 1975 cuando era secretario general de Acción Democrática, conservado en formol parlamentario, practicando el arte de caer siempre de pie, conspirando contra todos sin lealtad con nadie, sin ser ni una cosa ni la otra sino todo lo peor, adeco siempre. Este caimán de la laguna oculta, hace medio siglo que aspira a la presidencia y hoy cree que la tiene cerca.

Será en esa pretensión, me digo, donde Ramos Allup nos dará la alegría de su gran final, cuando el pueblo le pase factura general por cómplice en los crímenes de la Cuarta República y particular por la bajeza y pifia histórica de expulsar de la Asamblea Nacional los retratos de Simón Bolívar y Hugo Chávez, alfa y omega de la nacionalidad y la revolución. Una pifia histórica, propia de la prepotencia adeca, que nació de su envidia de esos hombres amados por el pueblo y admirados por el mundo, que cambiaron la historia de América Latina. Además de ser "grosero, abrasivo, arrogante y puntilloso" (como lo llamó un embajador gringo), Ramos Allup tenía entonces la urgencia de lucirse en su nuevo cargo de presidente del parlamento y ganarse la simpatía de los escuálidos ofreciéndoles una miserable revancha contra el Comandante Inmortal, insultando a la grandeza y escupiendo al cielo para ofrecer a la burguesía sus servicios de guachimán y tiranuelo democrático.

Es posible, me advierten, que Ramos Allup no caiga nunca porque nunca se elevó, siempre aplastado como una cucaracha bajo la dura suela de la historia. Porque nunca dejará de ser, colmo de la vileza, un político profesional y tradicional de la vieja guardia. Qué lástima, porque me hubiera gustado verlo ir a comer chayota a Costa Rica, aunque quizás el destino le reserve algo peor.

Y aquí debo referirme al "puente de plata" título de esta nota, y decirles a los indignados por la "fuga" de Ledezma que con su ausencia nos ahorramos una lloradera internacional por la salud del alcalde mata-viejos y masacrador del Retén de Catia. Para el vampiro Ledezma no hay paredón ni perdón, porque carecen nuestras leyes de castigo suficiente para semejante personaje, y es mejor darle puente de plata con un agujero para que caiga al rio. Para que desaparezca de una vez por todas. Que él y los demás se vayan, con sus pleitos de poder y sus traiciones, y se incorporen al gobierno de los muertos-vivos que los gringos están formando en el exilio.

Tanto daño hizo esa gentuza de derecha durante 17 años, que terminó cayendo bajo el peso de su deshonra y nos da el gusto de ver su ruina. Quizás algún día un historiador recoja los pedazos, pero ahora, gracias Venezuela por favor recibido.



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Eduardo Rothe


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