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¿Recuerdan cuando aquel enfurecido rey de España dando aquel horrible grito contra el presidente Chávez en Chile: "¿Por qué no te callas?"? ¿Horrible aullido que entonces se convirtió entre los escuálidos y la derecha mundial en estandarte de lucha contra el chavismo? Y colocaron la fulana frase "¿Por qué no te callas?", hasta en la sopa, en carteles, en franelas, en stickers, le pusieron música, y celebraban en todos los corrillos de derecha aquella genial del rey cerdo? ¿Y durantes días y meses la vocearon, como una gran cosota por radio y televisión? La redes estaban colmadas de la genialidad de la fulanita frase. La prensa mundial la elogió y ensalzó como la expresión más fabulosa jamás dicha por un soberano en mil años. Poco después, ese mismo rey de España, el asesino de elefantes, el cabrón de mil negocios secretos, el amancebado con la Corinna Larsen (a la que le regaló cientos de millones de euros robados a su país), el que huyó como un vil cobarde para Arabia Saudita, digo, ese rey, se metió para siempre su "¿Por qué no te callas?", entre lo más sutil de sus apestados calzones… él, grandísimo calzonazo…
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Luego de aquel "¿Por qué no te callas?", ha estallado "¿Y cómo se llama él (AMLO)?" de José María Aznar. Otra genial salida de los ultra-godos y gachupines, como si uno debe estar orgulloso de lo que le encasquetan al nacer, y vivir así esclavizado y sometidos a las "virtudes" esclavizantes de aquellos monstruosos conquistadores y colonizadores españoles. Debería seguir preguntando Aznar: "¿Y cómo se llama él (Bolívar)?", "¿Y cómo se llama él (Juárez)?", "¿Y cómo se llama él (José de San Martín)?", "¿Y cómo se llama él (Martín)?", "¿Y cómo se llama él (Sandino)?" …
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Después, han venido otros, como Pablo Casado, la Isabel Díaz Ayuso y por último, el cómico-sabueso de la derecha don Toni Cantó. De modo que la soberbia de las bestias españolas, están más vivas que nunca. Tóqueles una teclita de sus monstruosos papelazos en América, y les veremos saltar como sapos o ranas. La prepotencia unida a la ignorancia en España se engalana también en estos tiempos, con trajes reales, con galas del tricornio fascista, con los esperpentos del franquismo, con los espantos de los purpurados inquisidores, con ferias taurinas y con sus eternos jaleos de friviolidades del corazón. A ese impresentable de Toni Cantó, politiquero español del PP (a quien la Isabel Díaz Ayuso le buscó un chiringuito para que fuera tirando mientras le encuentran un hueso mayor), afirma que América no fue conquistada sino "liberada" de "salvajes y caníbales". A los españoles en general, hay que decirles, que mucho humanismo pueden aprender de las razas originales de América, esa que sus tatatatarabuelos vinieron y exterminaron a sangre y fuego. Pueden aprender estos pretensiosos, prepotentes como cobardes españoles, defensores de la conquista y de sus desquicios colonizadores.
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Pretende decir este Cantó que los españoles vinieron a liberarnos… En este sentido dice el etnólogo Jean Marc de Civrieux, que los aspectos tradicionales de la estructura social indígena contrastaban con la filosofía europea sobre la indignidad del trabajo. "Se distinguían – añade Civrieux – por el carácter igualitario, comunitario y libremente consentido del trabajo, la ausencia de estratificación social o castas privilegiadas, con excepción de los shamanes. La sencillez del modo de vida tribal permitía el disfrute de un ritmo laboral libre y mucho menos exigente que el que pesaba sobre la servidumbre europea. Por esta razón se resistían a las imposiciones laborales de los conquistadores".
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Por ejemplo, escribió Jean Marc de Civrieux, que los aborígenes nuestros jamás pegaban ni gritaban a los niños menores de siete años, y que cada niño en las tribus era considerado hijo de todos los adultos. Pegar a un niño significaba en el concepto de nuestros indios, dañarles el "espíritu". Mucho es lo que nuestros programas de educación pueden aprender de la educación de los aborígenes, pero como esto significa "atraso", es por lo que estamos comiendo nuestra triste arepa en esta alucinante selva de excremento, maquinas, consumismo y maldición.
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Añade Jean Marc de Civrieux, que "una de las leyendas más arraigadas que nos legaron los cronistas se refiere a la pereza del indio. En esta apreciación coinciden unánimemente nuestras fuentes, y los misioneros corroboraban lo que afirmaban los colonos encomenderos: Se quejan amargamente de ese supuesto vicio, que los historiadores modernos suelen aceptar ciegamente como hecho real. El padre Caulín, que fue un verdadero especialista en elaborar largas listas de vicios de los bárbaros (que llamaba también brutos irracionales), no olvidaba nunca de mencionar la pereza, en primer término. Los escasos defensores de los indios, como el padre Las Casas, aludieron, para combatir esta leyenda, a una debilidad física del indio, una interpretación más generosa, pero tan falsa como la otra. El problema consistía evidentemente, en una resistencia pasiva al trabajo forzoso. En su medio ecológico, el indio no escatima esfuerzo, ni teme tareas agotadoras, siempre que las considere urgentes y satisfagan las necesidades inmediatas de la comunidad. Cuando no existe prisa en realizar una tarea, la aplaza sencillamente, porque su filosofía de subsistencia rechaza las previsiones excesivas. De este modo, goza de los agradables períodos de ocio que le concede la naturaleza, los aprovecha al máximo y se dedica oportunamente a observar los pájaros que, como lo recuerda el Evangelio, cantan y nunca se mueren de hambre, enseñando al hombre a no afanarse excesivamente por la subsistencia. A este respecto, Ruiz Blanco anota, con evidente desaprobación, que los Cumanagotos trabajan a tornapeón, sólo por la comida. Eso bastaría para explicar el fracaso de las tentativas españolas de someter al Cumanagoto a los horarios rígidos de un trabajo obligatorio, y de sacrificar los recreos, a veces considerables, que la tradición tribal dedicaba a charlas, juegos y esparcimiento colectivo".