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¡MIERDA!, ACABAMOS DE VIVIR NUEVE HORAS SIN LUZ EN MÉRIDA (viernes, 9 de marzo de 2018)… Yo no dudo que sea fácil tirarnos con pocos elementos una invasión que nos deje en pocas horas vueltos leñas, como se evidenció aquel día en que quedaron "blackout" doce Estados de Venezuela. Y si nos dejan así, con un apagón de tales dimensiones, quedamos ciegos, mudos y dando tumbos: sin comunicación de ningún tipo, sin agua ni electricidad en cientos de miles de edificios que por ciertos la mayoría en estos momentos no tienen gas. Una hecatombe verdadera grave, porque para completar si usted pregunta por todos lados que está pasando, NADIE SABE UN COÑO!
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TODO ESTO REVELA que casi toda la frontera con Colombia está realmente en estado crítico, porque esta situación de frecuentes "blackout" se vive en estados como Táchira, Zulia, Bolívar, Apure, Barinas, Mérida y Trujillo. Ya la gente no se traga la explicación de algunos funcionarios de Corpoelec de que se trata de una distribución de carga.
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Le advertimos seriamente a la FANB que nuestras fronteras están seriamente penetradas por fuerzas extranjeras.
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Por ahí andan unos bobos sin mollera, diciendo que los gringos no nos van a invadir: Desde cuándo, estos asesinos tomaron posiciones en los bancos, PDVSA, mercados, en las fronteras con Colombia, las islas del Caribe y Brasil. Ya los yanquis nos metieron desde hace tiempo MADRE CHUZO, que ellos ya no actúan como lo hicieron en sus invasiones el siglo pasado en Vietnam o en Corea, en Guatemala o República Dominicana, Grenada o Panamá: nos tiran sus misiles y cohetes bien dosificados con presiones, con explosivas sanciones y bloqueos para cagar a todos nuestros vecinos y ponerlos en contra de nuestra, y siempre disparando por mampuesto.
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En cada cambur, en cada huevo o trozo de carne, en cada repuesto para carros, en cada efectivo que no consigues, en cada mal funcionamiento de Corpoelec, Internet, bancos, empresas del Estado, Cantv, Pdvsa, medicinas y hospitales, hay un gringuito bien encaletado que te está metiendo poderoso misil por el ano …
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Acuérdate de lo que le está pasando a Kim Jong-un, que según los gringos está comenzando a ceder. Si vas a salir llévate tu ametralladora bien cargada- mi mujer me está gritando desde el lavadero.
Yo estoy en el frente de batalla todos los días, claro, clarísimo de toda claridad. Ando con mi mochila al hombro, con hartas municiones y con mi fusil que son unos libros, con un morral de ideas que lanzo al aire pero no he podido matar a un solo gringo. Ni herirlo ni rozarlo con un bandazo. Advierto, por todos lados están los gringos echándonos plomo del grueso, de modo inmisericorde y sin pausa: el guarimebeo persiste por doquier, paro del transporte, secuestro de buses; bancos varados sin línea, bachaqueo bestial, enormes áreas con sabotajes a internet; con cientos de miles de carros públicos y particulares destartalados y sin repuestos.
La guerra atroz camaradas, invadidos de bola.
Mi mujer que pareciera estar leyendo mis pensamientos exclama:
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¡QUÉ MÁS INVASIÓN QUIEREN, camarados y camaradas, que se acabó el jabón, la lejía, el cloro, y estoy lavando con aire! Es decir estoy poniendo a airear la ropa. ¡Pero pa’lante, carajo!
OJO: Para nada nos estamos quejando. Queremos simplemente hacer ver que estamos ocupados, penetrados, conquistados, asediados, coñificados, mamados, infestados y bastantes despedazados.
Si vas a pagar no pasa el punto, TORPEDO CON NOSOTROS. Si te venden alguna vaina barata es en efectivo y efectivo, digo, no se consigue fácilmente, OTRO BANDAZO...
Todo está tan caro que aquellos grandes carajos (como yo mismo), profesores universitarios (titular), que antes nos echábamos carros caros y de lujo e íbamos por el mundo moviendo como florete nuestras tarjetas de crédito, apenas si nos arriesgamos ahora para medio comprar huevos, queso, carne o pan.
