Llama la atención, la profunda indignación del gobierno suizo contra el Fiscal General de la República Tarek William Saab Halabi porque éste precisamente está atacando con severidad la corrupción. Nos preguntamos: Si todos los gobiernos del mundo tuvieran un fiscal como Tarek William Saab, ¿de qué coño van a vivir los suizos? En otra época, por ejemplo, ese centenar de ladrones de PDVSA, presos por la Fiscalía actual, hubiesen depositado sus fondos en Suiza. El Fiscal se adelantó y los puso presos y eso ha sido un mazazo insoportable para la ladrona banca suiza. Por eso también el gobierno suizo "sanciona" al presidente del Tribunal Supremo de Justicia Maikel José Moreno Pérez, presidente del Tribunal Supremo de Justicia "por haber facilitado y apoyado las acciones y políticas del Fiscal que han socavado la democracia y la ley y el orden en Venezuela, y es responsable por acciones que han usurpado la autoridad a la Asamblea Nacional".

¿Y saben ustedes por qué además el gobierno suizo reacciona de la manera como lo ha hecho contra Venezuela? Sencillamente porque sus negocios criminales, la vida que se dan sus conciudadanos a costa del lavado de dinero y del narcotráfico (siendo la cuarta potencia financiera del mundo) están siendo afectados por las políticas del gobierno venezolano. Suiza está resentida porque en las dos últimas décadas Venezuela no le ha aportado a sus bancos los enormes flujos de dinero que en el pasado los corrompidos políticos de partido y los narcotraficantes criollos dejaban en su banca.

Suiza pega el grito en el cielo por las mismas razones que lo hacía Juan Manuel Santos cada vez que nosotros capturábamos toneladas de cocaína colombiana en nuestro territorio.

Cuando Vinicio Carrero salió del país con aquella maleta atestada de dólares y con la plata robada al Estado nuestro, con la cual hasta se compró un título nobiliario en Inglaterra, Suiza estaba encantada. Suiza estaba dispuesta a ofrecerle asilo y apoyo diplomático a Vinicio Carrero. Suiza amó profundamente los hábitos hamponiles de aquel presidente del Banco de los Trabajadores llamado Eleazar Pinto, que de portero en una fábrica pasó a jugar golf en el Country Club de Caracas.

Tanto Eleazar Pinto como Vinicio Carrero depositaron cientos de millones de dólares en la banca suiza. Ni por el carajo, que Suiza se iba a atrever a sancionar a unos personajes de la calaña de Carrero o Pinto, como ahora con toda su inmunda befa sale a hacerlo en contra de Diosdado Cabello y Delcy Rodríguez.

El noventa por ciento de los siete mil más prominentes ladrones de Venezuela recogidos en varios volúmenes por Carlos Capriles Ayala, tenían sus cuentas en la banca suiza.

De modo pues, que todo el odio de los grandes capitales contra Venezuela, se reduce a que no pueden seguir robándonos como lo hacían en el pasado, a través de sus eminentes gánsteres. Se preguntaba hace poco un banquero suizo: "¿Para qué nos puede servir tener relaciones con un país el cual no le aporta buenos réditos a nuestros bancos…?".

Por ejemplo, en política exterior tampoco podemos aceptar las ofensas del horrible traidor de Ecuador, Lenin Moreno, quien merece que le demos una contundente respuesta por sus canalladas. Este miserable del Lenin Moreno está al nivel de Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe Vélez. Nosotros, en este momento, estamos en el cenit de nuestra lucha contra los imperios, muy parecido a la situación que afrontaba Bolívar cuando reunía sus fuerzas en 1817, en el Orinoco, decidido a luchar contra el mundo entero si éste se oponía a la causa de nuestra libertad y soberanía.

Bolívar se indignaba cuando el gobierno de la Gran Colombia no reaccionaba de manera inmediata y contundente ante las injerencias y agresiones de entidades o fuerzas extranjeras. En sus cartas podemos leer sus respuestas severas cada vez que se entrometían en nuestros asuntos: al reino de los godos, al gobierno de Brasil, a los gringos, y cuando Perú (1829) a través de su agente José Villa quiso entrometerse en nuestros asuntos, lo expulsó de ipso facto con la mayor indignación, en paño menores salió despavorido, tal cual como se encontraba en Bogotá. Posteriormente el propio Libertador se trasladó a la frontera con el Perú para destruir las fuerzas del traidor José Lamar. Famosa es aquella sentencia suya del 3 de julio de 1828, cuando dijo en una proclama a sus compatriotas en Ecuador: "Mi presencia entre vosotros será la señal del combate".