Guaidó nos hace reír y Maduro nos hace llorar

Los venezolanos hemos recibido este año 2019 con una mano delante y otra detrás, pendientes de la tv, la radio y el teléfono, sumergidos en el río turbio del WhatsApp, dándole a la lengua su máximo kilometraje, preguntando a diestra y siniestra qué pasará mañana, cuánto subió el arroz, a cómo amaneció el cartón de huevos, qué precio tiene la carne. La paranoia es colectiva. La incertidumbre masiva. El desasosiego generalizado.

Antes, durante y después del 10 de enero se han tejido todo tipo de hipótesis sobre el devenir político. En lo personal, me espetan, me consultan y me preguntan cosas: "¿Poeta, qué va pasar en el país?" "¿Seguimos en el gobierno?" "¿Cae maduro?" Con mucha sinceridad y honestidad me apresuro a responder lo siguiente: No soy gobiernero. Es decir, nunca he sido gobierno ni he ostentado cargo alguno en ningún gobierno. Por lo tanto, no puedo decir si "seguimos" en el gobierno o no seguimos en el gobierno. No tengo por tanto, las repuestas demandadas. Lo que sí puedo asegurarles es que yo sigo en Venezuela, mi país amado. No me atrae la diáspora ni me sumo al desbarajuste.

Opino y pienso que Venezuela presente una difícil disyuntiva socio-económica, continuada y pujante por la polaridad indoblegable de al menos dos frentes políticos contrapuestos. Uno se denomina capitalismo, libre mercado, oligarquía, Puntofijismo y otras media docena de adjetivos y epítetos, catalogándose a sus actores de pitiyanquis, vendepatrias, traidores, escuálidos y otra media docena de adjetivos y epítetos; y en la acera de enfrente se encuentra el otro proyecto denominado socialismo del siglo veintiuno, democracia representativa y protagónica, inclusión social, chavista, madurista, revolución bolivariana, soberanía y otra media docena de términos nacionalistas, y sus actores son calificados como camaradas, compatriotas, chavistas, enchufados, corruptos, narcotraficantes, terroristas, entre otra media docena de adjetivos y epítetos. En ambos casos, el asunto se tuerce según quién hable y quien califique.

Dependiendo de donde venga el discurso y el mensaje, y la forma (obscena, maldiciente, razonada, ponderada, respetuosa, irrespetuosa, graficada, con montaje de imagen, manipulada artificiosamente, sonora o visual) y el modo de transmisión, el hilo político pasa por el cuello de todos los venezolanos, bien para degollarlos de toda cordura, de toda sindéresis, de toda paz, de toda tranquilidad y toda normalidad; o bien para ahorcarlo con la fatiga propia de toda preocupación, porque no sabemos qué ha de pasar en realidad, ni a dónde nos conduce este barco a la deriva.

Por un lado arrecian las medidas coercitivas contra el Estado venezolano mediante todo tipo de artilugios, tramposerías y artimañas seudojurídicas a nivel internacional, para impedir transacciones financieras, accesos a bienes indispensables para la vida nacional, sanciones contra funcionarios del gobierno y contra instituciones, alentando actos de sabotaje, golpes de estado, magnicidio y violencia callejera para quemar vivas a las personas afectas a Maduro y Chávez, con el uso del dólar negro o paralelo para desangrar los ingresos de los trabajadores y el capital activo y el circulante del país; y por el otro se aprecia el esfuerzo a veces desatinado y las más de las veces inefectivo del gobierno para promover y estimular la producción nacional, la construcción de viviendas, la regulación de precios, la entrega de bonos económicos suplementarios al devaluado salario mínimo, las subvenciones a la empresa privada, los llamados al diálogo invalorado y desestimado, el gasto social del 75% para los programas sociales, mientras la principal empresa del estado, PDVSA es hundida, es destruida en términos materiales y morales, por opositores y gobierneros que la sostienen, que trabajan en ella, que se lucran con esta empresa, que hacen fortunas con la complicidad de altos gerentes, y que luego huyen de Venezuela, mientras el ministerio público y el fiscal general los persiguen con una gomera, con una china, lanzándoles leyes y órdenes de captura que no siempre dan en el blanco, ni se sabe si resuelven tal descarrilamiento.

En toda esta triste historia dos cuestiones resultan innegables: la corrupción y el hambre generalizadas. Blancos y negros, pobres y ricos, feos y bonitas sufren las consecuencias de la carestía de alimentos, observando atónitos las enormes fortunas que amasan los comerciantes, principalmente los comerciantes chinos, sobrepreciando impunemente los artículos de la canasta básica familiar, cada vez que fluctúa el dolar. Nadie aplica la ley a los comerciantes, cerrando sus negocios, multándolos o suspendiéndoles temporalmente la licencia de comercio. El precio del arroz varió en apenas cuatro días de Bs. 1.000 soberanos a 3.000 y 4.000 Bs. Soberanos, puestos en el mismo estante. Las mafias se han enquistado. Todo se trafica. Todo se manipula y negocia. Todo se mueve de manera sucia. La corrupción no sólo atañe a las instituciones del Estado, a semejanza de la Cuarta República (1960-1998), sino a la moral ciudadana. No hay sensibilidad social ni comercial porque prescribió el respeto a la ley. Se derogaron las leyes penales del país por la práctica ordinaria y consuetudinaria del delito abierto, público y notorio.

