Con un inconsistente eufemismo que pareciera más bien la opinión de un trasnochado, el Vicepresidente del PSUV volvió a mentir cuando habla de victorias inexistentes. El 15 de octubre el oficialismo perdió cinco importantes gobernaciones, y en otras entidades la diferencia del resultado fue casi de fotografía pues el chavismo ya no puede hablar de palizas. Si examinamos la curva descendentes que se observa en las recientes elecciones, precisamos que el oficialismo ha ido perdiendo cada vez más parcelas de simpatías en el universo electoral, y que con seis millos de voto que obtuvo en la elección de gobernadores no hay motivo para que su cúpula se sienta con chance de ganar el torneo presidencial pautado para el 2018. Imagínense amigos lectores el tremendo desastre que significaría para el chavismo si nuestro sistema electoral contemplara el balotaje o segunda vuelta.
Como una absurda manía que no convence ni a los retrasados mentales, Diosdado Cabello volvió a echarle la culpa al imperio de todos los errores cometidos por la actúan administración, cuya conducción no sabemos si quien la dirige es Maduro, o sin son los grupos glotones de poder que le están latiendo en la cueva al tambaleante inquilino de Miraflores que está a punto de quedar guindando de la brocha. De modo que no se extrañen que en los próximos meses, sean sus propios compañeros de ruta quienes le sugieran a Maduro que desista de la reelección por considerar que su impopularidad crece como tumor maligno.
En cuando a las elecciones municipales del 10 de diciembre, se estima que serán un termómetro para medir las posibilidades que tiene este mal llamado socialismo del siglo XXI que nos quitó dos comidas de la dieta diaria y que cada vez insiste en rematarnos con erráticas medidas económicas que no dan pie con bola. Por eso muchos nos preguntamos cual fue mal que hiciéramos los venezolanos para merecernos semejante castigo. O estamos atenidos de que a cada cochino le llega su sábado.