Llevo un plomazo en el ala y maldición, en lontananza no veo al maldito gringo para darle de lo suyo. Yo sé que el gran carajo jefe de los mariners aquí en Venezuela es un tipo que mientan Míster Robinson, bien cornudo, por cierto.
Miren ustedes, y saquen la cuenta de la resistencia que hacemos parapetados en nuestros apartamentos. Vivimos en un séptimo piso, y a la una de la tarde me grita mi mujer: "-Oye, gran camarada apréstate, ya comenzó el tableteo, nos acaban de quitar la luz; olvídate de almuerzo que hace ya un mes que estamos sin gas y este corte de luz será largo; agua no hay, y en la alacenas no tenemos sino gorgojo. Ve a ver qué carajo consigues por ahí… trae por lo menos cambures".
Estoy perfectamente convencido de que los camaradas en jefe que se están batiendo en el campo de batalla contra los gringos, como nosotros, saben muy bien de lo que hablo, que en medio de un feroz ataque de hambre de pronto para paliar le metamos al estómago tres o cuatro cambures. Ese remolino de sulfuro con ácido gástrico queda batiendo en las tripas como una peonza y un rugido interno va sacudiendo las entrañas, que es como si a la candela le metieras aire con un fuelle. Y entonces una guerra del Golfo con pedos de todos los calibres puede sacudir tu averiado cuerpo. Es un engaño que no se lo traga del todo el buche ni el epigastro. Es meterle gato por liebre a las entrañas. Mejor dicho, eso lo que hace es intensificar el balazo frío que también dosificadamente te están mandando los gringos.
Una realidad, pues, escoñetante porque nosotros en nuestro apartamento tenemos una cocinita eléctrica a la que apenas le sirve una hornilla y a la que apenas encendida a millón, sirve para entibiar en media hora un caldo azulado. Y que nos llegan los vecinos y nos la piden prestada.
Cojo, me visto, busco mi bolso para bajar las escaleras. Le toco a mi vecina que tiene casi ochenta años (que todo lo arregla con un microondas) y que vive sola, para ver si necesita algo, porque seguramente tampoco ha comido: Evidentemente sin ascensor cómo sale la pobre. Ella me dice:
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Primero que nada no tengo plata, pero si me va a hacer la caridad tráigame un platanito verde y otro maduro.
Esto de buscar qué meterle al saco es realmente clave en los actuales momentos, y cuando se vive en profundidad es más obligatorio es pensar en los demás. El hambre y el dolor tienen que unirnos muchísimo más que el bienestar y la dicha.
Me dirijo al Puente de la Pedregosa, ahí donde está un negocio de los chinos que prácticamente se encuentran en el pelero. El negocio está semi desierto, y por un gran milagro veo que tienen aguacates a 230.000 el kilo (incluyendo la pepa). Cojo una mano de cambur y tres plátanos verdes y uno maduro, y voy a pagar y el punto está lento, tanto que hay una cola de veinte personas llevando cada uno una escuetísima mariquera. Yo no me puedo arrechar para nada ni mucho menos salir como un pendejo a decir que la cosa está fea; me siento en la refriega. Yo estoy en combate, aceitando mi metralla que está en mi cogote. Colocándome en la barricada de un cerro de boñiga de pensamientos, pensamientos que tampoco sirve para una mierda. Yo aguanto y resisto pero no me echo a ningún gringo, y tengan en cuenta que esto no es de este año solamente, esto lo venimos enfrentando desde 2013, desde incluso poquito antes de que muriera en Comandante Chávez.
Si fuera que uno pudiera, verdaderamente caerse a coñazos con un gringo, al menos. Si con mi metralla de ideas pudiera vapulear a uno.
Luego de media de hora, viendo como las tarjetas de los malditos bancos se atascan o no les pasan a mucha gente, consigo salir airoso con mi morral. Orgulloso digo: "Al menos llevo aquí un poco de potasio…".
En la calle veo el reguero de combatientes echando plomo con sus tarantines, con sus bolsas miserables en las que no llevan casi nada: ancianos y niños, campesinos con sus miradas perdidas resistiendo. Batallas, mil batallas en cada segundo, unos caen en el Seguro Social, otros en los hospitales, muchos postrados en sus casas; de bola que estamos invadidos, destrozados, con miles de muertos
Y hay un tipo que recita:
Allá en el cielo están
Batman y Supermán
El uno que come queso
Y el otro que come pan