Hoy es primero de junio, ciertamente se fue Mayo, se fue el mes de reciclar la basura, pero para poder reciclar los residuos sólidos del pasado, primero debemos aprender a reciclar la mundana mentalidad humana del presente, para convertirla en un nuevo pensamiento ecológico que tenga como mejor futuro: la conciencia ambiental.
Sabemos que reciclar significa someter materiales usados o desperdicios, a un proceso de transformación o aprovechamiento, para que puedan ser utilizados nuevamente, en aras de evitar la acumulación tóxica de residuos en la Tierra.
Solo Dios conoce la tonelada de basura que hay dentro de mi cabeza, porque yo me levanto cada mañana esperando un mejor mañana, pero con tan solo despertar, percibo que nada tengo y que simplemente soy un pedazo de basura.
Yo siento que dentro de mi espíritu, hay guerra, hay rabia, hay llanto, y aunque llevo quince años escribiendo palabras ecológicas, para reciclar la amargura del pasado y para reconciliarme con la paz de la Madre Tierra, la verdad es que me sigo sintiendo como un desperdicio, como residuo sólido, como basura mundana.
Un acontecimiento realmente perverso, tuvo que haberme ocurrido en la infancia, porque aunque mucha gente no se explica cómo el perico teniendo un hueco debajo del pico puede comer, pues yo no me explico cómo es posible que no tenga paz en mi sucia vida, si he dedicado mi vida a comunicar el valor de la paz.
Uno puede ser testigo ocular de la guerra, y después cantar las mañanitas del Rey David a las muchachas bonitas, pero cuando eres el protagonista de la guerra, no sabes si mañana habrá música para cantar, ni vida para vivir, ni ojos para llorar.
Las inolvidables noches domingueras de mi infancia. Puedo pero no quiero olvidarlas, porque si las olvido, me quedo sin prosa para proseguir, pero si las recuerdo, me quedo preso en las inolvidables noches domingueras de mi infancia.
Y allá estaba yo, un niño de siete años escondido detrás del televisor de la sala de mi casa, esperando que terminara el programa Primer Plano de Radio Caracas Televisión, esperando que mi papá terminara de ver la politizada entrevista casi en la medianoche dominguera, esperando mi último intento para volver a prender la videoconsola Nintendo, y para jugar juegos que nunca fueron juegos, que nunca fueron infantiles, que nunca fueron divertidos.
Uno de los famosos videojuegos de la Nintendo Entertainment System (NES), que yo siempre jugaba en mi recordada infancia venezolana, se llamaba Bomberman, que en el idioma español se traduce como: Bombardero.
Según el artículo de Bomberman publicado en Wikipedia.org, podemos leer:
"El personaje Bomberman es un hombre (un robot en la versión para NES), que debe atravesar un laberinto al tiempo que evita a diversos enemigos. Las puertas que conducen a otras salas del laberinto se encuentran bajo rocas que Bomberman debe destruir con bombas. Hay objetos que pueden ayudar a mejorar las bombas de Bomberman, como la habilidad de fuego, que mejora el alcance de las explosiones de las bombas. Bomberman se vuelve humano cuando escapa y llega a la superficie. Cada partida tiene 50 niveles distintos".
Pero lo que no describe ese artículo de Wikipedia sobre Bomberman, es una terrible fase especial del videojuego llamada "Bonus Stage" o etapa extra, que estaba disponible para ser jugada, después de superar 10 etapas del videojuego.
En la mencionada fase Bonus del videojuego, Bomberman literalmente se convertía por unos segundos en un Hombre Bomba, pues luego de poner muchas bombas en el suelo del laberinto, el jugador tenía que presionar repetidamente el botón de ataque del control de la Nintendo, para que Bomberman convertido en una gran implosión ardiendo en llamas de fuego, asesinara a más enemigos debido al destructivo gran alcance de sus bombas, lo cual era muy bueno y muy adictivo, ya que el jugador ganaba más puntos mientras mataba a más enemigos.
Después de la violenta medianoche dominguera, llegaba la violencia académica del soleado lunes, porque Carlitos asistía al colegio Juan Bosco y aunque por afuera sacaba 20 en todo, por adentro, Carlitos estaba emocionalmente confundido y resentido, por culpa de la ardiente fase Bonus de Bomberman, que seguía violentando mi taciturno cerebro, y sin darme cuenta, yo empecé a vivir una confusa doble vida en secreto, en la que veía fuego y escuchaba viles voces.
