El ideario liberal se centra en la doctrina socialista para darle migajas a los pobres e ir destruyendo su estructura socioeconómica. En consecuencia, más allá de la ideología nos enfrentamos a una economía expansiva, donde los hombres en armas- colectivos, militares y narcotráfico- desean alimentarse de sus esencias, como de las riquezas que se originan en ella.
Un amplio sector del mundo político latino, busca recrearse en torno a las ideas de un mundo alcanzable con un pequeño esfuerzo y, para ello, no es necesario seguir estudiando Ciencias Políticas en los centros de educación superior.
El liberalismo moderno, en posturas como la del filósofo John Rawls, está fundamentado en el principio de igualdad de oportunidades; esto es, las diferencias de ingreso y riqueza son aceptables si son resultado de desempeños diferentes y no de condiciones iniciales desiguales.
Esto obliga, por ejemplo, a una educación universal inicial de calidad. Igualmente, la economía de mercado parte de la defensa de libertades económicas para toda la ciudadanía, ideal que es imposible de alcanzar, si un amplio sector de la población está excluido de los principales mercados. Así, en materia de trabajo, Petro propone una mayor cualificación y formalización, lo que permitiría ampliar y mejorar la oferta laboral. En cuanto a las pequeñas y medianas empresas, su propuesta va hacia el fortalecimiento del acceso al crédito, de tal manera que estas puedan acceder al mercado financiero legal y no al llamado "gota a gota", como ocurre actualmente.
En términos de crecimiento económico, el candidato de la Colombia Humana promueve estímulos a la industria y la agricultura, así como una mayor diversificación exportadora para que el país dependa cada vez menos de los ingresos generados por la extracción minera y petrolera.
En cuanto a las tierras, Petro apuesta por medidas para mejorar su productividad, con iniciativas como la implementación del catastro multipropósito y la revisión del impuesto predial rural, con tarifas crecientes en función del área de los terrenos, las condiciones de producción y la relación entre la vocación y el uso del suelo. Por su parte, en materia de defensa de la propiedad privada, su propuesta es lo ya consignado en la Constitución, que tiene un claro espíritu liberal y que coincide con lo que se hace en muchos países desarrollados.
Adicionalmente, Petro propone la construcción o el mejoramiento de la infraestructura productiva y de transporte, de tal manera que se reduzcan los costos de producción e intermediación, y se contribuya al cierre de brechas entre el país urbano y el rural.
En temas como estos, por no hablar de la agenda ambiental y de paz, la agenda de Petro apunta a una mayor inclusión y libertad económica en el marco del modelo de economía de mercado; todo esto contrasta con el modelo anticompetitivo de favoritismo en la asignación de subsidios y zonas francas, y programas que el país ya conoce, como agro ingreso seguro.
Solo con una inclusión amplia de la ciudadanía se puede garantizar que los principios liberales subyacentes al libre mercado funcionen para todos los colombianos. Por estas razones, así como por la defensa de las libertades políticas, mi voto en segunda vuelta será por Gustavo Petro.
Pero, hay una realidad triste, esta agenda es muy parecida la del comandante Hugo Chávez Frías que tenía un carácter de proyecto y tiene como inicio Nicaragua hasta la Argentina, que, incluía Brasil, los presidentes de Venezuela, Bolivia, Brasil, Nicaragua y Ecuador se aburguesaron y solo tenían un deseo en el corazón, perpetuarse en el poder y llevar el pueblo hacia la ruta de la miseria
Los colombianos tienen una cita con la democracia el próximo domingo 17 de junio para elegir al nuevo presidente de la República, en un ambiente de paz, luego de un conflicto armado no internacional de más de medio siglo que les hizo matar entre ellos, a muchos ciudadanos inocentes y el candidato Gustavo Petro, tiene un expediente engavetado y dado por desaparecido ante las amenazas del antiguo movimiento izquierdista M-19. Por primera vez en la historia nacional, el electorado tiene la opción de escoger entre un bloque de centroderecha y un bloque de centroizquierda plagado de gente sin conciencia ideológica
Es un fenómeno político nuevo en la vida nacional. La paz da apertura a un escenario de discusión de distintas alternativas políticas con niveles de razonabilidad igualmente variables.
