Ahorrar el agua potable es salvar a la especie humana

Cuando ahorramos una gota de agua potable, nos sentimos bien, cuando ahorramos dos gotas de agua potable, nos sentimos afortunados, cuando ahorramos tres gotas de agua potable, nos sentimos bendecidos por Dios.

¿Usted sabe cuántas gotas de agua ahorra diariamente en su casa?

¿Usted sabe cuántas gotas de agua consume a diario en su hogar?

¿Usted es capaz de explicar qué es el agua?

La verdad, yo no sé cuántas gotas de agua ahorras en tu vida.

Tal vez ahorras muchas gotas, tal vez ahorras poquísimas gotas, tal vez no ahorras ninguna gota.

Yo no sé si usted ahorra el agua potable o despilfarra el agua potable, pero no hay duda que el agua se ha trasmutado a escala global, en una gran problemática que difiere un mundo de la sanidad terrenal y de la pureza celestial, que una gota de agua debería simbolizar en un Mundo ahogado en la suciedad de sus pecados.

Pecados que intentamos lavar en la libertad de un río o en las cuatro paredes de una iglesia, donde nos bautizamos para recibir la gracia salvadora del perdón del rey, aunque seguramente derrochamos litros y más litros de agua potable, para lucir bien limpiecitos y bien perfumaditos tanto en el río como en la iglesia.

¿Qué es el agua?

Una crisis social, una guerra armamentista, un bien privado.

¿Qué es el agua?

Una mercancía, una tragedia, una minoría.

¿Qué es el agua?

Una corrupción, un enemigo, un genocidio.

Sinceramente, yo creo que el agua es un puño cerrado.

No sé si tiene algo de lógica lo que estoy escribiendo, pero en pleno siglo XXI, yo creo que el agua es simplemente un puño cerrado.

Si bien el agua debería irradiar la pureza del alma venezolana, pues sabemos que en Venezuela el derecho público a recibir agua potable es una coerción social, y en estados venezolanos como Zulia, el agua brilla por su ausencia en la mayoría de los municipios zulianos, donde las oxidadas tuberías no recuerdan cuándo fue la última vez que derramaron una gota de agua, aunque siempre recuerdan la enturbiada agua llena de tierra y lodo, que aunque supuestamente es agua potable, pues realmente es agua que ni siquiera las ratas beberían en sus vidas.

A lo largo y ancho del venezolanísimo año 2020, yo he estado recordando mucho el Quinto Objetivo Histórico del Plan de la Patria 2019-2025, el cual nos exhorta a preservar la vida en el planeta Tierra y a salvar a la especie humana.

La preservación de la especie humana no es una cosa enlatada que vencerá después de un tiempo sin consumir, no es una palabra abreviada que se la llevará el viento mientras el ojo del huracán nos consume, no es una diatriba política en la que los votos decidirán quién es apto para vivir en la Tierra.

El agua se vincula de forma intrínseca con la salvación de la especie humana, porque sin agua no hay esperanza de vida en el planeta Tierra, y aunque mi afirmación luzca tan simple como rebuscada, pues por desgracia, muchísimos hermanos olvidan que sin agua, no hay esperanza de vida en el planeta Tierra.

Tal vez existan excéntricos exoplanetas en el Universo, donde se podría vivir sin una gota de agua, pero en nuestro planeta Tierra, no se puede vivir sin agua.

Yo no sé exactamente el motivo por el cual estoy escribiendo, un artículo sobre el valor del agua potable en Venezuela, porque el agua potable es el recurso natural más desvalorizado en el país, y aunque todos sabemos que en casa de la señora María no hay agua desde hace meses, nadie se atreve a regalarle agua potable zuliana a la humilde familia de María, porque quien quiera gozar del agua en Venezuela, primero debe comprar un costosísimo tanque de almacenamiento, luego debe pagarle bastante plata a los malandros que venden el agua con sus camiones cisternas, y finalmente, debe lavarse los malditos pies con un poquito de saliva durante la maldita madrugada, que esconderá la gran tragedia ambiental del estado Zulia y de toda la geografía venezolana.

Siempre queremos que nos miren de frente y a los ojos, pero jamás queremos que nos miren los diez deditos de los pies, porque aunque tenemos suficiente agua potable para lavarnos los diez deditos de nuestros pies, pues la mayoría de los venezolanos caminan por las calles con sus sucios pies llenos de suciedad.

Hermano, ¿A qué huele el dedo meñique de su pie derecho?

Si no sabe la respuesta, rásquese el dedo meñique y obtendrá la respuesta.

Yo siempre he creído que el agua existe en la vida, para que los Seres Humanos nos lavemos una y otra vez nuestros pies, que simbolizan el sacro espíritu del Universo.

Pero los Seres Humanos solo usan el agua para lavarse sus bonitos rostros, que simbolizan el egocentrismo de la Tierra.

¿Somos espíritus del Universo o somos egocentrismos de la Tierra?

Tal vez ha sido por el pandémico Covid-19 que nos obliga a valorar el milagro de la vida, con bastante agua saliendo del temeroso grifo de nuestro hogar, y con bastante jabón aleccionando a las temerosas manos de nuestras familias.

Tal vez ha sido por la nostalgia que me obliga a recordar a nuestro inolvidable comandante eterno, quien tuvo la valentía para valorar el gran ecosocialismo, cuando todos y todas valoraban el vil capitalismo salvaje.

Tal vez ha sido por la sapiencia que sentí durante la cuarentena social venezolana, que me ha obligado a rememorar mis orígenes ecológicos en la vida, y que me permitió descubrir que cada gota de agua es única e irrepetible.

Aunque no sé exactamente el motivo por el cual estoy escribiendo un artículo sobre el valor del agua potable, lo que sí puedo atestiguar, es que el deseo de sensibilizar a la gente sobre la importancia de ahorrar el agua potable, es una tarea muy loable, que nunca pasará de moda, y que hoy más que nunca debemos enfatizar en nuestras comunidades, donde el agua potable muchas veces escasea no solamente por culpa de la mala gestión gubernamental de un gobierno de turno, ni tampoco por culpa de la mala infraestructura hídrica de nuestro país, sino también por la falta de conciencia ambiental en la mente del prójimo.

Sabemos que el agua potable se define como el agua limpia, que es apta para el consumo de los Seres Humanos, y que puede ser libremente consumida por las personas, ya sea para beberla o para usarla en la preparación de alimentos.

El agua potable es tan indispensable como imprescindible para nuestra vida en sociedad, porque si entramos a la sala sanitaria y abrimos el grifo de la ducha para bañarnos, pero por la tubería no sale ni una gotita de agua, pues como decimos los venezolanos, la "arrechera" que vamos a sentir es muy fuerte, y aunque intentemos disimular la rabia con bastante desodorante en las axilas, o con bastante perfume mojando a las pieles de nuestros cuerpos, pues la verdad, es que la falta de agua potable es un grave problema social dentro de la reseca patria venezolana, que necesita recuperar la antigua y cristalina pureza del Jordán.

Ahorrar el agua potable no significa prescindir del vital líquido, ya que por el contrario, ahorrar el agua potable significa usar el vital líquido de forma eficiente y con sentido común, sin malgastarlo, sin despilfarrarlo, y siempre teniendo en mente que hay millones de hermanos sin acceso al agua potable, por lo que si nosotros tenemos el privilegio de recibir el milagro del agua potable, entonces debemos usarlo de manera responsable, sin abusar del recurso natural.

Es común que la gente malgaste litros de agua potable, ya sea por fugas de agua debido a tuberías averiadas en el interior o exterior de sus casas, o mientras cada persona cuida su higiene personal por mundana vanidad.

