Ella es una mujer, representada por La Patria, en este caso, por parte de ella, él es un hombre, recién fallecido, algunos lo quisieron, otros no tanto y por lo visto, muchos lo odiaron y lo siguen odiando.
No vamos a concentrarnos en su vida, en las causas de su muerte y en los detalles precisos, que ya saldrán a la luz.
No, vamos es a revisar las reacciones que en una parte de la población ha causado la desaparición física del profesor Aristóbulo Istúriz, la reacción que nos revela el alto grado de racismo que nos rodea, que nos atraviesa y que consideramos un problema grave que el Estado y todos los que en este país vivimos debemos analizar, enfrentar, confrontar y buscar formas de superar este racismo que se desborda, sin ningún freno.
Las redes sociales se han transformado en un termómetro que mide casi instantáneamente la temperatura social de los fenómenos que nos impactan.
Y que en este caso que nos ocupa, ha subido considerablemente.
Comentarios que van desde la disimulada aversión de los que afirman no alegrarse con la muerte de ningún ser humano, pero confiesan que les “entró un fresquito” al enterarse de la noticia, hasta los que celebran con alegría, con euforia y sólo lamentan que todo no se desarrolló con detalles mas bizarros y dolorosos, con mayor dolor, con mayor crueldad.
Gente que se alegra con la muerte de otro, lo celebra escandalosamente y reclaman descaradamente y a viva voz a aquellos que no se montan en la comparsa y celebran el aquelarre.
Insultan y llaman cobardes a quienes no se montan en la euforia del odio sin freno y que puede resultar hasta peligroso para su salud si se les devuelve con la misma fuerza.
Hacen chistes racistas o los retransmiten, la mofa los ciega, la burla no los deja pensar.
Llenos de odio y exudando bilis maloliente y perniciosa.
Llama la atención que en un país predominantemente católico, como se supone es Venezuela, hasta el momento, la iglesia oficial no se haya expresado, que permanezca silente, callada y casi aprobando con su silencio esta escandalosa reacción de odio racial que se ha desatado, esta alegría de algunos ante el fallecimiento del profesor Istúriz.
Escandalosa alegría que nos obliga a autoexaminarnos cuidadosamente y en profundidad, como comunidad, como Nación, como sociedad organizada o que pretende serlo.
Mas allá de la posición política que se tenga, de los principios que rigen nuestras vidas y nuestras familias, estamos en el deber de revisar las reacciones que tenemos ante los hechos de la vida y de la muerte, manteniendo la tolerancia, la ecuanimidad y la sindéresis.
Por supuesto que muchos errores debe haber acumulado durante su existencia, en su accionar político, con muchas de las cosas que hizo o dejó de hacer no estamos de acuerdo, pero eso no autoriza a nadie a explayarse con un odio racial exacerbado que estamos en el deber de examinar, combatir y erradicar de nuestra querida Venezuela.