La paz fortalece la democracia, la paz es la esencia de la democracia. "Es el reino de la sociedad abierta", enseña Karl Popper en Después de La sociedad abierta. No es más que tolerancia, pluralismo en el que las diferencias individuales son permitidas, respetadas y garantizadas.
Aquí, en los países andinos no se puede hablar del pasado, hay una sola realidad, los países deben reflejar un pensamiento en común para avalar un criterio único y dejar los tabúes a un lado y ser artífices de nuestro propio destino, en vez de ser profeta.
Lo pactado es ley para las partes. Por otro lado, ya en un ambiente de paz, no se justifica conservar las instituciones políticas que condujeron a las guerras en el país. Las malas instituciones políticas constituyen el caldo de cultivo de los conflictos armados no internacionales. Este es un asunto que la centroderecha y la izquierda no han tocado. Hay que tocarlo. El nuevo presidente de la República, si tiene vocación de paz, debe regionalizar el país. La paz y la democracia se construyen con descentralización política.
Debe deslindarse del proyecto bolivariano, quien es instrumentado en parte por un hombre que predica paz, pero detrás hay un hostigamiento hacia la sociedad civil, cuando los movimientos de izquierda deben reflejar un nuevo modelo de argumentaciones.
Así que ya comenzó la guerra comercial y miren que es una guerra comercial tonta.
La justificación oficial —y jurídica— para los aranceles al acero y el aluminio es la "seguridad nacional". Este es un razonamiento claramente engañoso, dado que las principales víctimas directas son nuestros aliados democráticos. Sin embargo, al presidente Trump y compañía aparentemente no les importa decir mentiras tratándose de la política económica, debido a que eso es lo que hacen en todo. Si la política diera como resultado empleos que Trump pudiera ‘trompetear’, considerarían que es justa.
¿Será así?
Hay que preguntarles a los traidores de la MUD, que son las tarjetas habientes del oficialismo y, ya no es el problema de izquierda, es de un grupo de hombres que bajo la sombra del militarismo controlan las ramificaciones del poder. Ernesto Guevara de La Serna se dio cuenta en el África de esta situación y se lo reflejo a Fidel Alejandro Castro Ruz, pero, el pensamiento del máximo líder izquierdista estaba anclado en el pasado. Obvió que en Suramérica, vivieron tres hombres para liberarla, Sebastián Francisco de Miranda, Ernesto- Che- Guevara y Hugo Chávez Frías, Simón Bolívar y los generales de nuestra historia latina fueron figuras circunstanciales de un momento histórico. Antonio José de Sucre endolsó la doctrina jurídica y política de Miranda y la guerrerista de Bolívar, pero, un error suyo lo encamino a la muerte.
La nueva política, es economía. Llegamos al punto en el que ser un economista con afiliación partidista nos pone en apuros. La respuesta correcta sobre los efectos de la política — cualquier política comercial, sin importar qué tan bien o mal concebida esté— en la creación (o destrucción) de empleos es que son básicamente nulos.
¿Por qué? En este momento, la Reserva Federal está aumentando las tasas de interés gradualmente, porque cree que el empleo es más o menos total. Incluso si los aranceles fueran expansionarios, eso solo haría que la Reserva Federal aumentara las tasas más rápido, lo cual, a su vez, desplazaría trabajos en otras industrias: el aumento de las tasas de interés dañaría la construcción, el dólar se haría más fuerte, lo cual haría que la industria manufacturera estadounidense fuera menos competitiva, y así sucesivamente. Así que toda mi capacitación profesional quiere que deseche la pregunta de los empleos por ser equivocada.
Aquí, en el Sur debemos pasar a una etapa de producción agrícola y enlazarla con una fase de industrialización. Los alimentos procesados y el plástico vienen dañando la parte emotiva y sanitaria de nuestra población y ya alcanza al indigenismo.
No obstante, me parece que este es un caso en el que la macroeconomía, aunque creo que es adecuada, se interpone para que el debate sea fructífero. Queremos saber si la guerra comercial de Trump va a ser directamente expansionaría o contraccionaria; es decir, si añadirá o eliminará empleos que mantengan la política monetaria constante, aun cuando sabemos que la política monetaria no será constante.