Con frecuencia, las personas dejan abiertos los grifos del lavamanos y dejan abiertas las llaves de las duchas, mientras se cepillan los dientes, mientras se enjabonan los cuerpos, mientras se afeitan las barbas y mientras se lavan los cabellos, lo cual genera un gran despilfarro del agua potable en nuestras viviendas, y por ende, se genera el colapso ambiental en nuestras ciudades.

Cuando los padres compran y llenan las piscinas o piletas inflables, que tanto divierten a los niños venezolanos en fiestas infantiles, se genera la obligación de malgastar litros de agua potable, para llenar y disfrutar del abuso ambiental.

El despilfarro del agua potable también se observa mientras se lavan los platos en el fregadero de las casas, mientras se lava la ropa en el lavadero y con la lavadora, mientras se usan mangueras de alta presión, para lavar las carrocerías de los automóviles en los auto-lavados, mientras se riegan las plantas de los jardines, de los patios y de las terrazas.

Debido a la corta duración de las actividades anteriormente mencionadas, se pudiera pensar que no se está despilfarrando en gran medida el agua potable, pero debemos recordar que la mayoría de esas actividades son diariamente realizadas por millones de venezolanos, lo cual evidentemente, genera un terrible conflicto ambiental que se acrecienta y que se agudiza minuto a minuto en nuestro país, y aparentemente, los venezolanos jamás reconoceremos que a diario se malgastan millones de litros de agua potable, en una injusta Venezuela donde el injusto derecho al agua potable, es todo por ganar o nada por perder.

Es muy fácil culpar a los gobiernos por la falta de agua en nuestras casas, es muy fácil culpar a Dios por la falta de lluvia para llenar los embalses, y es muy fácil culpar al vecino por las desgracias de nuestras vidas, pero generalmente, somos nosotros quienes generamos el problema, el déficit, la crisis ambiental.

La falta de acceso público al agua potable, es la principal causa de la crisis ambiental venezolana, y por ende, la falta de agua potable genera una emergencia sanitaria para los humildes habitantes de las comunidades venezolanas más humildes, quienes por culpa de las extremas pobrezas en las que viven, no tienen manos para escribir, no tienen brazos para quejarse, no tienen ropa limpia para vestir.

La crisis ambiental muchas veces se paga con la llegada de racionamientos programados, o con la llegada de cortes repentinos del servicio del agua potable, en las urbanizaciones, residencias y barrios donde vivimos los venezolanos, lo cual genera disconformidad e incomodidad en la ciudadanía, porque los cortes del suministro del agua afectan negativamente a la calidad de vida de la población, y lo más triste, es que cuando se restituye el suministro del agua potable, pues los venezolanos tienden a usar abusivamente el agua potable, como desquite por el forzado racionamiento del servicio, por miedo ante la repentina llegada de un nuevo corte del suministro, y por la simple ignorancia del venezolano que suele politizar la crisis ambiental del país.

Por eso, la cultura del ahorro del agua potable es fundamental para la preservación de la especie humana, siendo los Seres Humanos quienes tienen el derecho y el deber de usar la conciencia ambiental, para aprovechar responsablemente los recursos naturales de la Madre Tierra, que no son eternos, que no son infinitos, y que pueden llegar a extinguirse por culpa de la sobreexplotación, por culpa de la industrialización, y por culpa de las permanentes contaminaciones ambientales, que perturban a los ecosistemas latinoamericanos usados con fines comerciales por las transnacionales.

Hoy me atrevo a compartir con la comunidad lectora, una experiencia personal de mi vida, relacionada directamente con la disyuntiva del agua potable, y que a continuación relataré para el beneficio ecológico de la ciudadanía venezolana.

El reloj despertador de mi cuarto, marcaba las ocho y treinta de la mañana del domingo 7 de enero del año 2018, y un soleado nuevo día empezaba a resplandecer desde la ventana de mi merideño dormitorio.

Tras abrir mis ojos y despertar con el alegre trinar de los pajaritos gochitos, no dudé en arrodillarme a un costado de mi cama, y le agradecí a Dios por regalarme el milagro de un nuevo día, porque aunque un sucio pecador como yo, no merecía contemplar la belleza de un nuevo día, pues la misericordia de Dios es tan pero tan grande, que aún sin merecerlo, me regaló el don preciado de la vida terrenal.

Siendo sincero, desde que me levanté de la cama, yo sabía que estaba enfermo, pues me sentía muy cansado, muy embrujado y muy aturdido, y la verdad desconocía el motivo de mi aflicción, pues yo me había acostado y me había dormido en santa paz.

Aunque no estaba tan enfermo como para ir hasta un hospital merideño, tampoco me sentía tan sano, como para salir de mi casa y asistir a una iglesia merideña.

Mi intención era asistir a la misa dominical que se oficiaría en la Iglesia El Espejo, siendo un templo católico merideño ubicado muy cerca de mi casa, y cuya misa dominical estaba pautada para las diez de la mañana.

Un gran dilema aparecía súbitamente en mi vida, ya que aunque tenía el fervoroso deseo de asistir a la misa como todos los domingos, pues el malestar de mi cuerpo me obligaba a meditar sobre si realmente era conveniente salir de mi casa en aras de asistir a la iglesia, o si tal vez era una mejor idea quedarme descansando en la casa, y tomarme algún medicamento para recuperar mi salud.

Mi cuerpo deseaba que yo tomara alguna pastilla para sentirme mejor, pero mi mente se negaba a tomar un medicamento, y tan solo unos minutos después de haberme levantado de la cama, el gran dilema existencial seguía poniéndome entre la cruz y la pared.

¿Qué pastilla me tomaría para sentirme mejor?

Acetaminofén, Ibuprofeno, Amoxicilina, Desloratadina.

Yo estaba negado a tomar una pastilla para aliviar mi malestar, porque no me parecía saludable medicarme tan temprano en la mañana, aunque realmente me sentía fatal, y mi malestar corporal se agravaba con el paso de los minutos.

El reloj marcaba las nueve y quince minutos de la mañana, y finalmente decidí no tomar ninguna pastilla, pero finalmente sí decidí asistir a la misa dominical.

Tras tomar la cristiana decisión, abrí el grifo de la ducha para bañarme, y me percaté de una terrible situación inesperada, que verbalicé exclamando en voz alta: ¡Dios, no hay agua!

Sí mis queridos hermanos lectores, no había ni una gotita de agua saliendo del grifo de la ducha, y tampoco había agua saliendo ni del grifo del lavamanos ni del grifo del lavaplatos, y aunque mi malestar corporal ya me tenía contra las cuerdas del moribundo cuadrilátero, pues el repentino corte del servicio del agua potable, casi me dejaba sin la santa misa dominical en la Iglesia El Espejo.

Recuerdo que yo preparé un té de manzanilla en la cocina de mi casa, para combatir la "arrechera" por la falta de agua potable, para relajar a mi atormentada cabeza antes de ir a la misa, y para intentar curarme de una extraña virosis, que me hizo sentir como la víctima de un terrible embrujo que se robaba mi salud.

En cinco minutos, yo bebí el té de manzanilla, dejé la taza en el fregadero del lavaplatos para lavarla cuando llegara el agua, y me dispuse a pensar qué haría para solventar mi dilema existencial del domingo 7 de enero del 2018.

Aunque la relajante infusión de manzanilla, no curó el enfermizo embrujo dominical que yo estaba sintiendo, sí me sirvió para recordar que yo tenía agua potable almacenada en un tanquecito, con capacidad para almacenar hasta 50 litros del vital líquido, por lo que debido a mi buena previsión para combatir la llegada de desastres naturales o de embrujos infernales, yo convenientemente usé un baldecito, usé una tacita de plástico, y usé una parte de mi agua potable almacenada en el tanquecito, para bañarme, para afeitarme y para espabilarme.

