Las acciones golpistas de la extrema derecha venezolana acaban de alcanzar niveles siderales de estupidez y locura. Cada mes, el espurio diputado Juan Guaidó y su "equipo" estrella de asesores intergalácticos nos sorprenden con sus más deschavetadas actuaciones.
Esta vez todo el planeta quedó sorprendido por la descarada desfachatez con que las logias neofascistas venezolanas intentaron ejecutar un nuevo golpe de Estado, violento, criminal. Con la novedosa ocurrencia de tercerizar en mercenarios extranjeros las acciones que ellos, por su destacada cobardía, son incapaces de hacer.
Es sorprendente también, que en medio de un golpe de Estado aún en marcha, el jefe mercenario (el "contratista") llamado Jordan Goudreau (veterano Boina Verde), aparezca de lo más campante en todos los medios de comunicación como si su maltrecha misión fuera parte de las grabaciones del reality show de la familia Kardashian.
Nada más esta falta de confidencialidad y discreción durante la ejecución de un acto criminal de este nivel (una invasión militar), revelan las dudosas capacidades técnicas y operativas de este burdo mercenario. Sus propios excompañeros (también veteranos de guerra) dudan del apropiado funcionamiento de sus capacidades mentales (padece "discapacidad general" causado por "lesiones cerebrales"). Además, al fracasar la invasión, cae de inmediato en desgracia con la Casa Blanca, por lo que ya se habla de que será "investigado por tráfico de armas en Estados Unidos".
Goudreau pasó rápidamente de ser el poderoso Rambo protector de los intereses de la extrema derecha, a ser un leproso, el ángel caído del cual ahora todos reniegan y se tapan la nariz a su paso. En todo caso parece que su molestia (la razón para develar el plan y el Contrato) se debió a la falta de cumplimiento de la "contraparte" venezolana, no solamente por el impago de las clausulas monetarias del mismo, sino también por poner en riesgo la vida de los mercenarios al servicio de la empresa privada de seguridad Silvercorp.
Pero la cosa es más grave aún. Como señala el experto militar Sean McFate, está clarito que Jordan Goudreau "exportaba su pericia letal a un país extranjero". Contrato en mano, como si se tratara de la contratación de una asesoría gerencial, Goudreau y su escuadrón de exterminio, se comprometían a la "captura, detención y remoción" por cualquier vía de las legítimas autoridades del gobierno venezolano; señalan que para ello utilizarían equipamiento y tecnología militar de última generación (incluyendo misiles), sin importar daños colaterales a civiles por el mal "uso de la fuerza letal"; la contratista Silvercorp sería la responsable, durante más de un año, del "reordenamiento" interno del país; y como si de un botín de guerra se tratara, mencionan sin estupor alguno que podrán cobrar parte de sus emolumentos con "petróleo o dinero incautado" por las desinteresadísimas fuerzas mercenarias. Puras monjitas Misioneras de la Caridad.
Lo más tenebroso, asqueroso y repudiable de este fallido intento de incursión militar, aún por encima de todos los delirios de Goudreau, es el vergonzoso papel que jugaron esperpentos antipatriotas que dicen ser (en mala hora) venezolanos. Para la vergüenza y penumbra de la República quedarán por siempre grabados los nombres de abominables seres llamados Juan Guaidó y los miembros de su "equipo" del Comité de Estrategia, conformado por Juan José Rendón y Sergio Vergara (ya purgados y defenestrados).
Todos sus despropósitos están firmados en sangre, para tristeza de la patria, en su funesto "contrato de servicios" con la empresa mercenaria Silvercorp. Cuyas firmas, audios y mensajes de texto revelan la baja calaña y la inmensa miseria humana de estos personajes que nunca jamás podrán volver a recibir el trato de políticos. Han perdido tal condición. Hay que tratarlos como apátridas, como enemigos de la República, como viles hampones y delincuentes.
Pero los mercenarios y los apátridas acaban de llevarse tremenda lección que marcará un precedente para nuestro futuro político. Absolutamente ningún miembro del pueblo, nadie de nadie, salió a apoyar la fallida incursión mercenaria. De allí, más que el fracaso militar, las fuerzas neofascistas de extrema derecha han quedado desnudas, pues queda en evidencia que no cuentan con ningún tipo de apoyo popular que ampare o avale sus acciones criminales, sus intentos de magnicidios y de golpes de Estado.
Por el contrario, fue el pueblo humilde de pescadores, campesinos y nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, cohesionada, unida, presta y activa la que salió a defender sin titubeos nuestra soberanía e integridad nacional. Nuestros problemas los resolvemos los venezolanos; y en el campo político lo hacemos a través del voto popular, no por la vía de las armas ni de la coacción de potencias extranjeras. Los grupos neofascistas como Primero Justicia y Voluntad han dilapidado toda su integridad moral y ética al ponerse al margen de la ley, consumieron todo su capital político y perdieron su talante democrático víctimas de sus ambiciones mezquinas y la avaricia por la riqueza mal habida.
Para variar, el cobarde de Guaidó lo niega todo. Otra vez juega al avestruz y al Pinocho, escondido, maquinando desde las sombras. Este inescrupuloso mamarracho no tiene vergüenza alguna en dejar morir y crucificar a su propia gente. Ante su escasísima capacidad de liderazgo y precariedad política, de verdad que parece mejor no meterlo preso (para no victimizarlo), y dejarlo que siga en la calle chocando el carro, de error en error. Guaidó se ha convertido en el príncipe de la maldad (Miqueas 7:3), todo lo que tocan sus ponzoñosas manos en amasijo estéril se convierten.