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El 22 de junio de 1999 volvió a Mérida William Izarra, y realizamos un acto organizado por el Taller de la Literatura de la Facultad de Ciencias de la ULA. El 24 de junio arrancaría oficialmente la campaña electoral para la Constituyente, y ya nuestro batallón tenía prendido lo motores con mi candidatura por delante, y con la consigna: "Sant Roz, ni escogido a dedo ni agarrado a lazo". El jolgorio y la expectativa era general por algo que nunca se había visto en Venezuela y que estaba provocando verdaderos vértigos, euforias e ilusiones... Nos estábamos lanzando con el apoyo de William Izarra y su proyecto de Democracia Directa, DD.
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Mucha gente quería ser constituyentista sin saber absolutamente nada de qué se trataba una asamblea de esta naturaleza. Durante esos días estuve recolectando dinero para movilizarme, y me ayudaron los colegas Diomedes Bárcenas, Hugo Leiva, José Sánchez Crispín y Aura Márquez, cada uno de los cuales contribuyó con 10.000 bolívares. Ese día, para el acto con Izarra para trasmitirlo en vivo desde la Facultad de Ciencias a través de 15.60, con el locutor Carlos Miranda, tuvimos que pagar al técnico unos treinta mil bolívares.
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Al mediodía apresuramos el paso y con William nos dirigimos a El Vigía, donde recorrimos varias comunidades y varias estaciones de radio. Recuerdo que William Izarra había llegado algo enfermo, pero así todo nos dimos a la batalla de las discusiones que reclamaban las comunidades de grandes sectores de Mérida y sus alrededores. El calor era tremendo, por la tarde llovió, las charcas copaban los caminos destapados y toda la noche estuvimos en discusiones y armando cuadros para la batalla de la Constituyente.
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El 5 de julio de 1999 presenté mi postulación como candidato a la Constituyente. En total recogí con mi grupo 4.535 firmas. Me acompañaron en este calvario varios amigos, entre ellos merecen especial mención: Néstor Zambrano (de Santa Cruz de Mora), el profesor de Ciencias Francisco Rivero y Nancy (su esposa), el profesor Aristides Arellán, el profesor Rafael Guía, el poeta Pedro Pablo Pereira, el estudiante Héctor Lameda y los profesores Rosa Elvira Márquez y Héctor Silva. Un logro que lo debo a estos amigos.
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Luego de recorrer muchos pueblos con mi mayor respaldo humano el amigo Sinforiano Guerrero Lobo (hoy ya fallecido). Esta ha sido una historia como para una novela. A las primeras de cambio, muchos candidatos que entraron a la contienda con ánimo bolivariano y radical, comenzaron a tirar la toalla. Iban renunciando graneadamente, para dar espacio a los elegidos desde Caracas por el MVR. Quedaron en el camino Ernesto Palacios Prü, Pino Pazcuzzi, Ramiro Sánchez, Rosa Márquez, Nélson Sánchez.
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Luego de mi lanzamiento, volvió William Izarra a Mérida e hicimos otro recorrido por el Estado. En Santa Cruz de Mora asistimos a un torneo deportivo con el nombre "Sant Roz". Toda esta actividad la organizó Néstor Zambrano, adicto a mi candidatura. A Néstor lo llaman el Sant Roz de Santa Cruz. También la familia de Héctor Silva estaba de lleno, totalmente adicta a nuestra lucha y confeccionando todo lo que estuviera en sus manos para proyectar mi candidatura.
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En aquella gira relámpago pasamos por Tovar y Bailadores. Al llegar a Tovar, vimos a Antonio Pineda, un intelectual, quien durante mi primera visita a este pueblo se había mostrado bastante aliado a nuestro proyecto, pero que al parecer estaba considerando su apoyo a Adán Chávez.
Poco después de este recorrido acordamos reunirnos con Leonardo Mora Arias y convertirnos en una fórmula para tanto él como yo ir de candidatos a la Constituyente bajo el formato ideológico de la Democracia Directa. -
Luego nos reuniríamos en el restaurante La Loca Luz Caraballo. Sinforiano fue el encargado de explicarle el proyecto a Leonardo, lo llamó aparte y le explicó más o menos en estos términos: "-Amigo Leo, nos vamos a meternos en una empresa dura, y espero que usted no se nos vaya a echar para atrás. Hemos sufrido muchísimas bajas, y estamos hartos de traiciones y traidores. Le advierto que será duro ir en campaña junto con Sant Roz, y de verdad que no queremos ambigüedades. Aquí vamos quemando todas las naves del pasado." Claro, y esto podía decírselo así porque don Leonardo es un hombre que estaba curtido en los más crudos dolores del alma, y sabía de sobra de todas estas cosas. Además, había pasado por traumas que no había vivido Sant Roz: Fue guerrillero y sufrió exilios de los gobiernos criminales de la IV repúbllica.
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Con William Izarra nos dirigimos a El Vigía (vamos en el carro del matemático y pintor Francisco Rivero); tenemos que esperar dos horas por reparaciones del carro de Rivero en plena autopista Rafael Caldera. Perdemos el programa de radio en Ondas Panamericana. Llueve a cántaros. El cielo oscuro, William Izarra va en el asiento con la mirada fija en el techo, con fiebre muy alta. A Sinforiano se le ocurre que llame por celular al programa de radio y se den unas declaraciones, lo que de inmediato hace William.