Sí mis queridos hermanos lectores, tuve que espabilarme y tuve que bañarme con la famosa agua fría merideña, ya que si decidía hervir el agua que usaría para bañarme, pues no llegaría a tiempo a la misa de las diez de la mañana.

El reloj marcaba las nueve y cincuenta minutos de la mañana, y yo me encontraba tan limpio como listo para asistir a la santa misa en la Iglesia El Espejo, todavía sintiendo un gran escalofrío que agudizaba mi escalofriante malestar corporal, pero más grande era mi deseo de entrar en santa comunión con Dios dentro de la iglesia merideña, por lo que no dudé en abrir la puerta de mi casa, y caminé a paso firme para llegar al sagrado encuentro con el Señor.

Yo salí de mi casa muy abrigado, y así como la fe mueve las montañas andinas venezolanas, pues yo necesitaba que mi fe me llevara hasta la Iglesia El Espejo, sin desmayarme sobre el manto asfáltico merideño de la parroquia El Sagrario, y sin arrepentirme de querer estar presente en la eucaristía dominical.

Mientras caminaba rumbo a la iglesia, yo sentía que llevaba el peso de la cruz de Jesús en mi espalda, porque de verdad me sentía físicamente fatal, y como decimos los venezolanos, una persona con "tres dedos de frente" no hubiera salido de su casa con aquel tremendo malestar corporal, pero espiritualmente sí deseaba asistir a la misa dominical, por lo que no me acobardé, y con mucha valentía resistí el dolor físico y caminé pasito a pasito hasta la Iglesia El Espejo.

El reloj marcaba las diez de la mañana del domingo 7 de enero del 2018, y gracias a Dios yo llegué puntualmente hasta mi destino: la Iglesia El Espejo.

Recuerdo que cuando me senté en la banquita de la iglesia, de una vez yo sentí que estaba en el lugar correcto, en el momento justo y en compañía de la Santísima Trinidad, siendo la mejor compañía que un buen cristiano puede conseguir en la vida, si se aparta del Mundo y si permite que Dios sea su guía.

Una iglesia cristiana, es más que una casa de oración, es un refugio donde el buen cristiano puede encontrar promesa de esperanza en tiempos de tribulaciones, y donde el mal cristiano puede encontrar promesa de salvación, si decide buscar la ayuda de Dios con un sincero corazón contrito, por lo que cuando yo entré dentro de la Iglesia El Espejo, sabía que todo empezaría a mejorar en mi vida, y estaba confiado en que recuperaría naturalmente mi salud.

El reloj marcaba las diez y quince minutos de la mañana, y la santa misa dominical empezaba a celebrarse en la Iglesia El Espejo del estado Mérida.

Entre escalofríos de los pies a la cabeza, con espasmos musculares disimulados bajo la ropa, y con enfermizas alucinaciones que pretendían desvanecer el control de mis cinco sentidos, yo me propuse escuchar atentamente todas las palabras de la homilía, y mientras mi cuerpo deseaba cambiar la banquita de la iglesia por la camilla de una ambulancia, pues mi mente no quería darse por vencida estando en el bendito territorio cristiano, por lo que yo decidí olvidarme de los lamentos del malestar físico, y yo decidí recordar la quietud de Jesucristo.

Una vez iniciada la misa dominical del 7 de enero del 2018, yo escuché al Padre Horacio decir que se estaba celebrando el Bautismo del Señor, y la verdad, yo no recordaba la fecha de esa importante fiesta conmemorada por los cristianos católicos, por lo que me alegré de haber asistido a la misa del domingo, ya que el bautismo de Jesús es un famoso episodio evangélico de gran valor espiritual para los devotos cristianos, y yo creo que más allá de mi terrible malestar corporal, hubiera sido imperdonable no comulgar ese gran domingo bautismal.

Recuerdo que en la primera lectura de la misa dominical, se leyeron citas bíblicas del Libro de Isaías, específicamente del capítulo 42, versículos del 1 al 4 y del 6 al 7.

Así dice el Señor: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la Tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y saques de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas".

No hay duda que Jehová supo elegir a su siervo, quien sería luz de las naciones, y según las citas bíblicas del Libro de Isaías, nos queda bien claro que solo Jesús abre los ojos de los ciegos, saca a los cautivos de la prisión, y saca de la mazmorra a quienes como yo, se acostumbraron a vivir presos en las tinieblas.

También recuerdo que el Salmo Responsorial de la misa dominical, fue el salmo número 28 que afirmaba lo siguiente: "El Señor bendice a su pueblo con la paz".

Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales, la voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: ¡Gloria!. El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

No hay duda que Jehová siempre bendice a su pueblo con la paz, porque Dios es amor, no es guerra, pero como buen padre, a veces Jehová debe reprender a su pueblo para que se aleje del pecado mundano que lo consume, y para que se restituya como un pueblo pacífico y bendito que respeta la voluntad del Señor.

Recuerdo que en la segunda lectura de la misa dominical, se leyeron citas bíblicas del Libro de los Hechos de los Apóstoles, específicamente del capítulo 10, versículos del 34 al 38.

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos".

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él".

Y no solamente Dios estaba con Jesús, sino que Jesús también estaba con Dios, siendo una afirmación que nos invita a reflexionar en nuestras vidas cristianas, pues muchas veces por culpa de los problemas mundanos, nos vamos alejando de Dios hasta el punto de creer que Dios se olvidó de nosotros, pero Dios jamás se olvida de sus hijos, y somos nosotros los que muchas veces nos olvidamos que tenemos un padre celestial llamado Jehová, quien siempre espera que sus hijos oren y reconozcan todos sus pecados, y vuelvan a sentir la pureza del amor de Dios en sus vidas, así como Jesús siempre sentía que Dios estaba con él.

Debido a que se estaba celebrando el Bautismo del Señor, el Evangelio leído en la misa dominical, fue el Evangelio del Libro de San Marcos, específicamente, se leyó el capítulo 1, versículos del 7 al 11.

En aquel tiempo, proclamaba Juan: "Detrás de mí, viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, para que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo, y al Espíritu bajar hacia él como una paloma".

Se oyó una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto".

No hay duda que el bautismo del Señor, nos invita a tomarnos seriamente el camino de la vida cristiana, pues es un secreto a voces, que millones de hermanos cristianos se bautizan por meras tradiciones culturales o familiares, y sienten la obligación de bautizar a niños que ni siquiera saben qué es el Jordán.

Y lo más triste, es que muchísimos ignorantes padres tampoco saben qué es el Jordán, aunque sí saben quién es Michael Jordan, y muchísimos ignorantes padres piensan que el Espíritu Santo es una paloma, porque es más fácil creer en una cosa con forma física, antes que poder creer en una amorfa cosa invisible.

En las ignorantes pilas bautismales de muchísimas ignorantes iglesias cristianas venezolanas, lo único que importa es el flash de la cámara fotográfica que retratará la famosa sonrisa del jovencito o de la jovencita, que será compartida en todas las redes sociales de la Tierra, y que con un poquito de suerte, dicha sonrisa cristiana llegará a convertirse en un tópico tendencia a nivel mundial.

Tras las lecturas bíblicas de la misa dominical en la Iglesia El Espejo, y tras escuchar el sermón del Padre Horacio, yo anhelaba recibir la sagrada hostia que simbolizaba el cuerpo y la sangre de Jesús, por lo que estaba contando los segundos para levantarme de mi banquita, y para hacer la colita en aras de comulgar y recibir la sagrada hostia, que necesitaba consumir con toda la fe de las montañas merideñas, para exterminar mi malestar y para recuperar mi salud.

