Las increíbles barbaridades de Suniaga en su bazofia "El pasajero de Truman"

  1. El 17 de febrero de 2022, terminé de leer (y analizar) el libro-novela de Francisco Suniaga "El pasajero de Truman". Se trata de una edición de Debolsillo de 2010 (300 apretadas páginas). Ahora bien, ¿por qué El PASAJERO DE TRUMAN y no el PASAJERO DE MEDINA ANGARITA? Ah, porque seguramente para el señor Suniaga, Truman le da prestigio al título del libro: Truman fue presidente del imperio más poderoso de la tierra en un tiempo de horror bélico sin precedentes, el que lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, además de ser el fundador de la CIA, nada menos.
  2. Yo había comprado este libro El PASAJERO DE TRUMAN en el año 2011, en "Librería Temas", de Eduardo Castro, en Mérida, y había permanecido más de diez años arrumada en uno de los anaqueles de mi biblioteca, mirada instintivamente con desprecio. Es un libro que se debe leer, pero hacerlo con madurez y conocimiento de nuestra historia para no tragarse tantos cuentos como los que trae. El personaje Diógenes Escalante no da para tanto, no se trata de una tragedia a lo Shakespeare como procura el autor presentarlo, ni muchísimo menos.
  3. Don Diógenes Escalante fue un hombre extraordinariamente anodino, y si lo que trae el libro de Suniaga recoge lo mejor de su obra, de su pensamiento, nada más deprimente y tonto todo lo que recoge este torpe y absurdo "escritor". A la final lo que queda del trayecto por este mundo de don Diógenes, es el de un patiquín que vestía y comía muy bien, que tuvo la suerte de llegar a ser diplomático, recorrer el mundo pasando largas temporadas en hoteles de lujo y llegar a tener contacto con políticos de partido de "hight level" como Harry (El Sucio) Truman, el lord inglés John Ashworth, Nelson Rockefeller, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni.
  4. Toda la locura de don Diógenes Escalante se le desató por pasar del sabroso deleite de la vida de diplomático, curtiendo su estómago y su labia en exquisitos manjares y pasatiempos, a la de creerse el salvador de un pueblo que desconocía totalmente. En llegando de aquellos saraos y deliciosos protocolos (siempre como sintiendo como un horrible acomplejado llegado de la barbarie) con sus delirios de grandeza, el choque con la terrible realidad nuestra lo desencajó y le lo llevó a la demencia en muy poco tiempo. Eso fue todo.
  5. El propio don Diógenes confesaría que él en el fondo no amaba a este país, lo cual, dice, para él era un gran dilema ético, nada de comunión con el prójimo o la tierra. Dice: "Venezuela era para mí un trabajo, no una pasión… entonces ¿cómo se puede ser presidente de un país que no se lleva en el alma?... Por supuesto que era mi patria a la que amaba: pero amor de lejos, desde Ginebra, Londres o París. La patria aséptica y pura que se piensa y se siente cuando uno está lejos. La patria sin el dolor de los venezolanos, sin el sudor de los desdentados que se acercarán a pedir favores, sin el calor ni los mosquitos, ni las miserias humanas de los que me adversan". La mentalidad idéntica de los "exiliados" hoy de Leopoldo López, Julio Borges, Antonio Ledezma…
  6. La CURSI novela "El pasajero de Truman" tendría algún SENTIDO TRÁGICO, como trató de plantearlo don Francisco Suniaga, si Diógenes Escalante hubiese sido un pensador de envergadura, un hombre realmente sacrificado y arriesgado, con verdades profundas, con valor, culto o sabio. Pero don Diógenes era un diplomático de medio pelo, muy gris, sin una obra, sin carácter, destacado sólo por su buena vestimenta, una bodega de vino Riscal en su casa de Washington y el buen gusto o tono por los exquisitos hábitos de la pequeña burguesía.
  7. No cabe duda que los norteamericanos apoyaban la candidatura de don Diógenes Escalante a la presidencia de la república conjuntamente con un oscuro plan que les presentó Rómulo Betancourt. Cuando Medina Angarita se entera que Escalante está loco, propone como candidato a su ministro de Agricultura y Cría, Ángel Biaggini. A este ministro de Medina lo destrozaron los betancuristas y la mafia mediática controlada por Ramón David León.
