Un espectáculo lamentable lo de Barbados. Porque ya se percibe con claridad que no se trata de «programatismo» o ideología, sino de sillones y millones. Nada nuevo en nuestra tradición, claro, pero que ahora se nota más porque estos políticos bisoños no se conforman, como los de antaño, con un consejo de administración futuro y son partidarios del más vale pájaro en mano que ciento volando. Están como para ir a otras elecciones, ahora que la gente ya sabe que la cúpula de su partido tiene más políticos que decentes ciudadanos.
Ocupados los mandamases en resolver sus asuntos, aunque apelen al servicio de la colectividad, el tiempo se multiplica sin soluciones. Al contrario, en todo caso. La calle está harta de tanta pérdida de tiempo, de tantas comisiones insolventes, de su protagonismo permanente e inútil. Alguien tiene que poner freno a tanto desvarío. La verdad es que estos ciudadanos, agotan todo el tiempo permitido en sus largas liturgias. A saber: piden toallas, se secan a modo, después piden pelotas, siempre tres para tomarse un tiempo en descartar una, mete otra en el bolsillo fijándola bien al fondo (si se le cayera jugando el punto, lo perdería) y comienza a botar la elegida con la raqueta mientras inicia a la vez su escrupulosa ceremonia: se sacan el calzoncillo ,acto seguido llevan esa mano a pinzar/estirar la camiseta en el hombro izquierdo y después en el derecho, se tocan la nariz, repasan la ceja izquierda hasta alisar la oreja como escondiendo el pelo, vuelven a tocarse la nariz y repiten lo mismo con su ceja y oreja derecha y, por fin, se deciden a sacar tras pelotear -ahora con la mano- nunca menos de cinco veces y hasta diez. Si el partido de su preferencia fuese un rito, todo ese rito tiene prólogo: caminan haciendo una ele hasta el punto de saque, barre con la zapatilla la línea, se sacude con la raqueta la tierra de la zapatilla izquierda y después la derecha, siempre en este orden... y al fin, saca... pero si falla, repetirá en su segundo servicio todo el repasito sin saltarse un paso. Todos quieren reelegirse y obviar a las personas que sufragaron por ellos, el día electoral, Lo demás es, como exprese, jugar al peloteo con los ciudadanos.
Dicen algunos rivales que les exaspera todo ese ritual maniático de gobernadores y alcaldes. Ellos antes de sacar, desde las botellitas en la silla de descanso que recoloca orientadas al milímetro a los eternos atuses y peloteos antes de decidirse a sacar apurando el tiempo y ganándose a veces del árbitro ese aviso que llaman «populismo» los locutores y filósofos y no sé por qué.
Al vulgo no sabemos muy bien lo que nos conviene. Venezuela pierde población por el nuevo movimiento migratorio, al tiempo que crea nuevos polígonos que la tierra se tragará en breve. Si seguimos la curva de morbilidad, dentro de muy poco habrá tres veces más coches que personas, un gran cementerio de automóviles, un sobredimensionado esqueleto de chatarra sin impulso vital. Para no hablar de los hospitales para atender la diálisis, cáncer y enfermedades de la Tercera Edad.
El país no tiene plan de movilidad social, que le devuelva al siglo XXI y se queda encerrado en una excepción urbana en la que los conductores dejarán de existir antes que sus coches. Muy siglo XXI, todo es todavía demasiado finisecular. Ese es nuestro problema, que llegamos tarde al siglo pasado, lo saboreamos poco, y por eso nos empeñamos en contemplar pegados a su agonía, respirar sus estertores, como una sombra que las últimas luces del día no terminan de cegar.
Por eso no hay que marear la perdiz. Hay que llegar, hacer y escuchar poco a la gente—mejor, nada—, hacerse un Julio César, que en realidad el vulgo no sabemos lo que queremos o si queremos algo, que ya conocen la frase que Truman Capote le plagió a Santa Teresa, dos genios separados por cuatrocientos años, aunque ambos eran como los propietarios de coches, muy siglo XX. Así que sí, se llora más por las plegarias atendidas, que esta ciudad que se echó encima de Chávez Frías, a costa del tren y el metro, que ahora tendríamos y. nos lamentamos diez años después, de no haber gritado un poco menos y haber pensado algo más.
Tras la muerte de Hugo, en España han estado tradicionalmente llenas de miedos, me refiero los vecinos. De silencios para evitar posibles referencias. El análisis y la constatación, en las que se aúnan muchas y diversas razones, darían mucho de sí y confirmarían, sin duda, un tinte timorato al respecto, además de la precaución y el distanciamiento sobre el asunto. La publicación de libros desenfadados, y documentados, sobre las múltiples posibilidades y variantes que el asunto puede proponer, están ayudando a cambiar esa percepción inveterada, Un Estado socialistas con falangistas y neonazis controlando el poder. Fidel Castro Ruz, jamás permitiría ese grave error, menos Putin al igual que Evo, dos señores presidentes. Mirémonos en ese espejo, Rusia como soluciono lo del Harás San Juan en Argentina, me refiero al submarino, ahora lo del Amazonia que arde en fuego, enviando dos aviones de gran capacidad para depositar agua, es ir más allá de un Estado socialista. Es un solo grupo de ideas.
. Un ejemplo reciente, que acabo de leer, , de Manuel Jesús Segado-Uceda, en el que, además de infinidad de curiosidades y enigmas, nos muestra cómo los cementerios, muchos al menos, están llenos de enseñanzas y monumentos artísticos. Al servicio de ese lento cambio de actitud se ha puesto el necroturismo, una nueva tendencia que también se abre camino en Venezuela, a veces con resultados sorprendentes. Y con no pocos seguidores. La curiosidad nunca, o casi nunca tiene límites. Ahora, hasta tenemos una Ciudad Gótica con un Dracula patrullando las calles. Dentro de las múltiples variantes que el tema puede dar de sí, el de los epitafios quizá resulté sumamente curioso, a pesar de que nuestra tradición límite con lo macabro con fondo religioso, como ocurre en el cementerio del pueblo jiennense de Arjonilla, pueblo natal del autor del libro referido: «Como te ves, yo me vi; / Como me ves, te verás; / Todo acaba en esto aquí; / Piénsalo y no pecarás». Seguro que el lector conoce más de uno que camine en esta misma dirección. Y otros, ocurrentes, originales, incluso simpáticos. Seguro que la suma de todos ellos recogidos en nuestra provincia sería una aportación nada desdeñable.