Creo que esa fase Bonus de Bomberman, fue la primera gran perturbación mental de mi vida, tal vez me generó un trauma tecnológico, pero sigo recordando esa terrible experiencia, y por eso hoy necesito reciclar las bombas de mi infancia.
¡Qué horrible! Visualmente, era tan chocante ver a Bomberman caminando a través de la pantalla del televisor, como un loco prendido en fuego y matando a sus enemigos, mientras el videojuego acrecentaba el efecto dramático de la matanza virtual de la pantalla, ralentizando la ardiente acción de Bomberman en el laberinto, para que el jugador pudiera "disfrutar" mucho más de la fase Bonus.
Y además, la vertiginosa y pegajosa música de la fase Bonus de Bomberman, te hacía sentir ansioso y desesperado por asesinar a todas las criaturas enemigas, y estoy seguro que cualquier persona que jugó esa fase Bonus, me dará la razón.
No solo para un niño venezolano de siete años, sino que hasta para cualquier adulto hispano, jugar la fase Bonus del videojuego Bomberman resultaba una experiencia mentalmente perturbadora, viendo al Bombardero convertido en una ardiente máquina de explosiones dentro de un laberinto, donde las llamas de las bombas no se detenían, donde el macabro sonido de las bombas que explotaban tampoco se detenía, y donde el espectáculo epiléptico terminaba enfermando al jugador, quien realmente ya no era jugador, sino víctima del caos.
Todo el videojuego era muy colorido, muy rojito, muy verdecito, con un poco de humor negro, con un poquito de humor rosa, toda la acción aparentaba ser muy infantil, pero la verdad, es que estábamos presos en la guerra sin cuartel.
Cuando pienso en las inolvidables noches domingueras de mi infancia, siempre recuerdo la violenta locura gráfica de la fase Bonus del juego Bomberman, por eso necesito reciclar el pasado, para perdonar mi presente, y anhelar el futuro.
Uno creaba la violencia de la fase Bonus, porque Bomberman no estaba obligado a convertirse en una loca implosión de fuego, porque tal vez uno podía simplemente quedarse parado sin hacer nada malo, sin presionar el botón de ataque con el dedo, sin poner una bomba encima del suelo del laberinto, sin usar la violencia para ganar puntos, porque tal vez uno podía esperar que pasaran los 30 trepidantes segundos de la fase Bonus, sin reaccionar, sin herir, sin matar.
Pero el videojuego te invitaba y te obligaba implícita y explícitamente, a pensar en ejercitar la violencia para conseguir el éxito en el videojuego, por eso era una fase especial, una fase única, una fase que había que aprovechar para ganar más puntos mediante el veloz asesinato, porque quién podría ser tan tonto para quedarse quieto y en paz, durante los 30 especiales segundos de posible bonanza.
La fase Bonus era un regalo, una oportunidad de premio dada al jugador que avanzó y superó 10 etapas del juego, siendo un violento incentivo para que Bomberman, asesinara más fácilmente a todos sus enemigos dentro del laberinto.
¡Cuánta crueldad audiovisual! Un niño de siete años en una medianoche dominguera, viendo tanta violencia virtual en la pantalla de un televisor, que todavía yo siento que se estremece y tiembla cuando recuerda toda la violencia que vio, que sintió, que consintió, y que seguramente como yo, tampoco olvidó.
Hay algo muy sucio dentro del Ser Humano. En su mente, en su corazón, en su espíritu. Hay algo muy perverso dentro del Ser Humano. Un deseo de hacer el mal. Hay algo muy sucio y hay algo muy perverso dentro del Ser Humano.
Yo no puedo pensar qué hay de malo en usted, pero sí puedo pensar qué hay de malo dentro de mí, y puedo afirmar que es como un pecado original, como una innata suciedad, como una necesidad natural de hacer cosas malas en la vida.