  8. No hay que negar que la locura de don Diógenes también desquició al gobierno de Medina. En cuanto Medina se entera que Diógenes Escalante queda fuera del juego político, una de las primeras determinaciones que toma es invitar a palacio a Rómulo Gallegos y a Betancourt para explicarles el estado de complejidad que va a tomar la disputa electoral, y los exhorta a abstenerse de aprovechar tal coyuntura para crispar aún más los ánimos. Cuenta con que en AD prevalezca sobre todo el sentido de patria para llevar a buen término las elecciones presidenciales. Claro, el partido del presidente, en sustitución de Escalante, ha propuesto a Ángel Biaggini, lo que va a provocar una guerra de injurias y bajezas mediáticas. De toda la información desclasificada de aquella época, se desprende que existía una armoniosa coincidencia de intereses entre el embajador norteamericano en Venezuela Frank Corrigan y Betancourt en relación con la candidatura de Biaggini.
  9. Existía tal grado de confianza entre el embajador gringo y el máximo jefe adeco que se tuteaban. El gran líder adeco seguía afinando su pluma para despedazar a Biaggini; lo llama «auténtica defraudación del querer nacional [...] nunca ha sido más inocua, más inoperante, más inepta la actuación del MAC (Ministerio de Agricultura y Cría) como en estos años en que su titular ha sido precandidato pedevista [...] Biaggini, en la jefatura del Estado regiría un gobierno tambaleante, débil hasta el absurdo, sostenido en el aire. O mejor: sostenido [...] por Medina [...] Incapaz de aglutinar fuerzas políticas y sociales en torno suyo, desasistido de respaldo, de opinión organizada, [...] el mismo espectáculo de Andrade sostenido por el influjo de Crespo».
  10. Para la historiadora Nora Bustamante, el Departamento de Estado estaba abriendo los caminos políticos a los enemigos de Medina, con quien antes no simpatizaban. Dice doña Nora que le favorecía a las líneas de Washington el anticomunismo radical de Rómulo y su histérica fobia contra el PCV. No había —añade Nora— prácticamente un solo despacho de los centenares que envió Corrigan al Departamento de Estado, durante el mandato de Medina, en el que no se hiciera mención de la permisiva actitud del gobierno ante las actividades comunistas. En el Despacho Nº 7.572, del 3 de agosto, Corrigan escribe al Departamento de Estado para comentar unas declaraciones del líder máximo de AD al diario El País, de ese mismo día: «En ésta, el señor Betancourt niega que el viaje suyo y de Leoni haya sido financiado por el gobierno, así como su objeto hubiera sido convencer al doctor Escalante de que aceptara la candidatura… Tampoco han pedido la intervención de Estados Unidos en la campaña política de 1946». Resulta ridícula esta última aseveración cuando, como veremos, Corrigan estaba ya de lleno, metido en la campaña para dañar la imagen de cualquiera fuese el candidato propuesto por Medina, y en esto trabajaría hombro con hombro, de acuerdo a las circunstancias, ya fuese con López Contreras o con Betancourt. Cabe preguntarse, ¿les pagó Corrigan el viaje? ¿Fueron realmente a solicitar acreditación en el norte para su partido como una organización furibundamente anticomunista, como también, en función de ello, buscar el visto bueno de Washington para proceder a dar el golpe cívico-militar que ya estaba en marcha? Añádase a todo esto que, en vísperas del golpe, Carlos Delgado Chalbaud había tenido conversaciones radiotelefónicas en inglés con el presidente Truman por intermedio del embajador Frank Corrigan, quien de paso era un borrachito, y que entonces Carlos Delgado consideraba que el dirigente supremo de AD era el alma de la revolución (¡Betancourt nos trajo el pueblo! ¡Nos trajo el pueblo!). Existe incluso todavía la duda de si López Contreras, gran amigo de Corrigan, también tuvo su parte en este tinglado, tomando en cuenta que él sí era furibundo anticomunista, y estaba alarmado por la dirección izquierdista que tomaba el régimen de Medina. Por otra parte, es necesario recordar que, en la reforma constitucional de 1945, el gobierno aceptó que se eliminara el inciso sexto del artículo 32 de la Carta Magna, que prohibía la existencia de cualquier organización que tuviera algo que ver con los comunistas.