En este partícula, quien maneja estas herramientas de intercambio comercial es Iván Duque, porque los Imperios no quieren saber absolutamente nada de izquierdismo por la tozudez de sus dirigentes.
La respuesta, casi con toda seguridad, es que esta guerra comercial en realidad disminuirá los empleos, no los creará, por dos razones.
La primera es que Trump está aplicando aranceles a bienes intermedios; es decir, bienes que se usan como insumos en la producción de otras cosas, algunas de las cuales compiten en los mercados mundiales. Para decirlo con mayor claridad, la producción de automóviles y otros bienes duraderos manufacturados aumentará de precio, lo cual significa que estos productos se venderán menos. Así que, sin importar los beneficios en el empleo que haya en el sector de los metales primarios, se contrarrestarán con la pérdida de empleos en industrias derivadas.
Segunda, otros países actuarán en represalia en contra de las exportaciones estadounidenses, lo cual nos costará empleos casi en todo, desde las motocicletas hasta las salchichas. En cierto sentido, esta situación me recuerda los aranceles al acero del presidente George W. Bush, que en parte estaban motivados por la soberbia: el gobierno de Bush veía a Estados Unidos como una superpotencia inalterable en el mundo, lo cual era cierto hablando militarmente. No obstante, los funcionarios no reconocieron que de ninguna forma teníamos el mismo dominio en economía y comercio, y que teníamos mucho que perder en un conflicto comercial. De inmediato recibieron una lección de una Unión Europea molesta y se retractaron.
En el caso de Trump, me parece que es un tipo distinto de delirio: se imagina que, debido a que tenemos déficits comerciales en el Sur, pues importamos más de otros países de lo que nos venden a nosotros, tenemos poco que perder, y el resto del mundo pronto se someterá a su voluntad, pero está mal, al menos por cuatro motivos.
Primero, aunque exportamos menos de lo que importamos, sí exportamos mucho; la represalia comercial de ajuste de cuentas dañará a muchos trabajadores estadounidenses (en especial a los agricultores), muchos de los cuales votaron por Trump y ahora se sentirán traicionados.
Segundo, el comercio moderno es complicado, no son solo países que se venden productos terminados entre sí, es una cuestión de complejas cadenas de valor, que la guerra comercial de Trump alterará. Esto producirá muchos perdedores estadounidenses, incluso si no están empleados directamente en la producción de los bienes exportados.
Tercero, si avanza más, la guerra comercial aumentará los precios de los consumidores. En una época en la que Trump está buscando desesperadamente convencer a las familias ordinarias de que obtuvieron algo de su recorte fiscal, cualquier mínimo beneficio que pudieran haber recibido no tardaría mucho en desaparecer si se da una guerra comercial.
Por último, y me parece que esto es realmente importante, estamos lidiando con países de verdad, principalmente con democracias. Los países de verdad tienen política de verdad. Tienen orgullo. A sus electores verdaderamente les disgusta Trump. Esto quiere decir que incluso si sus líderes quieren hacer concesiones, sus electores probablemente no lo permitirán.
Pensemos en el caso de Canadá, un vecino pequeño y respetable que podría salir muy perjudicado de una guerra comercial con su enorme vecino. Se podría pensar que esto intimidaría a los canadienses mucho más fácilmente que a la Unión Europea, que es una superpotencia económica a la par que nosotros en Latinoamérica. Sin embargo, incluso si el gobierno de Trudeau estuviera inclinado a ceder (hasta ahora, los funcionarios de alto nivel como Chrystia Freeland suenan más molestos de lo que los habíamos escuchado antes), enfrentaría una enorme respuesta negativa de los electores canadienses por cualquier acto que se pudiera interpretar como sumisión ante el acosador vil que tienen de vecino.
Así que este es un conflicto económico extraordinariamente tonto en el cual adentrarse. La situación en esta guerra comercial no necesariamente se desarrollará en beneficio de Trump.
Por esto, Colombia debe definirse bien, en este proceso electoral, donde la gesta es de carácter histórico.