La historia que no debemos olvidar (I parte)

El país prometido

Un día muy temprano: 5 de agosto de 1498, se divisa en las costas de Maracapana de la hoy República Bolivariana de Venezuela, la presencia del invasor europeo. Era el navegante genovés Cristóforo Colombo, (mejor conocido en lengua castellana, como Cristóbal Colón) en su tercer viaje de conquista por territorio caribeño, que después de presenciar un inesperado recibimiento, nada halagador, por parte de los aguerridos caribes, que arco en brazos le lanzaron una ligera lluvia de flechas que hicieron aguas, las emociones de los invasores, cuando sonaban pitos y tambores en señal de alegría por la llegada a costas de Tierra Firme, que luego para ellos, sería el "paraíso terrenal", visionado desde la perspectiva de la ilusión bíblica del colonizador.

Algunos indígenas de la Península de Paria los acogieron como amigos, porque desconocían las intenciones verdaderas de aquellos bárbaros europeos. Pero fue allí, cuando comenzó la tragedia. La masacre indígena no se hizo esperar. Fueron esclavizados y asesinados. Los invasores, violaron la dignidad del valiente pueblo nativo; mataron a mujeres, niños y ancianos; les quitaron las tierras que por heredad natural les pertenecía, les arrebataron sus dioses, su cultura y religión, los aventaron a parajes de extrema inhospitalidad, los que se resistían a la esclavitud. Los que no podían huir morían por la acción de la lanza, la espada y la cruz, forzados a realizar trabajos inusuales e indignos para ellos, morían de hambre y de enfermedades por ellos desconocidas, que no eran más que transmitidas por los virus y bacterias portadoras de gripe, viruela, paludismo, y otras tantas pestes que venían inoculadas en los cuerpos infectos de aquellos insolentes invasores. Le impusieron una religión y un dios extraño que muy lejos de ofrecerles protección se confabulaba con el cínico propósito del opresor y los apoyaba en sus tropelías criminales en contra de nuestros ancestros.

El Padre Fray Bartolomé de las Casas describe el comportamiento de estos inhumanos seres de esta manera:

"En la Española los cristianos con sus caballos y espadas comienzan la matanza: desbarrigaban las mujeres paridas y despedazaban a los niños y ancianos. Tomaban los niños de las tetas de las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las rocas… otros bullían los cuerpos de los niños en los ríos riendo y burlando… Hacían una horca larga que no juntasen los pies a la tierra, de trece en trece. Para luego colocar leña a fuego lento y los quemaban vivos".

A partir de aquella aciaga fecha, Venezuela fue una tierra prometida para el conquistador. Era la tierra prometida de los obispos y curas y demás lacayos y malandros advenedizos, que incluso, purgaban penas en las cárceles españolas, y eran traídos a la América a realizar sus desmanes vandálicos al servicio de la Corona, y a los designios demoníacos del Vaticano, cuyo representante de turno del dios blanco en el Planeta Tierra, era para el momento, el Papa Alejandro VI, que en nombre de Dios autorizaba, reconocía y bendecía aquellos viles atropellos en contra de nuestros indios, Dicta decretos, bulas cediéndoles a los reyes católicos en nombre de Dios todas las tierras que encontrase en este continente, como se expresa en la Segunda Bula "Inter caetera" . (Alejandro VI. 4 de mayo de 1494), de la cual hablaremos en otro artículo.

Pasaron trescientos años de férrea lucha, en franca resistencia por la libertad; cuando al fin se pudo ver los resplandores de los libres, pero a pesar de la gloriosas batallas, donde se hizo presente el sacrificio heroico; el esclavo siguió siendo esclavo, los hijos de pueblo seguían cautivos en las mazmorras de la explotación del hombre por hombre, cuya ignominia seguía enclavada por encima de las gloriosas batallas de grandes victorias, que muy pronto para el pueblo fueron efímeros triunfos. Esas mismas luchas y batallas del pueblo, volvían a coronar al opresor en el poder. Así lo comprendió EL Libertador Simón Bolívar, en el declinar de su existencia, en el batallar último, de sus postreros días en San Pedro Alejandrino, la lucha que no pudo plasmar en glorias libertarias para el pueblo, en su momento, pero han quedado pendientes para la posteridad que hoy nos toca a nosotros plasmar con lucha, batalla y victoria conos lo indicó el Comandante Eterno.