  11. Todo el tinglado empezó, cuando Medina buscando un sucesor se le ocurrió la peregrina idea de pensar en un ser tan abúlico y anodino como Diógenes Escalante, quien llevaba unos veinte años como diplomático entre Europa y Estados Unidos. Don Diógenes nunca se imaginó que llegaría tan alto en su destino por lo que esta sorpresiva y repentina decisión de Medina acabó llevándolo a la locura.
  12. ¡Dios! Valiente he sido echándome al coleto las trescientas páginas de este aparatoso libro de don Francisco Suniaga, sobre aquel personaje sumamente gris que buscaron en Washington para que supuestamente en 1945 Venezuela no se fuera por un despeñadero. No me cabe la menor duda de que la idea de este "drama" fue una idea de Ramón J. Velásquez quien tenía afición por los cuentos y vaguedades imaginarias sobre la historia nuestra. Conocí lo suficiente a don Ramón J. Velásquez para sostener tal suposición. Era uno de los hombres más enterado de la historia de nuestro país, pero a la vez lo que sabía no estaba sostenido por una base ideológica firme, por un pensamiento
  13. Nadie iba a poder detener el golpe del 18 de octubre, muy bien orquestado desde la embajada gringa en Venezuela. De seguro que este señor, don Francisco Suniaga, no leyó la extraordinaria obra de Nora Bustamante sobre aquellos aciagos años que van entre 1942 y 1945. En la novela don Francisco Suniaga estructura su cuento a través de la conversación de dos ancianos, testigos claves de aquella debacle (cuando Diógenes Escalante se vuelve loco), al doctor Ramón J. Velásquez y al señor Hugo Orozco. Entre las cosas más impresionantes que Hugo Orozco escuchó de don Diógenes cuando empezaba a trabajar como su asistente, fue: "-Bachiller, haga las cosas como a mí me gustan y no habrá problemas". Después don Hugo descubriría otras cosas sorprendentes de aquel mayestático jefe: su apariencia personal, aseverando: "… para mí, en la historia de este país, no ha existido un personaje público más cuidadoso y mejor vestido que Diógenes Escalante. Era, además, un hombre muy alto y eso lo ayudaba a lucir imponente, regio".
  14. Suniaga presenta un cursi impasse entre el presidente López Contreras y el embajador norteamericano Meredith Nicholson; a decir de Orozco, míster Meredith entró a Miraflores como Pedro por su casa violando todo protocolo y don Eleazar le paró el trote exigiéndole respeto, y entonces Orozco escucho cuando el gringo indignado soltó un son of the bitch. Debo confesar que el cuento me dio risa, sabiendo que no había nadie más sometido a los dicterios de Washington y alcahuete de los desmanes de los gringos en Venezuela que don Eleazar López Contreras. Los únicos presidentes que en el siglo XX, pusieron en su lugar a los embajadores gringos en Venezuela fueron Cipriano Castro, Medina y Chávez y por este motivos a los tres los derrocaron desde la propia embajada estadounidense.
  15. Al parecer, para el señor Suniaga el antiyanquismo entre nosotros nace por resentimiento, porque así lo pone en boca de Orozco con mucha pompa. Del resentimiento aplicado a nuestro pueblo, resalta ese enanismo cultural de ciertos intelectuales nuestros cuando al hablar de la elegancia de la encumbrada pareja de doña Isabel Álamo Ibarra con don Diógenes dice que era "tan elaborada que parecían una pareja real de la Europa del Norte y no un matrimonio republicano de estas pobres tierras tropicales", cursi, ¡coño! Agrega diciendo sobre doña Isabel: "…una extraordinaria anfitriona. Imagínese: caraqueña, mantuana y educada por monjas francesas. Era tan fina que si la finura no hubiera existido ella la hubiera inventado". Eso se llama ser un gran escritor de la clase que se quemó por los dos cabos y resume el espíritu más alto de los valores de AD y COPEI. No se diga del orgullo maníaco conque don Diógenes amaba el vino de Riscal, de modo, que allá en EE UU, tenía una bodega abarrotada de varias añadas con este licor. El gancho mejor elaborado de Escalante para conquistar amistades era sorprenderlos invitándolos a tomar vino de Riscal. Y fue por ahí, por donde se le metió en 1936 al senador Harry (El Sucio) Truman.
