1- Le preguntaron al torero andaluz El Cordobés si las cornadas eran terribles, y contestó: "Peores son cornadas del hambre".
2- Y hay cornadas peores que la del hambre: las que ve en los enemigos del país: esas de la indiferencia, las de las traiciones, las de la dobleces, la de las lloronas y quejaderas, cobardías e ingratitudes.
3- Mi amigo Héctor va a la despensa en busca de algún alimento para calmar el furor de las tripas pero la despensa la encuentra "arrasada". Sólo queda media bolsa de fororo. Toma una cucharada de fororo, le raya un poco de panela y lo bate con agua caliente. Le sabe de maravilla.
4- Héctor piensa en los demás, en los que ya no tienen ni siquiera un poco de fororo ni con qué ponerle algo de dulce. Héctor piensa en la ayuda de esos dos grandes millonarios de Trump y Marco Rubio que quieren enviar a Venezuela. Le ha nacido repentinamente un amor loco por Venezuela. Un amor que ninguno de los suyos sintió cuando aquí gobernaba Juan Vicente Gómez, o los adecos o copeyanos. Esos dos gringos que muchos creen que son malos pero que tienen un corazón tan grande que se les ve que sufren mares de tormentos por los pobres venezolanos.
5- Héctor da vuelta y vuelta por el apartamento. Se asoma al balcón, y se percata que no están subiendo busetas. No hay agua en la ciudad, el gas está "descaso" y los cortes de luz son cada vez más frecuentes. Indudablemente que Trump y Marco Rubio, aman más a Venezuela que lo que la quiso Chávez y que lo que la quiere Maduro. Seguramente la aman más que lo que la quiso Bolívar. Pero son cosas que uno viene a descubrir ahora, que los gringos son capaces de amar a los muertos de hambre de Latinoamérica.
6- Héctor no nació ayer. Héctor tiene 74 años bien cumplidos. Para Héctor el hambre no es cosa nueva, lo que pasa es que ahora las dificultades de Venezuela se revelan como una inmensa tragedia que llega a todos los rincones de la tierra. Cualquier pendejo en Nueva Zelandia o Islandia sabe que los venezolanos estamos pasando terribles adversidades. Eso no se sabía en la década de los veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta.
7- Hay algo de dignidad en Héctor. Ni remotamente le pasa la idea de huir de su país…, bueno, ya es un viejo, la verdad. Ni remotamente le pasa la idea a Héctor de acercarse a Cúcuta para que el gobierno colombiano le dé algo de los millones que le está enviando Trump a Santos para paliar la crisis humanitaria de Venezuela.
8- Además, Héctor tiene una perrita llamada Lola a la que debe alimentar. A veces se quita su bocado y se lo pasa a su Lolita. Héctor tenía muchos años en los que no pensaba en nada, ahora todo llama su atención. Piensa que podría dedicarse a pintar; buscar hacer colores de las ramas o de ciertas verduras; construir sus propios utensilios, brochas y caballetes.
Pero le gustaría también hacerse soldado.
9- Héctor tiene familia. Muchos hijos y nietos. Con su dolor a cuestas no puede ni quiere convencer a nadie de nada. Reconoce que su hambre y sus dolores tienen un nombre: DIGNIDAD. Todo lo entiende con claridad suprema: NO quiere la MIERDA enlatada de Trump y de Marco Rubio, porque eso aunque pudiera llenar las tripas es un veneno que realmente nunca el pueblo podrá digerir. O mejor dicho, lo condenará para siempre.
10- Héctor sale a la calle. Ve los torrentes de seres callados que van a sus trabajos, caminando cinco o diez kilómetros porque no hay transporte, y se siente avergonzado de lo que él pudiera lamentarse. Ve sus rostros serenos y pacientes. Se pasea por los otrora lugares colmados de disipados compradores ahora desiertos y en ruinas. Las calles que fueron trancadas durante meses, la sangre que llegó a ver de los negros quemados y de los guardias nacionales asesinados, y de los espasmódicos alaridos de odio de turbas enloquecidas dándoles a unas caceloras. Todo aquello que ahora tiene para él un sentido y una proyección nueva en su alma golpeada y convencida de que habrá que morir en combate, por la patria, porque este suelo de Venezuela así se ha ido formando. Ojalá así fuera. Con qué orgullo terminarían así sus días… y en una fugaz imagen vio en una carne enlatada la porno-puerca figura de Trump llenando con sus pelos amarillos un plato…, más malo que carne en lata,… recordó… y sonrió mefistofélicamente...