América Latina, se encuentra en transformación histórica y, las grandes Corporaciones de capitalización y productoras de materia prima deben favorecer a pequeñas empresas de la región y, en una tendencia sincronizada busca aliviar las finanzas públicas en el país Las buenas noticias no acaban aquí, 2018 es un año prometedor para la región principalmente por tres razones. En primer lugar, es probable que las condiciones macroeconómicas en LatAm, continúen mejorando debido a la reactivación de la actividad económica, el ajuste de los déficits fiscales y comerciales y la disipación de choques temporales que afectaron el nivel de precios. Segundo, el eterno enemigo de las monedas latinoamericanas parece que seguirá ausente, el dólar estadounidense no se fortalecería debido a que no se espera subidas agresivas en tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos pues la inflación en la primera economía del mundo puede que tarde aún más en llegar debido a cambios estructurales como el impacto de la tecnología en el nivel de precios. Por último, la demanda de activos de la región por parte de inversores internacionales buscando rendimiento y diversificación en un entorno de bajas tasas de interés a nivel global y abundancia de liquidez, juega un papel determinante al momento de invertir alrededor de América Latina.
El año 2018 no está exento de riesgos y para Latinoamérica la turbulencia la generará principalmente las elecciones presidenciales en Colombia, México y Brasil en los meses de mayo, julio y octubre respectivamente, poniendo a prueba las reformas estructurales que requiere la región y la continuidad de políticas amigables con el mercado pues existen posibilidades que partidos diferentes al statu quo lleguen al poder. Esta incertidumbre inyectará volatilidad a los diferentes activos de la región. Posiblemente las monedas se vean presionadas con un sesgo a la depreciación, la lateralidad vista en el índice Latin America Currency Index de JP Morgan que finalizó el año 2017 con una valorización cercana al de 0,6% se verá amenazada. El camino pinta agradable, pero mientras se tienen más objetos en el radar solo hay que ajustarse los cinturones.
Cuando se habla de la relación entre economía y política se entra en un terreno muy diferente al de la Economía Política que nos enseñaron, Smith, Ricardo y Marx. Esa tenía que ver con los fundamentos de la moral en la creación y la distribución de la riqueza, temas de fondo, que está ligados a la visión productiva de la sociedad. Cuando se habla hoy en día de economía y política, particularmente en el contexto de la actual campaña presidencial, se habla de fórmulas mecánicas que prometen lo candidatos para que el país salga de impase en el cual se encuentra a raíz de la caída del precio del petróleo (ahora en recuperación) y del despilfarro del gobierno
Venezuela, esta muy por debajo de Colombia, México y Brasil, reflejando un gran desafío y se espera un cambio de gobierno.
A pesar de la difícil coyuntura que no logra reducir las tasas de desempleo, ni reactivar la economía, los candidatos no han sido capaces de formular una visión económica de la sociedad y están enredados en la estéril discusión de lo que sería la primera de probablemente varias reformas tributarias que se darían en caso de ser elegidos. En un país en crisis y con enormes niveles de evasión e informalidad es claro que sostener el "función social" de la que habla la constitución obliga a meterle la mano al bolsillo a los pocos que producen y que decidieron transitar por la formalidad.
Me refiero primero al tema fiscal porque este refleja claramente esa disociación entre economía y sociedad. Colombia tiene un recaudo de impuestos como participación del PIB bajo comparado con la mayoría de los países de la región y desde luego con los países ricos. Venezuela es el despilfarro y la cubanización. No obstante Colombia posee una de las tasas impositivas más altas con impuestos absurdos que no existe en pocos países como rentas presuntivas, y altas tasas sobre las ganancias. Porque si cobramos tanto recogemos tan poquito debería ser la pregunta que se deben hacer los candidatos. La respuesta a esta inquietud no está en una fórmula mágica de ordenamiento tributario, ni en el populismo tributario que estamos observando por parte de algunos candidatos que se olvidan que la gran mayoría no paga impuestos. Y, en el caso de Venezuela observamos la gravedad del populismo.
El problema es la forma en la cual esta organizada la sociedad alrededor de la economía, y como nos enseña la Economía Política, lo que sucede en el ámbito económico está relacionado con lo que sucede en el resto de la sociedad. Si 5% o 10% del PIB (nadie sabe) de la actividad económica la generan las actividades ilegales tales como el tráfico de drogas, el contrabando, la corrupción, etc. Es evidente que ese porcentaje no tributará así hagamos 20 reformas tributarias. Si la mitad de las personas registradas como empleadas están en la informalidad es claro que estos tampoco tributan. Si el principal cáncer de la sociedad es la corrupción a nadie escapará que la evasión de impuestos estará en la cabeza de la lista de los delitos.