  16. Siendo diplomático en el Reino Unido, don Diógenes se explayaba ante los británicos explicando los meollos prepotentes y napoleónicos de sus gobernantes, sobre todo de Cipriano Castro, "un megalómano que creía que Venezuela era un actor internacional importante que podía tratarse de tú a tú con las grandes potencias del mundo e influir en el destino de la humanidad. A fuerza de creer esto nos metió en un conflicto armado contra Alemania e Inglaterra, juntas, algo que en la historia moderna sólo Napoleón Bonaparte había conseguido".
  17. Lo sorprendente de cuanto aquí venimos reseñando es el hecho de que el historiador, periodista y expresidente de Venezuela, doctor don Ramón J. Velásquez, estaba en un todo de acuerdo con los puntos de vistas expresados en este libro por don Francisco Suniaga. Este canalla de Diógenes Escalante, porque no hay otra manera de llamarlo, le refería al lord inglés John Ashworth (según Suniaga) que bajo Gómez se vivía "una atmósfera de terror, de miedo solapado, que poco a poco, con la obsecuencia de muchos, se va construyendo en los regímenes dictatoriales y termina por ahogar cualquier expresión de libertad…", y lo decía este señor uno de sus amanuenses más apegado a su gobierno, embajador de don Bisonte Gómez en el Reino Unido. Cual enano de las más largas trenzas que hayamos tenido, le confesaba con gran pompa don Diógenes al lord inglés John Ashworth de que había llegado a la triste conclusión "de que la política en Venezuela, desde Bolívar hasta el presente, era la resultante de una mala praxis continuada de la viveza criolla, de esa que tanto nos jactamos, que formaba parte de nuestra condición humana". Pero siendo de la clase de los "YO NO FUI", don Diógenes saltaba y decía: "No niego mi responsabilidad: fui un servidor de la dictadura. Procuré, eso sí (qué chévere), mantenerme distante, y no sólo geográficamente, de quienes hicieron de la adulación una norma de conducta (no había peor jalabolas a la distancia que él, que don Diógenes)… tengo pruebas que el general Gómez se inclinaba siempre a hacer el bien y que los responsables de las persecuciones y los encarcelamientos eran otros…". Este súper acomplejado, de los más vivarachos que ha conocido nuestra historia, comprando mansiones en Londres, París, Washington y el Estado de la Florida, que reunía a familiares y amigos en los más lujos hoteles de Nueva York durante quince días dos veces al año, era, pues, ni nada más ni nada menos el que vendría a salvarnos de la barbarie, de nuestra ingénita condición de vivos y de muertos de hambre.
  18. La filosofía salvadora la explicaba don Diógenes en dos platos: "Nuestra viabilidad dependerá de cuántos empresarios tipo Eugenio Mendoza puedan surgir en el corto plazo. Necesitamos por lo menos uno por cada estado y por cada territorio federal. Ese es uno de los planes que me propongo ejecutar si acepto la Presidencia, disponer de la renta petrolera para crear una crear una clase empresarial fuerte, entrenada en hacer negocios y dispuesta a general riqueza… que se hagan ricos no será ningún problema para mí", exactamente lo que harían Pérez Jiménez, y luego durante todo el Puntofijismo.
  19. Así como al tal lord inglés John Ashworth le refería lloroso todos sus complejos de inferioridad por ser un mulato tropical con entronques indios y negros, le confesaba al sucio Harry Truman que en la historia de Venezuela no había una Carta Magna sino una sucesión de contratos de adhesión escritos por los caudillos de turno…", y que por eso era lógico que los venezolanos recurrieran a un tipo como él, como Diógenes Escalante quien tenía diez años en Washington, que había estado en el exterior veintitrés años, para que con toda su sabiondez se encargara de la presidencia de Venezuela. "Pero que así y todo él estaba dispuesto a superar la ordalía de hacer política civilizada en medio de la barbarie". Truman y que le dijo: "Estados Unidos y el gobierno que presido están muy felices de que tú vayas a ser el presidente en los próximos años y vas contar con nuestro apoyo… te confieso que en lo personal detesto a los militares pero uno no escoge a sus aliados y, por lo demás no estoy aquí para seguir mis gustos personales sino para defender los intereses de mi país… En nuestro hemisferio es fundamental mantener alejada la posibilidad de una penetración marxista y para eso los gobiernos militares son los mejores aliados… Lo último que desearíamos sería democracias con elecciones abiertas donde participen los comunistas".