Yo no esperaba la muerte de mi padre el domingo por la noche, pero sí esperaba que mi padre apagara el televisor y se fuera a dormir el domingo por la noche, porque yo respetuosamente esperaba la paterna lejanía de mi padre, para prender otra vez el televisor, para prender otra vez la videoconsola Nintendo, y para asesinar a los enemigos de siempre, con las grandes bombas de Bomberman.
Bomberman me convirtió en un psicópata, y sigo sin estar preso en la cárcel.
Mis papás me amaron mucho, yo tuve a los mejores padres del Mundo. Mi mamá y mi papá me colmaron de bendiciones espirituales, materiales e intelectuales, porque yo nací como fruto del amor de mis padres, y ellos me amaron mucho.
El gran problema es que mis papás no conocían la fase Bonus de Bomberman, porque a finales de la década de los ochenta y a principios de la década de 1990, estaba muy de moda en Venezuela las videoconsolas de Nintendo, que eran vistas como aparatos electrónicos infantiles para la sana recreación de los niños, y por eso los padres venezolanos de clase media y de clase alta, no dudaban en comprarles a sus hijos las famosas videoconsolas de Nintendo, por lo que los padres confiaban en la nueva tendencia tecnológica de aquel entonces, y ellos desconocían si realmente aquellos videojuegos eran contenidos inofensivos.
En la presentación del videojuego Bomberman para la videoconsola Nintendo, no se advertía que era un juego para mayores de 18 años, no se advertía de los posibles ataques epilépticos generados por la violenta fase Bonus, y no se advertía del daño a la salud mental que sufriría el joven, porque en aquellos tiempos jugar a la guerra en la pantalla de un televisor, simplemente se consideraba como un juego de niños, y se pensaba que apagando el televisor se apagaba la guerra, se apagaba el desorden, se apagaba el fuego que consumía.
Hay una palabra muy conocida en el occidente venezolano, que se llama "arrechera", y yo debo reconocer que la fase Bonus del videojuego Bomberman, hizo que un niño de siete años empezara a sentir mucha arrechera en su vida.
Ahora que soy adulto, quiero reciclar las bombas de la guerra de mi infancia, para encontrar la paz y el amor, pero no encuentro a nadie que quiera reciclar la guerra conmigo, y entre tanta soledad existencial, me voy apagando en la noche como un televisor viejo que nadie prende, que nadie recuerda, que nadie amó.
Es difícil reciclar las bombas del pasado, cuando en el presente seguimos produciendo bombas que todos compran, pero que nadie se dispone a reciclarlas.
Todos se acuerdan de la guerra entre Rusia y Ucrania, pero nadie se acuerda de la fase Bonus de Bomberman, y es que la simiente del Ser Humano está podrida, está viciada, está ensangrentada, y no hay vía pacífica para escapar del laberinto.
El Ser Humano perdió el don de la sensibilidad, cuando tiró la primera piedra e intentó esconder la mano, porque mucho tiempo antes de la violencia del Hombre Bomba, hubo un árbol en el Edén, hubo una tentadora manzana, hubo una astuta serpiente, hubo una rebelde mujer, hubo una mordida, y hubo un amargo pecado.
Un pecado del cual nació el Bombardero, nació la guerra, y nació la muerte.
Si en vez de jugar con el Bomberman de la Nintendo, yo hubiera leído la Santa Biblia de Dios, mi infancia hubiera sido muy distinta, mi presente sería muy distinto, y tal vez no estaría llorando por un incierto futuro lleno de amargura.
Sigo siendo un psicópata, y sigo sin estar preso en la cárcel.
Quisiera reciclarme, pero estoy muy sucio para ser reciclado. Quisiera reutilizarme, pero estoy muy cansado para ser reutilizado. Quisiera suicidarme, pero estoy muy sucio y estoy muy cansado para suicidarme.
Ojalá y las bombas de la guerra se transformaran en bambalinas de la paz, pero por desgracia, es imposible que la guerra del Mundo toque el corazón de Jesús.
La minoría de la gente recicla la basura, cuya buena decisión simboliza la conciencia ecológica del ciudadano, pero la mayoría de la gente no recicla la basura, cuya mala decisión simboliza la indiferencia ecológica de Bomberman.
Por una sociedad venezolana llena de niños alegres y saludables, aprendamos hoy a reciclar la basura de nuestras calles, de nuestros hogares y de nuestro país.