Presidente Nicolás Maduro, como un venezolano más, le deseo una feliz navidad a usted y su familia. Lo digo con sinceridad, de manera honesta. Es el deseo colectivo que profeso a todo mi país, incluyendo, desde luego, a mis familiares, a mis poetas amigos, compañeros de trabajo y de sueños; y al resto de los sufridos habitantes de nuestra amada República Bolivariana de Venezuela.
Navidad que no sabemos con certeza si será feliz para nuestros compatriotas en migración. Unos se fueron por intolerancia, otros por necesidad. Se fueron algunos en búsqueda de aventuras, otros por engaño (incluso, engaño de sí mismos). Se marcharon también porque nuestra realidad material (valga decir, económica), luce incierta, insoportable e insuperable; de igual modo lo hicieron porque se encontraban desasistidos, decepcionados e impotentes.
Otros, como yo, nos quedamos. En mi caso personal, esperando como un mendigo que usted autorice al ministro Hugbel Roa el pago de nuestras prestaciones sociales devaluadas, pues después de 28 meses en mi condición de profesor universitario jubilado, el hambre, la penuria, la miseria y la pobreza extrema carcomen mi endeble ser. Créame que no exagero. Cuando usted esté cenando en Miraflores piense que yo no tendré nada para cenar. Su ministerio de ciencia y tecnología no entiende de las tecnologías del hambre, ni sabe con qué ciencia se enfrenta la pobreza de los miserables de nuestro país. Fíjese que ni siquiera cobramos las quincenas de diciembre, para remediar con esos seis mil soberanos la hambruna de toda la navidad.
Le expreso mi testimonio personal, para nada falso, para nada hipócrita, porque usted (y tal vez otros presidentes anteriores) debe estar rodeado de mucha falsedad, de mucha mentira y de mucha hipocresía. Por ejemplo, siento pena por usted, y más pena por mi país, cuando le oigo decir en tv que usted va enfrentar la corrupción con todos los hierros. Le haré algunas preguntas al respecto.
¿Cómo me explica usted que un simple teniente de nuestras fuerzas armadas, tan gloriosas en el discurso socialista, antiimperialista, anticapitalista, chavista y nacionalista, sea propietario de un taladro petrolero en la Faja del Orinoco del estado Anzoátegui, concretamente en Campo Budare? ¿Por qué un profesor universitario con doctorado, como es mi caso, con 25 años de trabajo en un campo de las ciencias, como lo es la Universidad de Oriente, no puede hacerse de un taladro petrolero como medio de sustento y enriquecimiento, pero un teniente sí puede hacerlo? ¿Puedo suponer, de manera ingenua y de buena voluntad, que usted no sabe esas cosas; ni que el ministro de la defensa tampoco las conozca? Esos taladros se adquieren usados y a bajo costo en Texas, EE.UU., en dólares, porque allá los descontinúan después de perder su vida útil. Aunque sean taladros "chatarra", acá en Venezuela se utilizan sin problemas. ¿Cómo consigue un teniente esos dólares para traer en contenedores semejante equipaje para instalarlo en la Faja Petrolífera del Orinoco? Igual ocurre con préstamos bancarios de 350.000 dólares, 500.000 dólares y más, que ciertos bancos asignan para quienes hacen grandes negocios en Güiria y otros pueblos del estado Sucre y del país, relacionados con la venta de alimentos (maíz, carne, etc. etc.)
La frontera de Brasil con Venezuela, concretamente ese largo y hermoso eje que va de Santa Elena de Uairén a Ciudad Bolívar, en territorio nuestro, y de La Línea a Manaos en Brasil, se presta para todo tipo de grandes negocios, ante los ojos vivarachos, complacientes y los alegres bolsillos de los efectivos militares. La venta de queso y de carne de res proveniente de Guárico, Anzoátegui y Monagas implica un jugoso negocio con los bolívares soberanos en efectivo, y con los dólares en efectivo. Hasta los hacendados y ricachones de este lado del Orinoco enfilan sus lujosas camionetas para este tipo de negocio altamente lucrativo, contribuyendo a imponer precios en los pueblitos de origen (Santa María de Ipire, Pariaguán, Zaraza, El Tigre, Maturín) realmente demenciales. Queso a 2.000 soberanos (medio salario mínimo), carne de res 2.000 y 2.800 soberanos; carne de cerdo a 3.500 soberanos, y pare usted de contar. También venden los dólares a la tasa del dólar negro especulativo (promedio al día de 765 Bs.S). Todo un negoción, señor Presidente. Usted lo sabe. Debe saberlo. A menos que me haga creer lo contrario.
Conocí recientemente a un joven empresario brasileño que se desplaza por las rutas mencionadas de Brasil-Venezuela-Brasil para fomentar la bicoca de sus 27 empresas (veintisiete empresas), a la edad realmente increíble de 27 años de edad. Este chamo se ha hecho un magnate en plena juventud. La clave de todo, dice, el control y el contacto con los militares venezolanos. Una sola de esas empresas consiste en traer de Brasil Toyotas de lujo (Fouruner, Fortuner, Hilux, Sequoia), Jeep tipo Rubicón y Grand Cherokee, pero también compra Toyotas usadas y las lleva al Brasil para venderlas allá. Gente del gobierno de compra estas naves, obviamente.