  20. Lo más patético de toda esa avalancha de cursilería que recoge Suniaga, es cuando el Sucio Harry le dice: "… es una gran suerte que tú vayas a ser el presidente de Venezuela. Gente como tú, Diógenes, es la que necesitamos en estos tiempos difíciles, gente amiga de los Estados Unidos, que nos señales LOS ERRORES CON SINCERIDAD y esté dispuesta a sentarse con nosotros a buscar soluciones comunes a los males del hemisferio".
  21. Ese tipo de gente, tal cual Truman la quería en América Latina para "ayudarnos", muy bien pudo haberle conseguido a través de Betancourt, Gallegos, Pérez Jiménez y todos los que ejercieron durante la era del Puntofijimo, pero ahí está la realidad: nada ganó Venezuela siendo aliada de EE UU. Creció la pobreza abismalmente, la inseguridad, el relajo administrativo, la corrupción, el robo descarado de nuestro hierro y petróleo. ¿De qué carajo, entonces, valió ser aliado de los gringos? ¿Qué sacamos de ello?
  22. Pero el complejo y el racismo de este señor Escalante no podía más miserable, de la misma escuela de Laureano Vallenilla Lanz, decía: "Nuestra noción de lo que debe ser el Gobierno y el trabajo nace con un pecado original. Los caribes, los primeros invasores de lo que hoy es Venezuela, eran recolectores: tribus guerreras que habían conquistado el territorio y exterminado a los antiguos aborígenes esgrimiendo una consigna ana Karina rote, sólo nosotros somos gentes, digna de Hitler… ni el Gobierno ni el trabajo tienen en nuestro país orígenes nobles".
  23. Sobre Bolívar, don Diógenes tiene los conceptos más elementales y tontos, con un sentimiento de abandono absoluto ante el poder de los colonizadores españoles. Ante estos vesánicos asesinos su cerviz es descomunal. Es el tipo de argumento que uno ha escuchado en bares y esquinas, en las romerías adecas. Pone Suniaga en boca de don Diógenes: "-Bolívar fue nuestro primer impaciente. Siempre creí que se equivocó en eso de que habían pasado y debían bastar trescientos años de calma. Qué va, Bolívar, nos hacían falta por lo menos unos cien años más… Esta impaciencia nos costó la mitad de ñla población, la mitad de las cabezas de ganado y más de la mitad de las tierras cultivables…". Y con el mismo sentimiento del canalla de Francisco de Paula Santander, agrega: "-… como si no bastara la guerra aquí, los líderes de la independencia llevaron a los venezolanos a pelearla hasta el Perú".
  24. Para completar añade esta insólita estupidez Suniaga o Escalante: "Si la guerra contra España en América era inevitable, pudimos habernos quedado tranquilos y permitir que los virreinatos llevaran el peso de ese esfuerzo bélico. En fin de cuentas, nosotros no éramos una colonia importante sino una pobre Capitanía General, y, de tontos, por nuestra prisa, nos echamos el muerto encima". Según la filosofía de este deprimente personaje o del propio Suniaga, ¿para qué carajo entonces iba a venir don Diógenes a salvar a Venezuela en 1944, si para él los colonizadores españoles debieron haberse quedado en nuestras tierras hasta mediados del siglo XX y más allá? No he leído cosas más mediocres y absurdas, y de seguro que le metieron por el pecho unos cuantos premios literarios.
  25. Lo más seguro fue, igualmente, que don Ramón J. Velásquez aprobó esta bazofia de historieta en aquellos esfuerzos ditirámbicos por dar a conocer nuestra "historia", una historia ridículamente falseada. Tengo muchos más elementos sobre las barbaridades que escribió en este señor Suniaga, pero realmente resulta agobiante el tener que seguir comentarlos.

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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