La encrucijada en que están los niños y la especie humana ante el Covid-19

La crisis de la Covid-19 es una crisis de los derechos infantiles. Al menos 6.000 niños adicionales podrían morir cada día por causas prevenibles a lo largo de los próximos seis meses a medida que la pandemia de la Covid-19 sigue debilitando los sistemas de la salud e interrumpiendo los servicios rutinarios, según la UNICEF.

Además del potencial aumento estimado de las muertes maternas y de menores de cinco años descrito por la revista The Lancet Global Health, en UNICEF alarma profundamente otros efectos secundarios que la pandemia puede tener sobre los niños:

  • A principios de mayo, alrededor de un 77% de los niños menores de 18 años de todo el mundo (1.800 millones de un total de 2.350 millones) vivían en uno de los 132 países con políticas de confinamiento en el hogar.

  • Cerca de 1.300 millones de estudiantes (más del 72%) no van a la escuela como resultado del cierre de las escuelas a nivel nacional en 177 países.

  • El 40% de la población del mundo no puede lavarse las manos con agua y jabón en su hogar.

  • Casi 370 millones de niños de 143 países que normalmente dependen de las comidas escolares como fuente fiable de alimentación diaria están teniendo que buscar otras alternativas mientras las escuelas permanecen cerradas.

  • Desde el 14 de abril, es probable que más de 117 millones de niños de 37 países no estén recibiendo sus vacunas del sarampión, ya que la pandemia ha obligado a detener las campañas de inmunización para frenar el riesgo de transmisión del virus.

En la actualidad sigue habiendo millones de niños desnutridos. En todo el mundo, al menos la mitad de todos los menores de cinco años padecen hambre oculta: una falta de nutrientes esenciales que suele pasar inadvertida hasta que es demasiado tarde. 1 de cada 3 niños no está creciendo bien debido a la malnutrición. 6.000 niños menores de 5 años pueden morir diariamente, es decir, 4 cada minuto por el Covid-19.

Otro escenario

Para Wall Street y las compañías farmacéuticas, la pandemia es el maná del cielo. No solo han recibido un rescate de $ 6 billones, sino que ganarán miles de millones de dólares al sobrecargar a una población asustada y enferma por tratamientos y vacunas que pueden salvar vidas. Para la clase dominante, el desarrollo de una vacuna no se trata de preservar la vida, sino de determinar quién ganará el sorteo del coronavirus.

La vacuna contra el dengue fabricado en 2015 por la compañía farmacéutica francesa Sanofi, por ejemplo, pasó por varias fases de su prueba. La compañía fue criticada por descartar las primeras señales de advertencia que encontraron que quienes recibieron la vacuna podrían desarrollar una forma grave de la enfermedad. La afección se denomina mejora dependiente de anticuerpos, que puede desencadenar una situación en la que se mejora la replicación de la infección viral. En 2017, el gobierno de Filipinas suspendió el uso de la vacuna en medio de los temores y la ira del público por su seguridad después de que 800.000 niños en edad escolar habían sido vacunados.

El rápido desarrollo de medicamentos que fueron llevados a los mercados prematuramente ha tenido resultados catastróficos. La talidomida, comercializada por primera vez en 1957 en Alemania Occidental, fue promovida como un medicamento de venta libre para la prevención de la ansiedad, el insomnio y las náuseas matutinas. En 1961, se reconoció que causaba discapacidades congénitas graves. Dietilestilbestrol (DES), una píldora de estrógenos comercializada en la década de 1940 hasta la década de 1970 para mujeres embarazadas para prevenir abortos espontáneos y evitar problemas de embarazo, llevó a hijas nacidas de mujeres que usaban DES propensas a desarrollar una forma rara de cáncer vaginal.

Según el Director General de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus: "El acceso al Acelerador COVID-19 está uniendo esfuerzos en muchos frentes para garantizar que tengamos terapias y vacunas seguras, efectivas y asequibles en el menor tiempo posible. Estas herramientas brindan una esperanza adicional de superar COVID-19, pero no terminarán la pandemia si no podemos garantizar un acceso equitativo a ellas. En estas circunstancias extraordinarias, necesitamos liberar todo el poder de la ciencia, ofrecer innovaciones que sean escalables, utilizables y que beneficien a todos, en todas partes, al mismo tiempo. Los modelos de mercado tradicionales no se entregarán a la escala necesaria para cubrir todo el mundo".

Estas aspiraciones contrastan con la respuesta de los gobiernos capitalistas de todo el mundo, que han abandonado cualquier esfuerzo por contener la pandemia, incluso cuando pretenden posicionar a las grandes corporaciones para que se beneficien de ella. Ahí está por ejemplo, EEUU, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Italia, entre otros gobiernos del mismo corte favorable al mercado del capitalismo salvaje.

La lección básica del frenesí sobre la vacuna en la lucha contra Covid-19 se desarrollará en dos frentes: el frente médico y la lucha social y política contra el sistema capitalista.

No puede haber mayor contribución a la búsqueda de una solución a la pandemia del Covid-19 que la lucha para poner fin al control privado sobre la industria farmacéutica, con el objetivo de proporcionar bienestar público y no obtener ganancias desmesuradas.

En realidad el mundo que nos tocó desde el año 1492, la voracidad del naciente modernismo que se erigió con la promoción del eurocentrismo, torció la especie humana, y nos toca enderezarlo si es que aspiramos no solamente sobre vivir sino también salvar toda forma de vida en nuestra Tierra. El capitalismo no es ninguna condición natural de la humanidad como nos lo han hecho creer.



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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