Los seres humanos, somos sujetos en relación y, experimentamos necesidades básicas más allá de las fisiológicas, lo que nos moviliza a tomar decisiones y emprender acciones en nombre de esta decisión. Es así que, estos detentadores de poder, han tomado entonces las inseguridades y los miedos de los "individuos" y a través de mecanismos mediáticos y procesos de ideologización, los desplazan a un "Otro" que deviene como "enemigo", como "extraño" y "diferente", como un No-Yo.
Dichas necesidades y las formas en que las resolvemos no son fenómenos meramente individuales, sino que constituyen hechos sociales con un fuerte trasfondo político. En este orden de ideas, por ejemplo, alcanzar la confianza de vivir en un mundo seguro que no nos enfrente a nuestra vulnerabilidad y que nos provea la certeza de poder predecir los acontecimientos próximos, se traduce en una urgente necesidad de fácil manipulación.
Las amenazas difusas, se convierten a través de este proceso, en amenazas reales personificadas en una figura, la del villano, malvado, terrorista, degenerado, ladrón, etc., etc.
Paralelo a ello, se crea también la imagen del héroe, cuyas acciones orientadas a destruir y exterminar al "Otro" se legitiman. Paso seguido, se promueve el odio hacia el enemigo, mientras en paralelo y como consecuencia, se enaltecen y se apoyan las acciones del héroe.
A nombre de la seguridad, la confianza y la certeza, sociedades enteras terminan respaldando al supuesto "héroe", aun cuando sus acciones dañen a una parte significativa de la población, así como ocurre en Colombia y Venezuela últimamente.
Pero, el resultado que consigue esta manipulación de nuestros miedos e inseguridades no es sino más inseguridad, incertidumbre y desconfianza, pues sus raíces permanecen intactas o se fortalecen cada vez más en la medida en que nos vamos haciendo más individualistas y competitivos entre nosotros mismos.
En la actualidad, la mayoría de individuos, carecen de la mínima consciencia de su propia vida porque están obnubilados por las ideas de "progreso" y atiborrados por las imágenes y el espectáculo; razón por la cual no logran comprender la verdadera raíz sobre la que se edifican sus inseguridades y miedos, que parecieran generalizados. Por ello es urgente hoy, avanzar hacia la toma de conciencia, el doloroso "darnos cuenta" de que andamos desconectados del entramado de relaciones sociales, comunitarias, de nuestra historia… de todo lo que nos da identidad, confianza, proyección de futuro, de aquello que nos hace ser humanos, sujetos históricos, ubicados.
Urge darnos cuenta que mientras nosotros nos entretenemos en nuestra visión parcial y desinformada de la realidad, en la lucha entre villanos y héroes que subordina nuestros afectos y obstruye nuestra capacidad crítica, quienes están en el poder (económico-político) hacen y deshacen sin que nos demos cuenta.
Es claro que, si lográramos recobrar la fuerza que proviene de los vínculos interpersonales y comunitarios, de la intimidad, de la solidaridad y de la cooperación, encontraríamos otra manera de satisfacer nuestras necesidades básicas de confianza, de seguridad y de certeza, nos haríamos menos vulnerables y dejaríamos de tragar entero los cuentos de ficción con los que manipulan nuestra subjetividad social. Hemos de despertar del encanto.
En el estado de derecho el pueblo es el soberano que le exige al gobierno que cumpla lo pactado, responda a las demandas y produzca bienestar colectivo. Técnicamente el Estado Bolivariano Venezolano, es de derecho, porque formalmente hay independencia de poderes, se basa en derechos humanos, tiene elecciones libres y es laico. Sin embargo, al pasar una plantilla por las dimensiones ética, histórica, judicial y social, no es así: Éticamente, hace parte de las Naciones Unidas, pero allí sus posiciones son ambiguas y politizadas, condena y absuelve al mismo tiempo, pide paz y respeto para el resto del mundo y en su territorio aúpa la guerra hacia países extraños incertidumbre y miedo, aboga por intervenir en la organización de otros estados
Históricamente, desde hace doscientos años, el poder está en manos de los dos partidos de derecha (en formatos diversos y actualizados), que han destruido las bases del estado de derecho, despreciado derechos y metido en su medula prácticas de derecha, fundadas en exclusiones, discriminaciones, transmisión casi hereditaria de cargos, uso de los bienes públicos a su medida, control bipartidista de organismos de control y manejo autoritario de las finanzas y la ley.
Hoy, hablar del Psuv es decir Acción Democrática y la mayoría del gabinete ejecutivo y legisladores del Estado vienen de la democracia cristiana y, se dicen hombres de izquierda y, ahora buscan implantar un modelo neoliberal. Y de manera sarcástica Carlos, Chacal, Ramírez expresa desde su prisión y en un atrevimiento del gobierno francés expresa que, viene a rescatar el poder en Venezuela, él, sabe lo que expresa.
Los gobernantes actúan dentro de una legalidad que ellos mismos acomodan, e interfieren la aplicación justa e imparcial de la ley, presionan su selectividad, populismo punitivo y condenas por presión mediática, propio de tiranías que componen los hechos históricos, impiden que se sepa la verdad, hacen que pase desapercibida por la memoria y tratan de eliminarla de la conciencia colectiva.
Socialmente, es inocultable la devastación del tejido social y la convivencia civilizada, porque los sectores en el poder del estado han actuado y favorecido la sistematicidad e intencionalidad de prácticas contra la vida, dignidad y seguridad personal de su ciudadanía, por los que es hondamente cuestionado como estado de derecho por omitir o participar en hechos lesivos de la dignidad humana colectiva.
El Estado de Derecho requiere para serlo de verdad tener una oposición reconocida, respetada y con garantías y tener contrapesos en los poderes, para evitar que se vuelvan totalitarios y homogeneizantes.