Finalmente, llegó mi turno de recibir la sagrada hostia dominical, la cual yo consumí, y con mucho fervor pero a la vez con mucho malestar corporal, yo regresé a mi escaño, me arrodillé, cerré los ojos, y entré en santa comunión con Dios.

Yo le pedí a Dios que me ayudara a recuperar mi salud, pues me sentía terrible, como si estuviera muy enfermo, muy embrujado, y necesitaba recuperar la sanidad mental y la sanidad física, que solo Dios podía devolverme en mi vida terrenal, y que solo podía conseguir mediante la fervorosa oración a Dios.

Recuerdo que después de rezar, abrí los ojos, me levanté, y me senté en la banquita, mientras el coro de la iglesia seguía entonando cánticos cristianos, para musicalizar el sacro momento de la eucaristía dominical.

Luego de haber consumido el cuerpo y la sangre de Jesús, automáticamente, se esfumó mi enfermedad y yo recuperé mi salud física, por lo que me sentía como si hubiera vuelto a nacer en la vida, sin dolores, sin malestares, sin escalofríos, y sabiendo que el adiós a la enfermedad y la bienvenida a mi renovada salud, no fue por obra y gracia de un hollywoodense truco de magia, ya que por el contrario, fue por haber puesto toda mi fe únicamente en los ojos de Jesucristo.

Cuando estaba finalizando la misa dominical en la Iglesia El Espejo, y mientras el padre Horacio pedía la colaboración económica de los feligreses merideños, para realizar la famosa Paradura del Niño Jesús a finales del mes de enero, pues yo seguía impresionado por haber recuperado mi salud física, tras haber consumido el cuerpo y la sangre de Jesús, y considero que el domingo 7 de enero del 2018, ocurrió un milagro dentro de mi vida en el gran planeta Tierra.

Recuerdo que después de salir de la Iglesia El Espejo, y mientras caminaba para regresar a mi casa tras el fin de la misa dominical, yo sentía con gran fuerza el deseo de correr por las calles, de gritar ¡Aleluya! y de saltar una y otra vez.

Todavía me acuerdo que yo le tomé una fotografía al sol que resplandecía a plena luz del día, como queriéndolo transformar en un cómplice y en un testigo de mi nueva salubridad, y también estaba contento por no haber tenido que medicarme con peligrosas pastillas, las cuales yo no deseaba consumir antes de asistir a la misa dominical, y que gracias a Dios no contaminaron mi organismo.

Siendo sincero, yo no quería regresar a mi casa en aquel inolvidable domingo 7 de enero del 2018, pues yo deseaba volver a la merideña Iglesia El Espejo y sentarme en la misma banquita gochita donde yo había comulgado, e incluso, sentí el deseo de volverme a bautizar como una forma de expresarle mi agradecimiento a Dios, por haber escuchado mi ruego y por devolverme la salud.

Pero yo también entendía que los monaguillos, ya estaban cerrando las puertas de la iglesia, luego de la misa dominical diurna, y tanto el Padre como los feligreses se disponían a almorzar bien tranquilitos en sus casitas, por lo que a pesar de mi entusiasmo cristiano en pleno mediodía merideño, pues yo no quise ser inoportuno, y tomé la decisión de regresar muy alegre y muy sonriente hasta los cimientos de mi hogar.

Cuando estaba llegando muy emocionado a mi cristianizada casa, yo observé un charco de agua que estaba resplandeciendo bajo la soleada puerta de mi hogar, siendo un anormal suceso que se recrudecía con cada pasito que yo daba para llegar hasta la puerta de mi vivienda, y el desconcierto empezaba a menguar mi alegría en un misterioso santiamén.

Tras llegar a la entrada de mi casa, sacar las llaves y abrir la puerta, me di cuenta que mi casa estaba totalmente inundada de agua.

Luego de abrir la puerta, salió un furioso torrente de agua que se expandió por toda la acera de mi casa, y mis zapatos, mis calcetines y mis pies, ya estaban mojados y remojados por tanta agua, que con furia seguía expandiéndose por adentro y por afuera de mi inundado hogar cristiano.

Sí mis queridos hermanos lectores, después de asistir a la misa dominical, yo llegué a mi casa y me percaté que mi hogar estaba totalmente inundado de agua, y yo no vivía en la Venecia de Italia, pues yo vivía en la Mérida de Venezuela.

¿Cómo pude haber sido tan pero tan tonto el domingo 7 de enero del 2018?

Debido al terrible malestar corporal que yo sentí, tras levantarme a las ocho y treinta de la mañana del domingo 7 de enero del 2018, y tras comprobar que no había agua potable saliendo por los grifos de las tuberías de mi casa, pues yo debo reconocer que se me olvidó cerrar el grifo del lavaplatos, antes de abandonar mi casa para asistir a la santa misa dominical en la Iglesia El Espejo.

Aunque cerré el grifo de la ducha y también cerré el grifo del lavamanos, se me olvidó cerrar el grifo del lavaplatos, y para el colmo de los males, yo no me percaté que había dejado la taza de cerámica que usé para prepararme la infusión de manzanilla, encima del filtro metálico que atrapaba los residuos del fregadero de la cocina, por lo que cuando regresó el suministro del agua potable, mientras yo estaba rezando con fervor en la misa dominical de la Iglesia El Espejo, pues la taza bloqueó el drenaje del fregadero, y el agua potable se fue derramando y acumulando dentro del lavaplatos, hasta que el agua rompió las fronteras hídricas de la cocina de mi casa, y finalmente, el agua inundó todos los pisos y linderos de mi hogar, en menos de dos horas de santificado tiempo en la Tierra.

La hogareña inundación de mi casa, fue un suceso tan surrealista como realista, tan mundano como inhumano, tan absurdo como posible.

Yo sé que tengo que culpar a alguien por la tragedia ambiental dentro de mi casa, pero lo que no sé, es a quién culpar por la acuática inundación de mi casa.

¿Acaso la Madre Tierra me jugó una mala pasada en mi vida?

¿Será que culpo a Dios o culpo al Diablo?

¿Será que culpo al vecino o culpo al destino?

¿Será que me sigo culpando a mí?

¿A quién se supone que tengo que culpar, en un Mundo donde siempre hay que culpar a alguien por nuestras equivocaciones en la vida?

Yo soy un hombre totalmente ecológico, y por supuesto que tengo la suficiente conciencia ambiental para practicar la cultura del ahorro del agua potable, pero debido a que me sentía tan mal aquel domingo, y debido a que tenía el tiempo en contra para asistir a la misa, pues reconozco que se me olvidó cerrar el grifo del lavaplatos, y reconozco que la fuga de agua potable de mi casa, fue mi culpa.

Sí mis hermanos, fue mi culpa.

Por mi culpa, mi casa se inundó aquel domingo del mes de enero del 2018, pero yo ese día me sentía muy enfermo y muy embrujado, y quiero aclarar que no estoy buscando excusas mundanas para justificar mi terrible error, pero necesito decir que si aquel día yo no me hubiera sentido tan holísticamente mal, pues jamás de los jamases hubiera dejado abierto el grifo del lavaplatos, porque yo siempre estoy pendiente de ahorrar el agua potable y de cerrar todos los grifos.

Recuerdo que cuando entré a mi inundada casa merideña, casi pierdo el conocimiento del espacio y del tiempo de la Tierra, porque minutos antes de la tragedia ambiental en mi casa, yo había encontrado la paz y la salud que solo Jesús puede dar en la vida, por lo que fue muy pero muy chocante, reconocer que mientras mi alma recobraba la paz interior en la iglesia, pues el interior de mi casa se convertía en un acuático campo de guerra, lleno de belicista agua fría por todos los frentes de ataques.

