Caracas en dos ruedas

Lo primero que me gustaría que supieran antes de leer que lo sigue, es que los motorizados me caen bien. Aunque preferiría que ningún familiar o pana fuera motorizado. Es decir, con las motos de lejitos. Porque lo más fácil que hay es darse un tortazo en una moto y salir malogrado. No obstante creo que son un sector que ha sido maltratado, sobre todo desde que se les estigmatizó y no les permitían llevar un parrillero porque era sinónimo de atracadores. O la locura esa que les impedía circular por las autopistas. Por cierto, ignoro si esa disposición fue formalmente derogada. Lo único seguro es que ahora circulan por todos lados.

Los motorizados además hacen que lleguen puntuales los encargos que debiste enviar a tiempo, es decir, suelen sacarte de aprietos y retrasos. Lo otro que despierta en mi cierta simpatía, es esa solidaridad que los caracteriza. Son el gremio más solidario que conozco. Cuando alguno se da, o le dan un tortazo, los que andan en dos ruedas aparecen como por arte de magia, se hacen presentes y apoyan moral, física e intelectualmente al espaturrado.

Esa es una cosa. Pero lo que está pasando en mi querida y agobiada ciudad con los motorizados nos pone en un borde, en un quicio, delgadito y mortal. Los motorizados nunca han respetado las aceras, pero ahora no respetan ni los sentidos de las vías. Se aparecen por cualquier lado. Les da igual adelantar por la derecha que por la izquierda. No tienen noción de las reglas del tránsito. No les interesan o creen que no son para ellos.

Pero eso no es lo peor. De llevar paquetes, cartas, libros y revistas han pasado a cargar gente. Ahora no se meten los paquetes dentro de una chaqueta, sino que cargan a humanos guindando en la parrilla, aterrados, espelucados, pero felices de “burlar” el trafico caraqueño. Ahora son taxistas. Piratas de nacimiento. Porque con los taxis de cuatro ruedas tenemos una ventaja: se sabe cuando son piratas y cuando no. Pero los motorizados taxistas tienen la piratería en los genes. Se reúnen cuatro, compran un toldo, lo montan lo más encima posible de la acera, le colocan el cartelito de “Moto Taxis” y listo, el negocio rueda, sin impuestos y sin alcaldía que lo controle. ¿Qué más le tiene que pasar a Caracas?

Periodista


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Mercedes Chacín


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