Carnicerías, panaderías, abastos, tiendas y mercados se manejan con el dólar, se suscriben a su variante diaria, y hasta se cobran los valores de venta en esa moneda. Las ventas de repuestos nuevos y usados (en chiveras) se tranzan en dólares. El precio del ganado y el queso igual. Los campesinos, las amas de casa, los servidores públicos (enfermeras, educadores, profesores universitarios, bomberos, policías, secretarias, oficinistas de alcaldías, gobernaciones y otros organismos oficiales como los ministerios, el Saime, el Saren y el Seniat, entre otros); y trabajadores de empresas públicas y privadas (PDVSA, filiales, CVG, navieras, cementeras, petroquímica, metalurgia, etc) que no ganamos nada en dólares, quedamos sumidos en la peor de las pobrezas materiales. La impotencia carcome nuestra fe y nuestra voluntad. A este cuadro caótico lo sustrae como estigma la llamada Guerra Económica. ¿"Guerra Económica"? Yo diría que la impunidad, la falta de carácter y fuerza para gobernar, para corregir, para imponer la ley es lo que nos mata a diario. La empresa privada y la empresa pública actúan a un mismo tenor.

El Estado "estudio" las cadenas de costos y legisló para que el comerciante obtuviera su respectivo 30% de ganancia, y los comercios chinos, y los connacionales se burlaron de eso. Los aumentos y las ganancias sobrepasan hasta el 5.000% porque los venezolanos pagamos y seguimos pagando al precio que sea los alimentos. El hambre nos obliga. El gobierno no sabe cómo evitarlo. O peor, ¿no quiere evitarlo?

De cara al asunto de los dos "Presidentes de la República", prefiero entrarle al tema desde el lado del humor. Desde diciembre de 2015 la razón de ser de la Asamblea Nacional ha sido tumbar a Maduro, y Ramos Allup prometió hacerlo en seis meses, después que ofertaron al país que ellos harían aparecer la comida en los anaqueles como por arte de magia, apenas ganaran la mayoría de los curules. Esa Asamblea Nacional se convirtió en un bodrio. Cuando la presidió Julio Borges se la tomó como anexo de la embajada norteamericana para disparar desde allí los ataques internacionales contra Venezuela, apoyados en la OEA, con el señor Almagro vomitando veneno y rencor contra nuestra patria. Precisamente ese funcionario prófugo, Julio Borges, aparece incurso en un acto de corrupción de mil millones de dólares por una supuesta negociación con PDVSA. Es decir, gobierno y oposición, valiéndose de la corrupción, las triquiñuelas y la falta de moral, se ensucian las manos y le tuercen el cuello al cisne.

Hasta Claudio Fermín, ex candidato Presidencial contra Chávez en 1998 y jefe de campaña de Henry Falcón en 2018 reconoce que Maduro es un Presidente Legítimo. No se explica esa "juramentación" del señor Gauidó como "Presidente Interino", porque el recuerdo más fehaciente que tenemos de él no es de su cara sino de su posaderas, desde la vez que se peló el culo como señal de protesta (a la francesa, precisamente).; de modo que si esa es la cara que piensa darle al país como Presidente Constitucional (si algún día se lanza a candidato y gana con los votos del pueblo), seré aún más pesimista que en el presente respecto a su competencia para ese cargo.

La desfachez pasa al ridículo cuando un alabancioso sacerdote de los andes ve como un milagro de Dios que su antigua monaguilla en Tovar, Mérida, hoy esposa del señor Guaidó, se haya convertido en primera dama de Venezuela. Esto es para perder la fe, definitivamente y para siempre, en esa iglesia católica cuyos jerarcas andan violando niños en todo el mundo. Además, viven metiendo su lengua en tapara en el terreno de la política venezolana. Más jalapelotas no pueden ser. Siempre se han arrimado del lado de los ricos, pero predican la caridad. Qué hipocresía y cuanta falsedad. Por supuesto, hay excepciones y servidores de la iglesia que realmente sustentan su oficio en la ética profesional y el legado cristiano. Por eso le pido al padre nuestra que está allá en los cielos, que le meta el ojo a la iglesia católica venezolana. La iglesia evangélica, por el contrario, puso un candidato presidencial que dio la cara por su feligresía y aceptó dignamente la derrota. Eso se puede tomar como un ejemplo.

Por eso puse ese título a este artículo. La ridiculez no hace reír pero la inanición nos hace llorar. Como habitantes del limbo, nuestra suerte es incierta. Sólo falta que Donald Trmp reconozca a Guaidó como Presidente de Venezuela, y que luego llame por teléfono a Putín en Rusia y al Presidente de China para decirles "les tengo un culo pelao como Presidente de Venezuela".

Que desvergüenza.



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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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