Tras entrar a mi acuático campo de batalla merideño, lo primero que hice fue llegar cautelosamente hasta la zona de conflicto llamada "la cocina", y con cuidado de no resbalarme por las trampas de agua potable que había colocado el enemigo, y con cuidado de no chocar con algún submarino tallado en madera de pino, pues finalmente yo llegué hasta la cocina, cerré el grifo del lavaplatos, y también removí la taza que había tapado el drenaje del fregadero.

Supongo que después de cerrar el grifo del lavaplatos y alcanzar la victoria, yo tenía que gritar a los cuatro vientos: ¡Eben Ezer! ¡Eben Ezer! ¡Eben Ezer!

Pero en ese caótico momento del santo domingo merideño, mi piedra del socorro estaba muy mojada, muy debilitada, muy agrietada, y aunque como buen hombre cristiano, yo jamás me arrepentí de haber asistido a la santa misa en la iglesia, pues obviamente, como buen hombre ecológico, también me sentía triste y ofuscado por haber desperdiciado tantos litros de agua potable.

Aunque yo siempre he podido hacer congeniar al ambientalismo con el cristianismo, en ese inesperado mediodía del domingo 7 de enero del 2018, yo estaba enfrentando un nuevo dilema existencial en mi vida terrenal, y aunque deseaba tomarme mi tiempo para analizar concienzudamente la caótica escena criminal que estaba visualizando a mi alrededor, pues las olas de mi hogareña playa me obligaban a actuar con rapidez, y a resolver la inundación del castillo.

Recuerdo que tras cerrar el grifo del lavaplatos, un diablito enviado por Satanás quería confundirme y quería robarme la paz, por lo que escuchaba enjuiciadoras voces dentro de mi cabeza, que decían y repetían frases como:

"Viste que Dios no existe".

"Por perder el tiempo yendo a misa, se inundó tu casa".

"Ahora sí tómate la pastilla de ibuprofeno antes que te explote la cabeza".

"Cuando se enteren tus papás te van a regañar horrible".

"Tremendo lío te espera cuando llegue la factura para pagar el agua potable".

"Te van a suspender el servicio del agua por abuso".

"Eso te pasa por creer en pajaritos preñados".

"Vas a terminar jodido y jorobado después de sacar tanta agua a la calle".

Pero también recuerdo que tras cerrar el grifo del lavaplatos, un angelito enviado por Dios quería consolarme y quería mantenerme en paz, por lo que escuchaba alentadoras voces dentro de mi cabeza, que decían y repetían frases como:

"El tiempo de Dios es perfecto".

"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".

"El Señor bendice a su pueblo con la paz".

"Hoy descubriste el bautismo de Jesús".

"Mantente orando y todo estará bien".

"No vayas a volverte loco sin necesidad".

"Cada día tiene su mañana".

"Recuerda el poder de la Santísima Trinidad".

"No te olvides de la foto que le tomaste al sol".

"No pierdas la fe".

Realmente, yo estaba cotejando una difícil prueba de vida, tras observar la inundación de mi casa, y tras escuchar tantas voces revoloteando en mi cabeza.

¿Debía hacerle caso a la voz del diablito, o tenía que obedecer a la voz del angelito?

Obviamente, yo sabía que tenía que escuchar y obedecer a la angelical voz de Jehová, pues como se leyó en la santa misa dominical, es una voz potente y magnífica, pero tampoco voy a negar que yo me sentía emocionalmente muy aturdido y contrariado por la caótica situación hogareña, por lo que quería llorar pero también quería reír, quería golpear las paredes pero también quería aprovechar el agua para lustrar la casa, quería prender la computadora y escribir lo que estaba pasando, pero también sentía miedo de electrocutarme en mi propia casa, quería dormirme para olvidarme de la negativa realidad, pero también quería hacer barquitos de papel y navegar en el extravagante mar abierto andino, que yacía de norte a sur en mi inundada casa merideña.

El reloj marcaba las dos de la tarde, y yo tenía que resolver el acuático conflicto de mi casa, antes que los tiburones de la Guaira llegaran hasta mi casita gochita.

¿Qué se supone que yo haría con el hogareño océano de agua, que estaba inundando a mi casita gochita?

Yo no quería nadarlo sin brújula, no quería navegarlo sin salvavidas, no quería remarlo sin remos.

Por eso, seguía preguntándome: ¿Qué haré con el océano de mi casita gochita?

Si la inundación se hubiera producido en el estado Zulia, pues no hubiera dudado en almacenar nuevamente los litros de agua potable, y se los hubiera regalado a las familias humildes zulianas, ya que la falta de agua potable es una problemática tan pero tan grave en el estado Zulia, que muchísima gente estuviera muy agradecida y muy feliz, tras recibir el agua sucia proveniente de una inundación merideña, y aunque algunos hermanos lectores piensen que estoy usando la ironía, pues tan solo deben recorrer los barrios zulianos, para comprobar que la ficción muchas veces termina superando a la irónica realidad.

Pero gracias a Dios, el servicio del agua potable en el estado Mérida es bastante bueno, y hasta la gente más humilde tiene derecho y acceso público a buenas fuentes de agua potable en sus comunidades, por lo que recoger mi agua potable para donársela a gente humilde merideña que coexistiera en mi parroquia, no era una digna primera alternativa ecológica para poner en práctica.

Mi segunda alternativa era usar el agua con fines artísticos, no solamente haciendo barquitos de papel que flotarían en mi gochita Venecia, sino también tiñendo el agua del suelo de mi casa, con los colores de pinturas emulsionadas que ya estaban vencidas, y así crear un nuevo ambiente psicodélico en el piso de mi hogar, el cual podría usar de forma positiva para expresarme artísticamente, a través de poemas, artículos, canciones, y declamaciones sobre el agua coloreada.

Mi tercera alternativa era simplemente sacar el agua de mi casa a la calle, y esperar que la alcantarilla drenara todos los litros de agua, mientras todos mis gochitos vecinos chismearían sobre la gochita inundación de mi casa merideña.

Mi cuarta alternativa, era reutilizar el agua potable que todavía estaba relativamente limpia después de la inundación, para limpiar corotos viejos almacenados en mi casa, y también para limpiar las paredes, los techos y el balcón, donde muy probablemente habitaban antiquísimas telarañas y bichos que se escandalizarían un mundo, tras presentir que con una escalera, con un cepillo y con un balde de agua, yo limpiaría hasta las hendiduras más imperceptibles de mi hogar.

Mi quinta alternativa era imaginar que el agua de la inundación de mi casa, realmente era el cauce del río Jordán donde bautizaron a Jesús, por lo que estaba pensando en realizar una especie de ceremonia bautismal cristiana dentro de mi casa, leyendo los mismos versículos bíblicos que se leyeron en la misa dominical, y luego rebautizar mi vida con el agua potable que había inundado a mi casa, buscando convertir una acuática situación negativa de mi vida, en una nueva experiencia purificadora que me acercaría más al cristianismo.

Mi sexta alternativa era simplemente abrir las ventanas de mi casa, y esperar que tanto las ráfagas de viento de la Madre Tierra, como los soleados rayos del astro rey, se encargaran de apagar poco a poco el fuego de la inundación de mi casa, aunque también temía que mientras el agua siguiera estancada en el piso de mi casa, pues muy probablemente nacerían y se reproducirían miles de zancudos y mosquitos, por lo que mi sexta alternativa estaba virtualmente descartada.

Mi séptima alternativa era zambullirme en el suicida océano de mi casa, y olvidarme de todos mis patéticos problemas por siempre y para siempre.

Con tantas alternativas gravitando en mi mente, ¿Cuál sería la mejor alternativa a poner en práctica, para reutilizar el agua potable que ahogó a mi hogar?

