"…levantar un cuerpo de opinión capaz de orientar hacia la consolidación de lo positivo que se haya realizado durante los regímenes de López Contreras y Medina, a fin de evitar que las circunstancias nos vuelvan a colocar en la encrucijada en que la acción de facto, pueda adquirir visos de aparente justificación".
-Un Candidato de Laboratorio- Editorial del Diario El Heraldo. 12 de septiembre de 1945.
Han transcurrido 73 años de un acontecimiento relevante en la historia de Venezuela, lo que en Acción Democrática se denominó como la Revolución de Octubre, lo cual no fue más que un golpe de Estado que saca del poder al presidente Isaias Medina Angarita, dando paso a una Junta de Gobierno integrada por militares y civiles, con lo cual el cambio a partir de un lento proceso democratizador llevado a cabo por Medina, deviene en otro (sin duda, significativo proceso democratizador), en medio de las agitadas aguas de una metamorfosis política que no terminaba por cerrar, en definitiva, los últimos vestigios del Gomecismo, del caudillismo, de la autocracia y del atraso, pero más grave aún, de la arraigada cultura del poder heredada por los militares de entonces, desde las montoneras hasta de los egresados de las academias (nuevas generaciones castrenses), estos últimos impulsados a partir de las postrimerías del mandato gomecista y los transcurridos posteriormente con López Contreras y Medina Angarita.
A Medina el destino le jugó una de las más absurdas jugadas, de lo cual el viraje inoportuno de los acontecimientos dio paso al Gobierno del Trienio con Rómulo Betancourt a la cabeza, me refiero a la candidatura del también tachirense, Diógenes Escalante, embajador entonces de Venezuela en los EE.UU., impulsada por Medina Angarita y convertida prácticamente en pretensión de consenso, con lo cual el nuevo intento de López Conteras de llegar a Miraflores languidecía.
Considero que demasiada vigencia tenía el caudillismo (más de un siglo del acontecer republicano tenía el sello de tan arraigado fenómeno), basta con considerar que Venezuela se encuentra a finales de su primera década del siglo XX con Juan Vicente Gómez en el poder, y no es sino hasta más de tres décadas posteriores cuando en realidad entra en el umbral del siglo XX, muy tarde para un país que se disponía a convertirse en una de las más grandes potencias petroleras del mundo y con un desarrollo agrícola y pecuario en franco ascenso.
El ensayo de Medina no era descabellado por variadas razones:
1. La candidatura de Diógenes Escalante apoyada por el PDV (el partido de Medina) consiguió eco en los cuadros medios y bases de AD, contando además con el apoyo de sectores de centro y de la propia izquierda de entonces (Medina legalizó al Partido Comunista).
2. El caudillismo arraigado como cultura en la política venezolana conspiraba en contra de la instauración de la democracia.
3. La institucionalidad gubernamental contenía un sistema electoral demasiado precario, por lo que la civilidad le daría un sentido más amplio.
4. Se hacía necesario un proceso paulatino, lento pero sin pausa que abriera cauces para el afianzamiento de una robusta democracia, con énfasis en unas fuerzas armadas abocadas al deber sagrado de garantizar la vigencia del nuevo modelo, así como la defensa de la integridad y soberanía del suelo patrio.
5. Garantizar el consenso y la diversidad del pensamiento político para abordar la consolidación de la democracia, era una tarea ineludible, se requerían cimientos sólidos e instituciones democráticas fuertes. La democracia es también una cultura que no depende solo del que gobierna, es consensual, debe generar sentido de pertenencia para que ese consenso la defienda y la preserve.
El resultado todos lo sabemos, El Dr. Diógenes Escalante se enferma en pleno "calentamiento de motores" de su campaña electoral, acontecimiento muy bien aprovechado por Rómulo Betancourt para junto a un grupo de jefes militares encabezados por Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez, sacar del poder a Medina Angarita.
La demencia del Dr. Escalante y su salida del juego electoral desata los demonios; los intentos por recomponer las cosas salen de la agenda de los actores políticos y militares. Medina promueve la anquilosada candidatura de Ángel Biaggini, en tanto que Betancourt juega a la sedición. Dijo una vez el gran Ernesto Sábato en su obra "Heterodoxia" (1953): "La vida del espíritu es un diálogo, en el que la verdad va saliendo tortuosamente, a menudo con violencia, en una larga y complicada contraposición de opiniones."
Mezquino de mi parte seria no reconocer los importantes avances y experiencias que aporta el Gobierno del Trienio en aras de la institucionalidad democrática, como la Asamblea Constituyente, la Carta Magna del 47, la primera elección universal, directa y secreta para escoger al presidente de la República y las instituciones legislativas y muchas otras. Sin embargo, los visos sectarios reflejados en el partido omnímodo, por parte de quienes lograron controlar el poder no se hicieron esperar, y que a pesar del gran apoyo popular, produjeron también aquel 24 de noviembre de 1948, del cual hablaremos en una próxima entrega; dejando al descubierto la acción de Sísifo (el famoso personaje mitológico perteneciente a la tradición homérica) y los castigos a que le ataron los dioses a consecuencia de su despotismo; así como las ambiciones nobles y peligrosas de los personajes ulteriores del acontecer político.
Saltó el golpe contra Medina, el eslabón de la solidez institucional, necesaria para un camino democrático consensuado. De ahí la vigencia del diálogo, inexcusable en nuestros tiempos, como lo dijo Santiago Kovadloff: "Creo que es muy importante asentar nuestra convivencia en una memoria viva y no en un olvido ficticio. Creo que no es posible olvidar; es posible no limitarse a la memoria de lo trágico y tomar otros gestos y otros posicionamientos. (...) Uno siente la alegría del diálogo sin que sea indispensable borrar la historia, uno puede ir al diálogo mucho más auténticamente sino disimula sus heridas."