“El contratiempo sonríe a la cita, viene
sin retraso pero sin renuncia: no hay cita
prometida sin la posibilidad del contratiempo.
Desde que hay más que uno.”
Jacques Derrida
Aquí va una lectura del discurso sobre el Partido Socialista Unido de Venezuela.
Lectura que tiene por referencia a las condiciones de posibilidad de pensar y hacer política, sobre todo la política revolucionaria y socialista. De entrada y de una vez: Chávez, con la claridad de principios que lo caracteriza, se ha hecho cargo de dos cuestiones decisivas y trascendentes. Una, que se refiere a un orden o familia de problemas relacionados con la política en general y a escala mundial: en la actualidad los sujetos políticos están condicionados por una fuerte e impactante crisis de la verdad y de la política. En este preciso sentido, el síntoma inmediato puede registrarse como sigue: la gente, el pueblo está harto y hastiado de los discursos reducidos a meras palabras, palabras que no denotan relaciones de correspondencia y coherencia con el quehacer político. Falta, falla, carencia que es expresión de la ausencia total de articulación entre las estructuras, tradiciones y estilos de hacer política y los requisitos y demandas de los tiempos que corren, o si se prefiere con las exigencias de eso que con un espíritu despótico, los apologistas del capitalismo denominan “las nuevas realidades”. La política de la derecha y aún de la izquierda se ejercita como si las palabras nada significaran o nada contaran, ese descompás entre el tal lenguaje de esa tal política y la vida-experiencia de los ciudadanos, de la gente, demandan de nuevas verdades para superar la crisis de la verdad y de la política: hay que producir una ruptura radical con las tradiciones y pensamientos políticos que han perdido el aliento y ya no son una cita promisoria y relevante con la sociedad, con las sociedades. Y a contrapelo, hay que afirmar las políticas revolucionarias, el ideal socialista en un nuevo espacio de lucha.
La otra, es más próxima, cercana. Las alarmas, incertidumbres e inseguridades no son suficientes razones para obviar o eludir lo que el desempeño y el desarrollo del proceso revolucionario ha dejado como algo que está demasiado claro: “las formas políticas tradicionales no tienen más opción que revisarse, cuestionarse y transformarse.” Chávez, consecuente con esta tesis, asume que a partir del 3D en la política venezolana se ha instalado, con urgencia y premura, un punto máximo de bifurcación entre la política del ser, (esto es, la que tiende a conservar y prolongar los viejos y cuestionados punto de equilibrios de la patria, del país portátil) y la política del deber ser (la que tiende a generar modelos sociales alternativos, la reestructuración de la sociedad, el país del socialismo del siglo XXI).
Que el presidente Chávez, de cara al futuro de la nación, asuma con firmeza, tanto la crisis, a escala global y local, de la verdad y la política como la encrucijada que interpela a los sujetos sociales y políticos venezolanos, no significa otra cosa que aceptar el agotamiento, el desvanecimiento de las condiciones de posibilidad de maneras tradicionales de percibir y hacer la política: por ello, en la perspectiva de la política de cambio revolucionario, socialista en el discurso del Teresa Carreño, el Presidente envió un esperanzador y definitivo mensaje:
A veces asistimos a la precipitación inexorable de una serie de acontecimientos y desafíos...
A veces emergen hondos y prolongados desencuentros. En estos casos, no se trata de (como los politiqueros de oficio) reestablecer la concordia y enderezar entuertos. Establecida la ruptura y la querella que la envuelve, se plantea delimitar una idea de sociedad, desde donde podamos visualizarnos y encontrarnos.
A veces cuando la legitimidad e investidura de determinada idea de sociedad ha sido puesta “patas pa’rriba”, en duda absoluta, y el conflicto se apersona con fuerza, hay que impedir que el desacuerdo y la violencia social que lo acompaña adquieran vida propia, se autonomicen.
A veces los a veces se encuentran, se juntan
En esas horas, en esos tiempos, bordes, excesos, topes.
En esos anclajes de los tiempos y de los mundos
En esos lugares, a contrapelo de las equivocaciones y de los errores, se pulsan las posibilidades de otra época, de otro modo de vida.
En esa búsqueda de la existencia, de la promesa. De la tarea común. A contracorriente y con la corriente.
En esa lucha por saber y poder. Por dilucidar nuestras posibilidades históricas y hasta dónde queremos llegar.
En tales lugares hay que leer hacia delante, persistir con los signos de lo nuevo. Y asumir la precipitación de los acontecimientos y desafíos como la pulsión, siempre constante, como la puja democrática y revolucionaria por recrear los vínculos sociales.
En esas expresiones de las relaciones de poder, ineludibles, nos encontramos. Y la política es interpelada por un pueblo que concientemente apura el paso.
Entonces, desde la soberanía popular, la democracia (la de la promesa y del poder constituyente), la justicia, la igualdad y el socialismo, se impone abrir vías de paso, ensanchar los horizontes. Y allí definir la línea de flotación de la nación.
Hay que desmarcarse, de una vez, de los actores políticos que sólo atinan a preguntar ¿a dónde vamos?, ya que no tienen rumbo. Actores que no solamente a veces, sino que desde siempre saben de la reconducción de los conflictos y sembrar el olvido.
Se acabó el cuento del despido de la política o que no hace falta un proyecto para legitimar las esquinas políticas (el poder oligárquico-mediático) y de “era una vez la política revolucionaria y socialista” (la izquierda que es de derecha).
Una vez más: vivimos el contratiempo de una cita, para nada light; y no hay que lamentarse por ello.
fclugo49@cantv.net