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Estas son las clases de críticos a Maduro: Los MERCENARIOS, Los ENFERMOS, Los CONSCIENTES y los ETERNOS INCONFORMES (que pueden solaparse con Los CONSCIENTES). Disculpen que me incluya entre los dos últimos (sin modestia alguna). Entre los CONSCIENTES y ETERNOS INCONFORMES me permito incluir a Luis Brito García, a Earle Herrera, al propio José Vicente Rangel, a Miguel Ángel Pérez Pirela…, entre otros.
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Todo el que critique con acervo odio a Maduro (MERCENARIOS y ENFERMOS) en el fondo de sus vísceras está de acuerdo con que Trump nos hunda, nos destroce para que los gringos vuelvan por sus fueros en América Latina. Evidentemente tiene que ser alguien de derecha o que políticamente está muy confundido.
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La mayoría de los que odian a Maduro (Los ENFERMOS) no lo hacen ideológicamente ni sobre una base política y filosófica firmes. Es un tipo de odio que se alimenta de la envidia, de la inmadurez, de un rencor atávico y de insuficiencias gonadales y mentales tremendas. Se concentra en una necesidad de reconocimiento que no consigue, en un ser alguien aunque sea lanzando maldiciones a diestra y siniestra hacia lo que nunca él podrá lograr como hombres (por mediocre o caduco mental).
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Esos odios hacia Maduro se sustentan también en este pensamiento: "Ya que nunca podré ser algo que valga la pena, entonces que al menos me distinga por maldecir (aullar) a los que han logrado elevarse para así ser tomado en cuenta por millones que lo rechazan en el mundo…".
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Los que quieren que Maduro se vaya (MERCENARIOS y ENFERMOS), aspiran a que le sustituya en Miraflores cualquiera que no sea un chavista; es decir un adeco (o sus similares); ansiará que vuelvan los mariposeadores de cargos, los del verbo falso y estrafalario a poner empresarios en todos los ministerios; que se anegue nuestro país de inversionistas y especuladores criminales; para que otra vez los partidos se sustenten sobre carteles de la droga, sobre el poder de los medios y seamos un apéndice de los paracos colombianos y gringos (y por nuestro territorio circule la droga como Pedro por su casa).
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Para los que atacan demencialmente a Maduro (MERCENARIOS y ENFERMOS) saben que si cayera, no le va a suceder un chavista ni nada que se le parezca; saben que vendrán las almas apopléjicas y serviles a los gringos parecidas a un Pedro Pablo Kuczynski, a un Uribe o Juan Manuel Santos, a un Piñera, a un CAP, a un Macri o a un Peña Nieto. Es decir, una especie de Ramos Allup, de Julio Borges, Freddy Guevara, Luis Florido,…
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La gente trata de definir un tipo de derecha y se pierde en gamelotales burdos, bufos y hasta academicistas. No hay que darle muchas vueltas: un tipo de derecha es un cerdo (obeso de cuerpo o de alma) cuyo fin es poder morirse de viejo; añádale que tiene que ser un petulante que mira a todo el mundo por encima del hombro; un chanchito egoísta y miserable que cree que sólo él merece respeto y privilegios; un farsante en permanente plan arribista, con altas dosis de ambivalencia en sus genes.
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«La derecha es pragmática, antiutópica, pedestre, gestionaria de lo existente, negociadora con la realidad», la definió así el gachupin don Mario Vargas Llosa.
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Esto dijo Eduardo Haro Teglen (quien fue comunista y saltó la talanquera): "Felipe González representó esa derecha tantos años como gobernó". Pero también la han representado en América Latina: Michelle Bachelet, Lenin Moreno y Tavare Vázquez.
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Hay otros quienes hablan de una «derecha civilizada»; la otra es la de los conspiradores traicionados por sus insuficiencias que son antiutópicos pero muy pragmáticos.
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El Filipillo González se disfrazó de izquierdista, y fue siempre un mondongo grasoso y azulado, muy amigo de Carlos Andrés Pérez y de Gustavo Cisneros. Fue también miembro de la Juventud Franquista. Hizo tratos con la CIA para torcerle el brazo a España y enrumbarla hacia el capitalismo más degenerado, y doblegarse ante la OTAN.
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Los peores derechistas son los que se disfrazan de izquierdista como Rómulo Betancourt, Teodoro Petkoff, Américo Martín, Pompeyo Márquez, Douglas Bravo, Gabriel Puertas… Hay los Ni-Chicha-Ni-Limonada, como López Obrador,…
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Dice don Eduardo Haro Teglen que la definición de algo como utópico es ya un crimen: trabajar para que no sea posible. «U-topos», ningún lugar. «U-cronos», ningún tiempo. La invención significaba una sociedad que no existía en ningún lugar ni en ninguna época: pero que era deseable. Marx y Engels llamaron «socialismo utópico» a algunas ideaciones políticas con el ánimo de hundirlas; pasado el siglo, se llama utópico a su comunismo. Y ucrónico. El comunismo conduce a todo a condición de escapar de él a tiempo: caso de Vargas Llosa, que estuvo a punto de ser el presidente anticomunista de su país, con su salto a la derecha; tan a la derecha, que se hizo español".
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Haro Teglen se fue haciendo poco a poco anticomunista. Ya era anticomunista estando dentro del Partido. Dice: "Si consigo volverme atrás y mirar desde aquel allá cómo termina el siglo, veo que las utopías se han cumplido en gran parte. El comunismo ha hecho mucho por la mejora de las trabajadoras; el anarquismo, por la liberación de costumbres, por la mejora de relaciones humanas, por un libertario ambiente por los grandes pasos de la mujer. Los grandes imperios que se abastecían de carne humana cedieron a las independencias. Las monarquías se han convertido en excrecencias conservadas por un mal taxidermista. Eso sí, la derecha poderosa -la verdadera derecha es la ideología armada y policiaca- explota a la mujer feminista (que trabaje para pagar letras), a las colonias (que se entrematen, que pasen hambre) y procura que las clases proletarias se vayan al paro; y que las democracias sean unas dictaduras difusas: así negocia con la realidad".
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Échenle bolas pues, los que quiera retroceder y volver al pasado, y seguir maldiciendo a Maduro, que la historia los volverá trizas,…