Los regalos navideños de mi prima Elvira

Mi prima Elvira vive en el estado Táchira. Ella es una persona adorable, aunque está rozando los cincuenta años y todavía no ha logrado acoplarse a una pareja. Puedo asegurar que es agraciada, algo pasada de peso, blanca y regularmente redondeada en todas sus formas, incluso las mentales. Mi prima Elvira es bastante educada, ella sabe hablar con suma coherencia y nitidez en el uso correcto de las palabras; pasó por un colegio católico y por la Universidad de Los Andes donde obtuvo el título de abogado. Mi prima Elvira viaja con frecuencia a Caracas, y mantiene relaciones con ejecutivos de empresas de turismo para tours por Canaima, Los Roques, Mérida y los llanos.

Pero Elvira tiene un amor muy raro por su país, lástima. Ella, cada vez que visita a un familiar que todavía duda de que este régimen esté marchando directo hacia el más abominable y maldito comunismo, le advierte que debe tener cuidado, si acaso aún tienen alguna habitación que no usen porque entonces les van a meter a vivir allí a algún muerto de hambre. Mi prima Elvira sólo vive para soñar, para imaginar, para hablar, recrearse, sufrir y gozar la horrible dictadura en la que estamos hundidos, con sus tenebrosas mortandades, asaltos, robos y holocaustos. La pobre no sabe lo que es un holocausto, no se lo enseñaron en ninguna parte, pero cuando habla enfebrecida por el odio que le escuece, dice constantemente, "fue aquello como un holocausto". Elvira envía todos los días, por todos los medios, un promedio de veinte a treinta mensajes a sus familiares y amigos, sobre la tragedia, el infierno o la pesadilla que minuto a minuto sufre en "este maldito país". Cada uno de los sucesos de las páginas rojas ella los envía a sus contactos con fotos y toda clase de adjetivos particulares.

Su expresión preferida es, insisto, "este maldito país", aunque ella diga que lo ame, aunque lo adore y diga que no podría vivir sin encontrarse en su tierra de las sabrosas cachapas andinas o llaneras, de las arepas de maíz o de trigo, del cochino frito o la gallina asada de Rubio; de las hallacas y bollos de sus tías llaneras, del queso guayanés, del dulce de guayaba o de lechosa.

Yo me había olvidado de mi prima Elvira este primero de diciembre, y yo sé que ella está pensando en mí, en todo momento, ella me adora y no sé por qué razón soy una especie de soporte de su existencia. He llegado a la conclusión de que todo antichavista, necesita un chavista que le escuche sus maldiciones, porque de otro modo ellas no tendrían sentido. Sobre todo sus tormentosas y confusas predicciones.

Elvira vive, pues, profundamente preocupada por mí. Y el primero de diciembre, como a las 5 de la mañana vi dos de sus mensajes: "querido primo, que tengas un feliz año nuevo 2022, que la paz, la armonía, la gloria del Señor siempre esté contigo y te proteja"; "miles y miles de bendiciones de Dios y sus ángeles con su energía sagrada velen por la maravilla de tus nobles y sublimes sentimientos".

Me cuesta responder estos mensajes, aunque los aprecio y respeto. Pero el día 24 de diciembre, ella ya sin poder contenerse me llamó:

  • Hola, primo, qué te pasa, te has olvidado completamente de nosotros. Ayer te estaba recordando mi mamá. ¿Cómo las has pasado?
  • Bueno, bastante bien, con un gripón como el que no me daba en mis treinta años…
  • Sí, ya veo se te nota en la voz. Mira, te recomiendo un jarabe muy bueno llamado Jenji-miel, pero yo creo que eso ya no lo venden; no lo busques, ya nada de eso se consigue; lo siento y tengo que decírtelo, pero ya no se consigue nada que cure de verdad ni nada que valga la pena comprar. Pero uy, qué caro se puso todo. Qué locura. Por cierto, ¿supiste que nos asaltaron unos motorizados el otro día cerca de la redoma? Bueno, nos rodearon cuatro motorizados con pistolas en la mano, luego se nos metió un taxista y nos chocó por detrás. Veníamos en el carro mi tía Teresa, mi hermana Anita y mi mamá, puras mujeres. Entonces se abalanzaron sobre nosotras, nos agredieron, yo creía que nos iban a violar a todas en plena calle. Eran la siete de la noche. Yo estaba aterrada porque eran todos negros y asquerosos bichos salidos de mugres barrios. Uno de ellos me dijo: "Tú, puta escuálida te falta de atrás lo que te sobra adelante, y no te metemos un pepazo porque venimos del rezo de un compañero, pero afloja, coño, lo que llevas".

El recuento de la historia de Elvira lo hizo ella muy pormenorizadamente; ella siempre se regodea en cada uno de los detalles referentes a las características de los "asquerosos asesinos". Yo, pacientemente la escuchaba, porque entonces me dijo que como yo casi nunca me comunicaba con ellas no sabía todos los asaltos, vejámenes, atentados, secuestros y agresiones que habían sufrido por parte del hampa. Me relató el caso del secuestro de su hermano Carlos, el robo terrible a su tía Carolina en el mercado principal; la paliza que le dieron en un centro comercial a su amiga Verónica; la pérdida que tuvo de su primeriza hija su ahijada Rosa producto de un susto en el estacionamiento del centro Comercial El Roble. Mi prima jadeaba cuando hablaba, y regustando ciertas palabras cada vez que las pronunciaba: "maldición", "malandros de mierda", "negros hediondos", "coños de su madre", "verdad es que uno sabe por qué sigue en este país de ñoña,… verdaderamente todo se ha vuelto una ñoña…".

Yo sabía que el escucharle era el mejor consuelo y regalo de navidad que ella podía recibir. La noté exultante y eufórica, feliz, deseosa de celebrar por el acontecimiento inefable de haber podido vomitar la bilis negra que desde hacía días llevaba en sus entrañas. Claro, yo pude decirle: "¿qué tal, querida prima, si nada de eso ocurriera o no te pudieras imaginar de este país; entonces para que tú fueras feliz habría que inventarlo cada segundo? Tú y millones más de seres nacieron así y no pueden evitarlo".

Qué poca cosa sería mi prima Elvira sin todos esos accidentes, crímenes monstruosos que ella adora con devoción sincera y que se devora con pasión, en los periódicos amarillistas y cloacales de cada día. Pensé lo triste y deplorablemente desgraciada que sería si aquí triunfara Capriles y esas cosas siguieran ocurriendo, cosas que antes también se daban de manera más horripilante, y que suceden en todos los países del planeta, pero que ella, pobrecita, sólo se imagina pasan aquí.

  • Bueno, prima – me despedí- me alegra que te mantengas tan llena de fuerza y vigor espiritual, inmersa en esa red de redes sociales que alimentan tu imaginación de manera tan especial. Ya sé que este año será para ti mucho mejor de lo que fue el 2021, pese a los más inesperados y sorprendentes sucesos. Un abrazo querida prima, y que el futuro te depare otros sucesos no menos tormentosos, así tendrás de que hablar con los tuyos, y sobre todo con los que no concuerden en todo contigo. Un besote.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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