En estas circunstancias a futuro, el estado no podrá pagar la seguridad social (pensiones, salud etc.) lo cual es su deber, y el problema no podrá resolverse con una nueva reforma tributaria. No he escuchado a ningún candidato que nos plantee como debe ser la organización de la sociedad que permita resolver ese impase. Como podremos recaudar más, bajando los impuestos, como podremos atender mejor las obligaciones del estado gastando menos y con mayores eficiencias, como podremos incentivar la producción y el empleo sin crear una cadena de privilegios, como podemos construir una sociedad más igualitaria en el país con mayor inequidad.
Ante la próxima contienda electoral el clima político colombiano y venezolano, está que arde con la funesta polarización a la que nos han llevado. Pero en medio de ella, además, los cartageneros y bolivarianos, todos -los nacidos y los residentes- permanecemos atascados en la incertidumbre de una ciudad aparentemente viva por una temporada turística a la que se debe la dinámica económica, pero casi muerta por unas precarias instituciones y una frágil gobernabilidad.
Lo que cabe, sin desentendernos de lo nacional, es meternos de lleno desde hoy mismo en el cuento local. Que nos apersonemos cada cual desde su propio ámbito del grave momento que estamos viviendo y reflexionemos que ese no es un problema solo de los políticos. Por el contrario, es totalmente nuestro, de todos sin excepción, no tratemos de endosárselo a otros, enfrentemos esa cruda realidad.
2017, bien ido. El mensaje de fondo para toda la ciudad es, se acabó el recreo. Mire el aventón de Santos con la guerrilla y, el acribillamiento del joven humanista y agente del CIPC, Oscar Alberto Pérez.
Apliquémonos a sacar Bogotá y Caracas del atolladero. Al que madruga Dios le ayuda, pero también al que no empieza temprano, lo coge el día. Y ya a nosotros como conglomerado social, nos cogió. Los corruptos nos destruyen.
Que no se confunda aquello de que participar es quejarse y criticar, porque la ‘participaría’ es a la participación, lo que la politiquería es a la política. Participar es ponerse la camiseta y sudarla. Nuestro llamado principal es al ciudadano raso, pero especialmente a los jóvenes que están pidiendo pista.
Esta crisis si algo tiene de bueno es que ha sacado a flote el despertar de muchas gentes de numerosos sectores que nunca habían sentido tan de cerca el grado de desgobierno en que hemos venido cayendo progresivamente.
Colombia y Venezuela, en este momento no necesita un gerente, lo que requiere es, ya sea elegido o nombrado para terminar el actual periodo, un "gobernante" independiente y con autoridad, un buen administrador de lo público con la determinación de recuperar para los cartageneros y venezolanos, la confianza perdida en sus instituciones, que están en plena crisis. Y, no es económica.
Tenemos que volver a estudiar a Carreño hasta aprender a ser buenos ciudadanos, padres, hijos, maestros, dirigentes y Gobernantes, recordando que vivimos en una sociedad reglada por unas normas, que nos establece un rol y unas competencias. Mucho ayuda quien no estorba y quien obedece no se equivoca, si se equivoca es el que manda, pero también debe mandar quien tenga legítimamente el poder conferido por las mayorías a través de la voluntad popular, apartado de las imposiciones y no usando el poder para aplastar a los demás sino para servirles y mejorar su calidad de vida y edificar una sociedad superior.
El pueblo de La Gran Colombia, se ha venido equivocando en las decisiones colectivas, a veces, dándole valor a lo que no lo ha tenido y negándoselo a quien lo tiene, poniendo así a la sociedad con las patas para arriba y tirando del mantel para manchar a los que están sentados en la mesa tirando líneas. Es decir, los intereses particulares han desviado el rumbo apartándose de los intereses colectivos y eso ha venido arrastrando a nuestra sociedad hacia el desastre, en vez de conducirla a las cumbres más altas. Por eso, tenemos afectado el presente y el futuro, esta generación y las futuras generaciones.
Vamos por el cambio, asumamos nuestras responsabilidades.