En medio de la épica tragedia ambiental, ocurrida en mi vivienda por culpa de una taza con té de manzanilla, pues yo decidí poner en práctica la cuarta alternativa, y con una escalera, con un cepillo y con un balde de agua, yo decidí limpiar hasta las hendiduras más recónditas de mi casa, que siendo sincero, me estaba pidiendo a gritos realizar una buena limpieza, que la hiciera rechinar de limpia.

Tal vez el diablito de mi cabeza se sintió como todo un vil ganador, cuando supo que yo reutilizaría el agua potable para realizar una limpieza en mi hogar, que me dejaría el cuerpo jodido, y que me dejaría llorando con una tremenda joroba crucificando a mi espalda.

Pero lo que no sabía el diablito de mi cabeza, es que mi limpieza no era otra mundana limpieza de cualquier domingo venezolano, pues mi limpieza era una hogareña limpieza cristiana, en la que yo aprovecharía el tiempo de limpieza para recordar junto al angelito de mi cabeza, todas las lecturas bíblicas, todos los bonitos cánticos, y toda la inolvidable liturgia que yo contemplé en la santa misa dominical oficiada en la Iglesia El Espejo, por lo que en vez de dejarme cansado y llorando con una tremenda joroba crucificando a mi espalda, pues yo estaba seguro que la gran limpieza cristiana de mi casa, me dejaría tan alegre y tan vivo, como Jesús se sintió tras recibir el bautismo en el Jordán.

El reloj marcaba las tres de la tarde del domingo 7 de enero del 2018, y yo empezaba a realizar la gran limpieza cristiana dentro de mi casa, reutilizando todos los litros de agua potable que habían inundado los senderos de mi morada.

La gran limpieza cristiana de mi hogar, fue una experiencia muy gratificante tanto higiénicamente como espiritualmente, ya que mientras limpiaba los rincones de mi casa, yo sentía que también estaba limpiando los rincones de mi alma, y yo debo reconocer que en los rincones más oscuros de mi alma, habían sucias manchas del pasado que necesitaban ser limpiadas, para poder reflejar el carácter y la luz de Jesús en mi vida, porque yo sé que a Jesús no le gusta habitar en casas venezolanas llenas de suciedad, por lo que limpiar nuestro hogar cristiano, es una oportunidad para que Jesús entre y more con nosotros.

Mientras limpiaba mi casa en la tarde del domingo, yo recordé aquellos domingos de mi infancia, cuando mi familia viajaba del estado Zulia al estado Mérida, para pasar en casa de mi abuela las vacaciones de Agosto, de Semana Santa y de Navidad, siendo la casa de mi difunta abuela la misma casa que ahora yo estoy habitando, por lo que es bonito limpiar y proteger el patrimonio material que Jehová le otorgó a mi familia, y yo sé que desde su altar en mi casa, la Virgen del Perpetuo Socorro también se alegraba por la limpieza de su hogar.

Recuerdo que durante mi infancia en territorio merideño, muchas veces mis hermanos y yo pasábamos las frías tardes de domingo, viendo las gringas series de televisión como Dallas, MacGyver y Misión Imposible, que eran transmitidas por el canal de televisión RCTV a mediados de la década de 1990, y luego mis hermanos y yo cruzábamos el crepúsculo de la calle y llegábamos hasta las "maquinitas" del Hotel Altamira, donde comprábamos las fichas y jugábamos los videojuegos: Street Fighter II Turbo, Sonic, Mortal Kombat y Out Run.

Después de enviciarnos en la gocha sala de videojuegos, mis hermanos y yo, otra vez cruzábamos la adictiva calle de la transculturación, y finalmente llegábamos contentos a nuestro hogar, para deleitarnos con las recordadas arepas andinas que mi abuela y mi mamá se esmeraban en cocinar, para que hijos y nietos terminaran el domingo, con una gran sonrisa merideña de oreja a oreja.

Mi abuela murió, mi mamá se fue, y mis hermanos perdieron la fe, pero aunque estoy viviendo en la soledad del año 2020, pues me alegra haber sobrevivido a toda la violencia audiovisual del siglo XX, me alegra haber compartido momentos familiares llenos de verdadero amor entre seres queridos, y me alegra haberme reencontrado con mi espiritualidad cristiana, que necesitaba recuperar para perdonar tanta mundana violencia del pasado, y para poder reconocer a Dios como el salvador de mi vida, que me ayuda cuando todos se olvidan de mí.

Yo sabía que mi gran limpieza cristiana durante la tarde del domingo 7 de enero del 2018, sería de gran valor holístico para mi vida, y aunque como hombre ecológico sigo lamentando el despilfarro de tanta agua potable en mi casa, pues ahora entiendo que en la vida primero debo ser hombre cristiano, para tener la suficiente fuerza espiritual que me levantará de las cenizas, cuando el hombre ecológico se equivoque dejando abierto el grifo del lavaplatos, cuando la inundación de mi barca intente ahogarme en la profundidad del pecado, y cuando las olas del Mundo pretendan lanzar a mi fe en el fuego de altamar.

Pero ahora yo sé que si sostengo mi vida en la cruz de Jesús, pues con su preciosísima sangre derramada en El Calvario para redimir a la Humanidad, yo también encontraré el camino para seguir caminando junto a Jesús, yo también encontraré la verdad para seguir predicando sobre la misericordia de Jesús, y yo también encontraré la vida para seguir respirando por amor a Jesucristo.

Recordemos que Jesús es el camino, es la verdad y es la vida.

Sí mis hermanos, es tiempo de rebautizarnos por amor a Jesús, es tiempo de abrir los ojos por amor a Jesús, es tiempo de cerrar las heridas por amor a Jesús.

El reloj marcaba las ocho y treinta de la noche del domingo 7 de enero del 2018, y mi casa brillaba como un sol, pero no brillaba por la limpieza que hice con agua y jabón, ya que por el contrario, mi casa brillaba por la limpieza que hice de mi alma, por la limpieza que hice de mi arcoíris, por la limpieza que hice de mi vida, en aras de que Jesús se sintiera alegre y cómodo viviendo conmigo.

Yo amanecí el domingo 7 de enero del 2018, muy enfermo, muy embrujado y muy contaminado, pero gracias a la eterna compasión y gracias a la eterna compañía de Dios en mi vida, yo me acosté en mi cama el domingo 7 de enero del 2018, muy saludable, muy vigoroso, y muy confiado en superar cualquier obstáculo del destino, si me mantenía orando y confiando en el poder de Jehová.

Cuando desperté el lunes 8 de enero del 2018, me sentía literalmente como un hombre nuevo, o mejor dicho, como un cristiano hombre nuevo, que admiraba la limpieza de su cristiano hogar, y que seguía recordando el bautismo de Jesús.

Sin embargo, aunque el diablito de mi cabeza fracasó en su intento de destruirme psicológicamente, yo debo reconocer que cuando el diablito me dijo que el servicio del agua potable de mi vivienda, sería suspendido por abuso de consumo, pues la verdad, fueron diabólicas palabras que estaban revoloteando en mi cabeza, durante la mañanita del lunes 8 de enero del 2018.

Si bien mi trágico descuido fue culpa de mi malestar corporal, yo sabía que el organismo público merideño llamado "Aguas de Mérida", que se encargaba de facturar el servicio del agua potable, y que también se encargaba de cortar el suministro del agua potable en los municipios merideños, no escucharía las lamentaciones de un usuario merideño cristiano, que por el derecho y por el deber de asistir a la santa misa dominical, había cometido un trágico error humano en su casa, y había despilfarrado muchísimos litros de agua potable.

¿Me van a suspender el servicio del agua potable por abuso del consumo?

¿Me van a denunciar por cometer delito ambiental?