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Llegamos a El Vigía cayendo la tarde y después del torrencial aguacero se produce un sopor que nos sofoca, y William empeora en su mal. Encaramados en un volteo damos un discurso a unas 900 personas en el barrio Bolívar. Nos acompañan Cheo Uzcátegui y Fernando Camacho. Además, nos pusieron un amplificador y uno mismo no se escuchaba por densidad de un ahogo que hasta podía tocarse: los chorros de sudor me llegaban hasta la boca y corrían por el pecho. Todo haciéndolo con las uñas, sin una locha…
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Seguimos trabajando duro con Leonardo Mora Arias encontrándonos dos días después en el centro de Mérida, a las 9 de la mañana. Estuvimos en el diario "El Vigilante" a dar unas declaraciones y Mauro Dávila, ahora jefe de redacción de este periódico, al verme, se pone a dar explicaciones de todos los tamaños y colores sobre la libertad de expresión, y lo difícil que puede ser colocar notas sobre el tema de la Constituyente. Mauro es comunista y es ahora director de un diario que depende de la curia merideña, pero es buen hombre y fiel a sus ideales. La explica de Mauro es extensa, y dice que no tiene la culpa en absoluto si no salen mis declaraciones, y después que no vaya yo a salir a escribir en su contra. Nos retuvo demasiado tiempo, pero yo le digo que se preocupe que sé cómo es tener el cargo que le dieron…
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Seguimos hacia la Radio de la ULA y hablamos con la periodista Magda. Después enfilamos al programa de Carlos Miranda en la Radio 15.60, donde nos dirigimos al pueblo por espacio de una hora. Por la tarde dimos declaraciones en el "Diario de Los Andes" y en "Frontera" sobre la decisión de unir nuestras candidaturas, la de Leonardo Arias Mora y la mía. Después visitamos al dirigente comunal Otilio Aparicio, en Ejido. Para finalmente reunirnos en un café y discutir un poco sobre la campaña a ser desplegada por los cuarenta pueblos más importantes de Mérida.
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Poco antes de irme a la cama, llaman del Consejo Nacional Electoral, desde Caracas, para informarme que la foto mía, la que debería aparecer en el tarjetón, se ha perdido: que la debo enviar urgentemente. Al día siguiente nos enteramos que "El Vigilante" no publicó nuestras declaraciones. Voy al Consejo Electoral a reponer la foto. La reciben de la manera más indiferente; que la enviarán el día domingo, es decir mañana, por avión. Resulta inexplicable este hecho y Sinforiano me ha dicho que seguramente fue la mano peluda y peliaguda que desde Mérida la hizo desapareció. En el Consejo Electoral me piden también un resumen de mis propuestas que no sobrepase las 5 líneas, y la resumo como sigue: "Que a los ciudadanos, ni se les hurgue a dedo ni se les cojan a Lazo." Las reciben con reserva. Junto con el Héctor Silva y Sinforiano, cogemos hacia Lagunillas, en campaña. Vamos a casa de Wolfang Izarra, el dueño de la licorería San Antonio, como se sabe, primo de William. Nos atiende con extraordinaria amabilidad y nos lleva a una estación de televisión que trasmite exclusivamente para Lagunillas. Está todo el pueblo ardiendo en aguardiente: Música a todo volumen en cada esquina, en todas partes un bar, en las calles vehículos de todos los tamaños a velocidad excesiva. En la televisora acordamos una entrevista. Wolfang nos lleva a la casa de su madre doña Hortencia, Casa Grande, una preciosa mansión con decorados antiguos, en madera fina pulida, al lado de la licorería de su hijo. Hay en esta casa un enorme oratorio en uno de los corredores, una espaciosa y formidable sala de comedor, con sillas de enormes espaldares, de brazos labrados a la usanza de antes. Los pisos son de ladrillos, el techo armado con mallas de ripple. Por allí vemos una foto en blanco y negro donde aparece Betancourt saludando al coronel Izarra, padre de William. En otra foto a color está parte de la familia, el periodista Richard, y William en uniforme de cadete.
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El 3 de julio de 1999 con nuestro grupo nos pusimos a ordenar una porción de propaganda enviada desde Caracas por William Izarra y que aparece únicamente con mi seudónimo, que a última hora prohibió el Consejo Electoral. Este material tuve que llevarlo a Tovar, Lagunillas, Zea y El Vigía junto Sinforiano y Héctor Silva. El 6 de julio de 1999 recibo llamada de William Izarra quien me dice que debo estar pasado mañana en Caracas, jueves, en la mañana, para participar en una entrevista que nos harán en "La Razón". Imposible, no tenemos dinero para movilizarnos a la capital. Ese día igualmente me llama Leonardo Mora: "Arréglese, porque nos toca echar plomo mañana por Zea y Tovar, además entrevistas por radio y en televisoras locales". Que me quede a dormir en su casa, en Tovar. Ya he hablado del movimiento político de Tovar, el MIPO, que dirige Carlos Andrés Pérez, que para diferenciarlo del otro le llamaremos CAPISTA; Leonardo fue a plantearle una alianza con nosotros y CAPISTA le dijo: "¡Cómo se te ocurre unirte con un grosero como Sant Roz!" Como dije, CAPISTA tiene una pequeña estación de televisión en Bailadores. Ese mismo día entrego los fulanos libros de contabilidad al Consejo Regional Electoral que no son sino tres cuadernos de 150 bolos cada uno. Me servirá de administradora de los fondos que recibiré para la campaña, la joven Ana Beatriz Hernández. Por cierto, que cuando me los pidieron, hace una semana, les contesté que no tenía con qué comprarlos.