- ¡Qué horror Dios mío!: la ciudad inundada de asquerosa basura y moscas verdes, azules y peludas (que hasta cocean y muerden), de tal modo que los zamuros y las ratas no se dan abasto para disputarse las miasmas... Las maniguas dueña y señora de las aceras y de las avenidas. Una pavorosa proliferación de elevados montarascales en las dos avenidas emblemática, Los Próceres y Las Américas, y una evidente apoplejía meridiana en todos los niveles del gobierno municipal, regional y nacional… ¿Quién, Señor, podrá apiadarse de nosotros?
- El caos del transporte es infernal, y la ciudad toda parece un purgatorio anegada en lágrimas y quejas por doquier. Un día de estos el trolebús no aguantará más, y sus estaciones, sus unidades reventarán, quedarán aplastadas por las multitudes que van en sus lomos por todo lo ancho y largo del estado. La estación central del Trolebús, que por su diseño arquitectónico hace poco ganó un premio en una feria de París, está prácticamente destartalada. Da horror ver cómo todo se van hundiendo por el desgarro de la gente que busca desesperadamente una manera de movilizarse.
- Las calles son ríos de gente, insisto, que busca un aventón, una cola, y muchos se suben en las peligrosas perreras con los consecuentes accidentes que ya son hartos conocidos. Porque a muchos buseteros les dio también por meterse a bachaqueros y a coger con sus unidades para la frontera, para hacerse millonarios de la noche a la mañana… El sueño ese del maldito Dorado que estraga al venezolano en la búsqueda de un golpe de suerte que lo haga rico sin trabajar mucho.
- Después de cien mil guarimbas con la que la inculta ciudad de los caballeros quedó diezmada: talados sus árboles centenarios, destruidas varias estaciones del Trolebús, con aquellas cadenas de "barricadas" desde Ejido hasta la Vuelta de Lola; quemados docenas de autobuses, centros ambulatorios, sedes del ministerio del ambiente y de la vivienda, y arrastrando el pueblo todo con los consabidos, reiterados e insufribles cortes de luz, falta de gas, de agua, en el despliegue de una plaga bachaqueril bíblica, sin alimentos ni medicinas…, y para completar el drama, hermanos y hermanas, que se nos colaron los héroes opositores y elevaron en la gobernación y en la alcaldía a dos solemnes abúlicos e inútiles adecos. Fin de mundo, Ave María Purísima!
- Porque de aquellos polvos estos lodos: Estamos sufriendo el Síndrome de Sansón (según Noam Chomsky), porque los opositores, con sus encapuchados "universitarios", con sus comerciantes enfermos de odio, con toda esa clase alta y media, que en su afán por ver destruidos a los filisteos comunistas o chavistas decidieron con todas las fuerzas de sus dementes rabias derribar las columnas aunque ellos mismos fuesen sepultados en los escombros, y… ahora…, pues las consecuencias: todos estamos hasta el cuello hundidos en la mierda.
- Los opositores, con ese avasallante poder que tienen, pero que a la vez parecen pollos sin cabeza, salieron decididos y airosos a derrotar a los candidatos chavistas, y lo lograron. Cuando triunfaron sus líricos y exaltados personajes, hicieron sonar las victoriosas cacerolas en cientos de sectores residenciales y gritaban: "¡Ganó Ramón Guevara!", "¡Ganó Alcides Monsalve!", "¡Mueran los chavistas!"
- Ramón Guevara y Alcides Monsalve son dos abúlicos personajes que de la lucha social no saben nada, sino darle a la lengua (el arte sublime de los quejones de la oposición). El primero es la madre de la nulidad más absoluta y el segundo la vacuidad de las madres más letárgicas. Ambos sin partido, sin don de mando, descreídos, sin organización en las clases populares, sin valor ni conocimiento de política alguna; nadie los respeta, ni nadie les hace caso ni nadie nunca sabe dónde están. ¡Pero son opositores, y ganaron a las bravas, sólo para demostrar que podían derrotar a los chavistas! ¿Y…?
- Y lo que dicen estos dos tristes adecos es que el gobierno no les da los recursos, lo cual es absolutamente falso. No dan la cara, no tienen el coraje para afrontar las adversidades, nadie los ve en los terrenos de su propia tolda, allí donde se incendiaba y se trancaba día y noche durante las horrorosas y malditas guarimbas. Porque nadie mueve un dedo para ayudar a resolver este caos urbano, sanitario, social. Nadie está dispuesto a aportar una gota de sudor para limpiar la ciudad; nadie se mueve en la oposición para algo positivo sino para odiar y quemar.
- Si hoy, los de la oposición fueran tan valientes y solícitos, ingeniosos, tan decididos y organizados como lo fueron para inundar a la ciudad de sangre y fuego como lo hicieron durante las guarimbas, y se formaran cuadrillas para limpiarla, para sembrar, para educar y engrandecer de humanidad a su entorno, cuánto no se lograría. ¡Qué de milagros no se harían!
- ¡Ay Mérida!, soberbia ciudad, con sus encantadas y mayestáticas montañas, que te han soñado tantos sabios, músicos y poetas, nuestro más soberbio jardín de Venezuela, por tus coloridos guayacanes, por tus coronadas cumbres blancas en estos meses en la Sierra Nevada, ¡cómo podrían visitarte alguien en el estado en que te encuentras! ¿Cómo?