¿Me van a encarcelar los policías del estado Mérida?

¿Me van a convertir en el oprobio de la parroquia El Sagrario?

¿Será que voy hasta la oficina de Aguas de Mérida y explico lo que me pasó?

¿Será que espero a que llegue la factura a fin de mes?

¿Será que llamo a mis hermanos abogados para que me asesoren al respecto?

¿Será que me pego un tiro en la sien y me suicido?

Todas esas preguntas sin aparentes respuestas, estaban atormentando a mi cabeza en la mañanita del lunes 8 de enero del 2018, y todavía recuerdo que cuando alguien tocaba la puerta de mi casa, o cuando repentinamente no llegaba el suministro del agua potable a las tuberías de mi domicilio, pues yo sentía mucho temor y mucha zozobra, ya que pensaba que los policías estaban tocando la puerta de mi casa para arrestarme por el delito ambiental cometido, y también suponía que el repentino corte del suministro del agua potable, realmente era la suspensión del servicio hídrico en mi casa, por el abuso del consumo mensual.

¿Será que el diablito de mi cabeza se estaba saliendo con la suya?

Yo estaba muy nervioso, muy paranoico, muy ansioso, y de verdad me asustaba pensar que el descuido que generó la fuga de agua potable en mi casa, se transformaría en un inconveniente penal que me perjudicaría en la vida.

Recuerdo que yo me puse a revisar todas las facturas impresas, que mostraban el monto económico a cancelar por el uso del servicio del agua potable, y quiero aclarar, que yo siempre pagaba puntualmente el monto mensual a cancelar por el uso del agua potable, por lo que no tenía ninguna deuda con Aguas de Mérida.

Mientras revisaba todas las facturas de Aguas de Mérida, yo observé que generalmente pagaba 1.500 bolívares fuertes por el servicio del agua potable. A veces un poquito más, a veces un poquito menos, pero desde el mes de julio del año 2017 y hasta el mes de diciembre del año 2017, yo estuve pagando mil quinientos bolívares fuertes, por el consumo mensual del agua.

¿Será que me cobrarán 100.000 bolívares fuertes por abusar del servicio?

¿Será que me obligarán a realizar trabajo comunitario para pagar la gran deuda?

¿Será que pediré asesoría legal antes que llegue la factura de enero del 2018?

Todas esas preguntas sin aparentes respuestas, estaban revoloteando en mi cabeza, durante la mañanita del lunes 8 de enero del 2018, y aunque me duela reconocerlo, yo debo aceptar que el entrometido diablito se estaba saliendo con la suya, y se estaba robando mi paz a medida que pasaban los minutos del lunes.

Imaginen que un hombre ecológico venezolano como yo, termine preso en la cárcel por cometer ecocidio en Venezuela.

¡Qué barbaridad!

Aunque pueden resultar exageradas mis sinceras palabras, yo me sentía moralmente muy perturbado y muy fastidiado, durante la mañanita del lunes 8 de enero del 2018, por lo que necesitaba recibir un milagro para recobrar la paz.

Estuve pensando en hacerle caso al diablito de mi cabeza, quien me estaba obligando a medicarme con pastillas somníferas, que sedarían toda la confusión mental dentro de mi organismo, y que me ayudarían a calmar mi dosis de locura.

Pero afortunadamente antes de tomar la pastilla somnífera, yo recordé que un hombre ecológico, no consume venenos de laboratorios químicos para sentirse mejor, y también recordé que un hombre ecológico, primero debe ser un hombre cristiano en la vida, por lo que no dudé en arrodillarme en mi casa, para entrar en santa comunión con Dios, y para pedirle que me ayudara a recobrar la paz, que se estaba esfumando por culpa de las palabras de un diablito mental.

Yo le supliqué a Dios que me devolviera la paz, y también recordé el salmo número 28 que se leyó en la misa dominical del domingo, el cual afirmaba que "El Señor bendice a su pueblo con la paz".

Yo le pedía a Dios que me bendijera con su paz celestial, porque yo me sentía parte de su pueblo cristiano, y porque necesitaba estar espiritualmente tranquilo, más allá del problema de la inundación de mi casa, y más allá de cualquier deuda mundana, que estaba perjudicando a la génesis de mi salud mental.

Terminé de rezar, abrí los ojos, me levanté, y recordé que el Señor se sienta por encima del aguacero, siendo la fuerza de Jehová capaz de aplacar mis lágrimas.

Yo decidí rezarle a Dios, yo decidí esperar su milagrosa ayuda en mi vida, y yo decidí no preocuparme por la mundana deuda del agua potable.

Con la casa todavía rechinando de limpia, y con el vigor para poder vivir la vida, yo decidí ir hasta la bonita plaza El Espejo, que estaba ubicada frente a la inolvidable Iglesia El Espejo, y diariamente yo estuve pasando un par de horas en la mencionada plaza cristiana, escuchando música, leyendo la Santa Biblia, viendo el vuelo de libertad de los pajaritos, admirando la paz de los árboles, y buscando valorar la mágica creación de Dios, que aunque tenemos frente a nuestros ojos, muchas veces nos olvidamos de reconocer la belleza de su Tierra.

Sí mis hermanos, poco a poco me fui olvidando de la inundación de mi casa, poco a poco me fui olvidando de la deuda del servicio del agua potable, y rápidamente me fui reencontrando con la paz interior que solo Dios nos puede dar en la vida, y siendo sincero, yo sabía que si me quedaba enclaustrado en mi propia casa, pues recordaría una y otra vez el trágico incidente del agua, y también recordaría el carísimo problema de la deuda a pagar.

Si usted está confrontando una época de crisis en su vida, yo le recomiendo que asista a espacios públicos con áreas verdes, ya sean plazas, parques o miradores, donde se pueda pensar y reflexionar con calma, donde se pueda recrear naturalmente la mente, sin tener que comprar cosas materiales para sentirnos mentalmente recreados, donde se pueda respirar el aire fresco, y donde se puedan encontrar soluciones y salidas a esos problemas, que estando dentro de las cuatro frías paredes de nuestras casas, jamás conseguiremos solucionar.

El reloj marcaba las nueve de la mañana del jueves 18 de enero del 2018, y finalmente el mensajero de Aguas de Mérida, dejó el recibo de cobranza debajo de la puerta de mi casa, y en esa factura por pagar estaba impreso el monto a cancelar, por el uso del agua potable durante el mes de enero del año 2018.

Después de abrir la puerta de mi casa, y luego de agacharme para recoger del suelo la factura impresa por Aguas de Mérida, pues yo debo reconocer que estaba muy tranquilo, sin miedo, sin ansiedad, sin temblores en mis manos, y sabiendo que el tiempo de Dios era perfecto, y que su voluntad gobernaba mi vida.

Tras visualizar la factura de Aguas de Mérida, yo observé que por el consumo del agua potable durante el mes de enero del año 2018, yo tenía que pagar 750 bolívares fuertes, siendo el monto a cancelar que apareció impreso en la factura.

Sí mis queridos hermanos lectores, el monto indicaba 750 bolívares fuertes.

No tuve que pagar los temibles 100.000 bolívares fuertes, y no tuve que pagar los tradicionales 1.500 bolívares fuertes, pues solo tuve que cancelar 750 bolívares fuertes.

¿Justicia divina de Dios o falla informática de Aguas de Mérida?

Usted es libre de pensar y de creer lo que usted quiera pensar y creer, pero tras la inundación de mi casa en el mes de enero del año 2018, por haber querido ir a la santa misa dominical, aunque me sentía muy enfermo y muy embrujado, pues la factura impresa de Aguas de Mérida indicaba que 750 bolívares fuertes, era el monto a cancelar por el uso del servicio del agua potable en enero del 2018.