Otras de sus empresas está ligada al oro del Arco Minero, otra a la venta de productos alimenticios, otras a la venta de cauchos para automóviles, etcétera etcétera (como gusta decir, usted Presidente Maduro). ¿Cuánto percibe el fisco nacional por las transacciones en dólares (previo canje de bolívares a reales, y viceversa), mediante los controles de aduana y Seniat, por decir lo menos, con las 27 empresas de ese señor?
Apartando esas anécdotas, Presidente Maduro, y retomando el tema de la navidad y los lloriqueos de mi pobreza extrema, le recuerdo que los enfermos de nuestra amada Patria (y los que queremos patria seguimos en el país, no nos hemos ido), están muriendo a mengua. Mi madre de 73 años se cayó por la crisis hipertensiva, el pasado viernes 14 de diciembre de 2018, pues la Misión José Gregorio Hernández no entrega hace meses los hipertensivos que se requieren. Ella reside en El Tigre. Se fracturó un brazo.
Le mandé a hacer la placa y tiene fisura. Hemos ido al hospital general Felipe Guevara Rojas de El Tigre y no le quieren poner la férula ni inmovilizarle el brazo, porque según los medicuchos déspotas que nos atendieron, "han pasado muchos días y eso se le cura solo". ¿Será que a la madre de ellos, Presidente, se le curan las lesiones de los huesos solos? María Pérez, mi madre, no duerme llorando por el dolor, y tiene eso muy hinchado. Si usted lo duda, llámela al 0283.2312398 y mande al mismísimo General Padrino López a ver si miento. Esos grandes carajos del hospital de El Tigre deben ir presos.
Por otra parte, ese mamotreto de seguro llamado SISMEU, a la cual la tengo afiliada, correspondiéndole para ser atendida, en caso de HCM, la conocida Clínica Santa Rosa, no sólo no sirve como seguro colectivo, sino que no lo toman en cuenta. En dos oportunidades he intentado el beneficio de esa clínica y de ese seguro, y me jalado los pelos de la cabeza por la rabia y la impotencia ante la burocracia y la burla. ¿Cómo cree usted que pasará mi madre la navidad, y con ella todos sus hijos pobres, ante su sufrimiento? Ella ha vivido sus 73 años trabajando duro, precisamente sobre la Faja Petrolífera del Orinoco, de donde sale tanto petróleo que hasta los tenientillos nuestros tienen taladros para lucrarse. ¿Usted cree que esto es justo? ¿Esto es parte del socialismo humanista que usted promueve y promete? ¿Qué socialismo siglo veintiuno es este?
Otro caso de grave enfermedad lo padece esa gloria del folclore venezolano, el inmortal contrapunteador José Jiménez, El Pollo de Orichuna. Gracias a la colaboración de mi persona, de Reynaldo Armas y de Cristóbal Jiménez, logramos su trasplante de riñón en el Hospital Militar de Caracas, en 2011. Mi compadre José Jiménez está muriendo en una cama en Barinas porque hace tres meses no consigue los medicamentos para el anti rechazo. Su teléfono es 0414 0938667. Háganme un favor, no lo dejen morir. Como el Carrao de Palmarito, es una gloria de nuestra cultura llanera.
Tampoco consigue ese tratamiento mi sobrino Luis Alfredo Gimón (Telf. 0414.8421148), trasplantado en el mismo lugar y el mismo año. Le refiero estos tres casos en cuanto a salud, Presidente Maduro, para que la noche de navidad, entre risas y chistes, tire la mirada más allá de las adulaciones, la riqueza y la buena vida que implica su embestidura, y mire por una hendijita las enormes miserias que espantan nuestra fe, nuestros ánimos y nuestras esperanzas.
Igual puedo referirle, en nombre de nuestro pueblo, otras calamidades, pero sería vano alargar este mensaje. Dignifique usted a los trabajadores luchadores de este país, y respete y reconozca las tablas salariales de inmediato. De las universidades, del Metro, de Sidor, de la Salud, de todos los gremios. Resuelva de una buena vez la escases de aceite automotriz, cauchos, baterías y aceite. Haga que los HCM se respeten y cubran los gastos actuales de los servicios médicos. Evite la creciente mortalidad infantil por desnutrición y enfermedades. No se coma el cuento de que a fuerza de misiones (por ejemplo "parto humanizado") y de bonos, usted va crear una Venezuela Potencia. Nada más improbable que eso. Hay razones técnicas, más que políticas, para ponerlo en duda.
Una vez que usted considere la gran cantidad de cosas que quizás pasen por su cabeza la Noche Buena de esta navidad tan triste, siéntese en un rinconcito alejado, con serenidad, en paz con Dios y con su conciencia, y piense como en aquella canción ("Navidad alegre/ tradición del año/ unos van felices/ otros van cantando.//Hay otros en cambio/ que no tienen nada/ son los que quisieran/ que nunca llegara"…), que un gran porcentaje de venezolanos enfermos y empobrecidos, hambrientos y tristes, la estaremos pasando muy mal. Y que el año 2019 no será más que un año de incertidumbre. Eso sin descartar que los lobos del Norte y sus cómplices inmediatos se lancen a la locura absoluta, y vengan a acabar con la maltrecha patria mía, suya y de todos los venezolanos.
En medio de este limbo, quedo de usted, señor Presidente. Hasta donde nos lleve la navidad del señor.