Luego la bala traidora de San Carlos, que cae sobre la cabeza de Zamora, derrumba de nuevo las esperanzas de un pueblo oprimido y extenuado históricamente por una oligarquía que daba señas de eternizarse en el poder sin misericordia alguna. Sin embargo el pueblo venezolano continuó la lucha a expensa de los grandes sacrificios que imponía con saña el sistema establecido, desde Cristóforo Colombo, el primer esclavista y asesino que pisó la gloriosa tierra de caribes, cumanagotos, Jirajaras, Ayamanes, Caquetíos, etc., hasta Cipriano Castro, traicionado por su compadre Juan Vicente Gómez; y aún más explotación, opresión y engaño al pueblo; robo y saqueo, en los albores de la era petrolera gomecista y posgomecista, desde la llamada Generación del 28, donde la historia de Venezuela comienza a doblar la esquina, para entrar por el umbral de la patria, sin dar tregua a las luchas del pueblo que jamás claudica ni claudicará ante la injusticia, hasta encontrar su auténtica libertad.

He allí ese pueblo ondeando las banderas de las luchas libertarias de todas las épocas por la conquista del país prometido, hasta la llegada del gigante Hugo Chávez que destronó del poder a una oligarquía enquistada por 168 años de opresión, persecución, prisión y muerte a quienes generaron una forma de pensar diferente, para reivindicar la paz, la justicia, la libertad y la independencia y terminar con la ignominiosa mal llamada democracia representativa que desgobernó a Venezuela por 40 años, que no era otra cosa que la dictadura disfrazada que caracterizó la época de la historia venezolana donde sucedieron los más horribles crímenes y persecución atroz donde surge por primera vez la figura del desaparecido en el gobierno de Raúl Leoni.

Las atrocidades cometidas contra la dirigencia revolucionaria iba desde montarlos en helicópteros y lanzarlos al vacío o al mar, tal como ocurrió con Víctor Soto Rojas y Alberto Lovera, arrancarles los ojos y las uñas de las manos y de los pies como lo hicieron con Argelio Reyna, rociarle gasolina y quemarlo vivo como sucedió en la población de Cumanacoa, Estado Sucre, con el campesino Juan Chacón Lanza, o torturarlos y golpearlos con la culata del fusil en el cerebro hasta producir la muerte como lo hicieron con el joven Noel Rodríguez, son apenas algunos mínimos rasgos de lo que fueron las acciones criminales de los desgobiernos de la Cuarta República en Venezuela.

Hubo masacres terribles como la de Yumare, del Amparo, la del Caracazo, la de Cantaura (entre otras que analizaremos en otro artículo), que exterminaron a colectivos humanos, por prácticamente pensar diferente, y para ello utilizaron a la aviación y batallones del Ejército, La Digepol policía política de Betancourt y Leoni, luego esta misma policía con otro nombre: La Disip, El DIN y las garras asesinas de CIA con el apoyo directo del Gobierno Imperialista estadounidense, y los gobernantes títeres que desgobernaron al país desde 1958 hasta 1998, fin de la Cuarta República.

Y fueron protagonistas de estos terribles acontecimientos las cúpulas de los partidos Acción Democrática y Copei emparentados en una terrible confabulación que llevaron a cabo con el Pacto de Punto fijo, con la tolerante autoridad del Gobierno de los Estados Unidos y la bendición de la Iglesia Católica, nos mantuvieron bajo la opresión, el engaño y el despojo de las riquezas nacionales, la degradación, exclusión y el desprecio social, donde la oligarquía forjó sus raíces financieras a expensas del hambre y la muerte del pueblo, y el robo en todas sus manifestaciones.

MUCHAS GRACIAS A LOS AMABLES LECTORES, Hasta la próxima oportunidad donde seguiremos avanzando en esta historia que no podemos olvidar.

PATRIA O MUERTE… VENCEREMOS

reinaldoc06@gmail.com



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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