Por el consumo mensual del agua potable en mi domicilio, yo generalmente pagaba 1.500 bolívares fuertes hasta el mes de diciembre del año 2017, pero después de asistir al bautismo de Jesús en la Iglesia El Espejo, solo tuve que cancelar la mitad de ese monto en el mes de enero del 2018, o sea, solo tuve que pagar 750 bolívares fuertes, aunque mi casa se había inundado completamente por litros y más litros de agua potable, que terminaron rindiéndose y desapareciendo de mi suelo merideño, mientras yo recordaba el gran salmo 28.

Pero más allá del gran salmo 28, algunas incrédulas interrogantes llegaron a mi mente, después de recibir la factura impresa de Aguas de Mérida, y después que la inundación se había secado como el desierto.

¿Realmente el Señor me bendijo con la paz?

¿Realmente puedo gritar con alegría ¡Eben Ezer! sobre el piso de mi casa?

¿De verdad me atrevo a cantar victoria?

Leyendo con detenimiento la factura impresa por Aguas de Mérida, que yo había recibido el jueves 18 de enero del 2018, pude comprobar que los 750 bolívares fuertes, fue el monto a cancelar por el período facturado entre el mes de noviembre y el mes de diciembre del 2017, es decir, que aunque la factura llegó a mediados de enero del año 2018, realmente me estaban cobrando el agua potable usada entre noviembre y diciembre del año 2017, por lo que el verdadero precio a pagar por la gran inundación de mi casa ocurrida el domingo 7 de enero del 2018, saldría reflejado en la factura de febrero del 2018.

¡Oh no Señor! ¡No, no, no! ¡Dios mío!

Tan solo pensar que mi calvario no había terminado, porque realmente mi calvario no había comenzado, fue una confusión mental que otra vez pretendía robarse mi paz espiritual, y entre tantos números, fechas y cálculos, yo sentía que estaba a punto de perder el control emocional, y me daba muchísimo miedo reconocer que tendría que esperar un mes de agónica vida, para saber si Dios realmente me había ayudado a contener mi hogareña inundación, o para darme cuenta que el diablito mental siempre había tenido la razón.

Sí mis hermanos, yo debo reconocer que tras descubrir la verdad sobre el período de facturación, pues por un par de horas estuve muy intranquilo, pero gracias a Dios y gracias a todas las tardes que pasé admirando la belleza natural de su divina creación, yo decidí volverme a arrodillar en mi casa, y volví a pedirle a Dios que me mantuviera en paz, sin importar el asunto del período de facturación, yo le supliqué a Dios que me mantuviera en santísima paz.

Y después de orar encerrado en el silencio de mi cuarto, yo debo reconocer que Dios fue el mejor auxilio que pude haber encontrado en mi vida, y yo sabía que Dios sí había escuchado mi ruego, me estaba protegiendo, y me ayudaría a resolver cualquier conflicto presentado en mi vida, sin tener que sentir miedo, sin tener que sentir ansiedad, sin tener que sentir ninguna preocupación.

Yo me atreví a confiar ciegamente en Dios, y en un abrir y cerrar de ojos, llegó la factura de Aguas de Mérida correspondiente al mes de febrero del 2018.

El lunes 19 de febrero del 2018, el mensajero de Aguas de Mérida dejó la factura debajo de la puerta de mi casa, por lo que otra vez, yo me agaché para recoger la factura impresa que estaba en el suelo, y con absoluta calma leí el monto a pagar.

Según la factura impresa por Aguas de Mérida, yo tenía que pagar 695 bolívares fuertes, por el consumo del agua potable durante el mes de enero del año 2018.

Aunque usted no sea un hombre matemático, yo sé que usted ya sacó la cuenta final de mi problema, y si usted es un hombre cristiano, pues usted ya sabe cuán grande fue mi sonrisa, tras comprobar que Dios bendice a su pueblo con la paz, tras comprobar que la voz de Dios es potente y magnífica, y tras comprobar que no estoy solo en la vida, porque Jehová siempre cuida el destino de sus hijos.

¿Escuchamos la vil voz del diablito o escuchamos la potente voz de Jehová?

Yo creo que millones de venezolanos que dicen ser supuestamente cristianos, están eligiendo todos los días de sus vidas, escuchar la voz del diablito antes que escuchar la potente voz de Jehová, y es por eso que todos los días esos hermanos venezolanos van perdiendo la fe en Dios, y cuando llegan las épocas de tribulaciones y de pruebas, pues no saben cómo enfrentar esas pruebas, y terminan sintiendo miedo hasta del recibo de cobranza del agua potable.

En Venezuela sobreabunda la falta de fe cristiana dentro de la propia feligresía cristiana, y es por eso que cambiamos una misa dominical por un kilo de harina PAN, y es por eso que elegimos comernos las sabrosas arepas en nuestras casas, mientras se oficia la aburrida eucaristía en la iglesia, y es por eso que se nos inunda la vida de mediocridad, y se hunde nuestro barco con más mediocridad.

Después que nuestra vida se inunde de mediocridad, será muy difícil pedir la misericordia de Dios para que nos rescate del atolladero, porque generalmente culpamos a Dios porque nuestro barco se inundó de mediocridad, aunque fuimos nosotros quienes elegimos comernos la sabrosa arepa, antes que consumir la santa hostia de Dios.

Yo pagué mi factura en la taquilla de pago de Aguas de Mérida, yo seguí asistiendo los domingos a la santa misa merideña, y yo me siento muy fortalecido espiritualmente en la vida, porque aunque sé que con mis fuerzas nada puedo hacer, también sé que con la fuerza de Dios todo lo puedo alcanzar.

Yo alcancé la victoria superando un conflicto de la vida, que en vez de alejarme del camino de Dios, lo que hizo dicho conflicto fue acercarme a la voluntad de Dios, por lo que si depositamos todas nuestras fuerzas en Jesús, pues tendremos la suficiente fe para salir victoriosos, ante cualquier prueba de nuestra vida terrenal, y antes que cualquier prueba de la vida terrenal nos intente robar la paz.

Yo estoy escribiendo sinceras palabras basadas en experiencias personales de vida, y aunque como hombre ecológico no quisiera que mi casa se volviera a inundar por culpa del agua potable, pues primero yo soy un hombre cristiano, y será Dios quien decidirá, si mi barca se inundará o no se inundará en mi vida.

Yo creo que mis conclusiones deben ser útiles para todos los venezolanos.

Ahorremos el agua potable en nuestras viviendas, y cerremos cualquier grifo abierto antes de salir de casa, para prevenir fugas de agua potable, cuando se restituya el suministro del servicio en nuestra casa.

Mantengamos una sana relación con Dios mediante la diaria oración, leamos las aleccionadoras páginas de la Santa Biblia, que pide a gritos ser leída por su pueblo, y recordemos que aunque estamos obligados a vivir en el Mundo, no tenemos que contaminarnos espiritualmente, por culpa de los vicios del sucio Mundo donde vivimos.

Recordemos el bautismo de Jesús, recordemos que Jesús es agua viva en la Tierra, y quien beba de Jesús, jamás volverá a sentir sed en su vida.

¿Ahorrar el agua potable es salvar a la especie humana?

Sí mis hermanos, ahorrar el agua potable es salvar a la especie humana.

Tenemos que avivar en las calles venezolanas, el Quinto Objetivo Histórico del Plan de la Patria, antes que el capitalismo salvaje de la especie humana, termine destruyendo el último suspiro de nuestro ecosocialismo venezolano.

Gracias por leer el artículo.



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Carlos Ruperto Fermín

Licenciado en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso, LUZ. Ekologia.com.ve es su cibermedio ecológico en la Web.

 carlosfermin123@hotmail.com      @ecocidios

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