El Partido Comunista ha venido sufriendo tantos desgarros, modificaciones de su verdadera doctrina, que hoy por ejemplo en Venezuela aparece muy desfigurado en comparación al que conocimos entre 1958 y 1963. Quien esto escribe perteneció a la agrupación de los Pioneros Rojos de San Juan de Los Morros, que tenía un himno que era una parodia del de la Federación. En esos tiempos, recuerdo como ardorosos comunistas con los que participé en muchas luchas, al entrañable amigo y poeta Ángel Eduardo Acevedo, también a Simón García “Puyuta”, ex ministro de Caldera, al “mocho Celestino” (quien iría en una comisión a México para traer a Lázaro Cárdenas); por supuesto, eran también decididos miembros del JCV, mis hermanos Argenis y Adolfo. En plena campaña electoral en 1958, visitó San Juan de Los Morros el doctor Gustavo Machado, y luego de su intervención me correspondió hablar en un mitin realizado en la Plaza de Los Samanes. Fueron tiempos en que todos los liceístas comunistas llevábamos bajo el brazo un libro de Marx, de Mao, Stalin, Trostky, Bujarín, Gorka, Plejanov o Lenin. Luego vinieron los años de la guerrilla, la época de la violencia impuesta por los esbirros de Betancourt seguida de los asesinatos del gobierno de Leoni. Al llegar Caldera al poder se produjo la mayor y más cruenta desintegración de la izquierda, porque este Presidente con el cuento de la Pacificación becó y les dio cargos a todos los llamados veteranos dirigentes de la izquierda. De aquí en adelante el destrozo de los hígados en las barras de los bares de Sabana Grande se hizo legendaria. Se fundó aquella mariquera llamada la República del Este (en la cual muchos de los tragos iban por cuenta de banqueros como Pedro Tinoco). Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez se fugan del San Carlos para cuadrar esa Pacificación, previa reunión con Gonzalo Barrios y Carlos Andrés Pérez; de allí saldría el acuerdo para fundar el MAS. El PCV dejaría de tener la figuración aquella poderosa en liceos y universidades, en los barrios, en los sindicatos. El 20 de febrero de 1975, The New York Times recoge un informe de la CIA según el cual esta Agencia le había hecho pagos al señor Carlos Andrés Pérez cuando se desempeñó como ministro de Relaciones Interiores bajo el gobierno de Rómulo Betancourt. Más tarde el mismo The New York Times, el 1º de marzo de 1977, recoge declaraciones del señor David Phillips, Comisionado de la CIA para la vigilancia y control en el Caribe y Venezuela, en las que confiesa ante el Congreso de EE UU que efectivamente sí se le habían hecho pagos al Ministro de Relaciones Interiores, CAP. La CIA le daba a este ministerio 500 mil dólares mensuales para el sostenimiento de la antiguerrilla. Esta nota del Times estaba firmada por el jefe de redacción de este periódico. Qué tal ¡insólito, coño! que ante aquellas denuncias el PCV saliera en defensa de CAP[1]. Desde entonces comprendí que el PCV era igual que cualquier partiducho de los tantos que abrumaban al país. Yo seguí siendo comunista, pero sin partido.
Con la llegada de Chávez al escenario político, el PCV continuó apagado, aunque recibió un gran empuje con la posición revolucionaria antiimperialista de nuestro Comandante. En todas las elecciones le he dado mi voto. Pero uno no acaba por ver un verdadero luchador comunista, por lo menos entre los que llegaron a la AN. Una anonidez espantosa parece yacer en ese partido sin punch, sin eco, cuando muy bien podría ser la vanguardia en las ideas y en la lucha en medio de los planteamientos sobre el socialismo del siglo XXI. Y pese a todo esto, ahora no quieren y que perder, según su presidente Jerónimo Carrera Damas, la condición de partido de la clase obrera; su respetabilidad en el plano moral de lo que es la característica del comunismo en Venezuela y condición de partido internacionalista. Todo eso se mantendría haciéndose realidad con los hechos y no con meras palabras. ¿Es que se podría perder todo eso luchando honesta y decididamente al lado del pueblo y al lado del comandante Chávez? Es increíble el tiempo que estamos perdiendo en estas discusiones bizantinas.
[1] Para los que quieran investigar al respecto pueden ver entre otras referencias el libro “Los venenos del poder”, de Juan Carlos Zapata, Alfadil Ediciones, Caracas, 1993, pág. 71.
jrodri@ula.ve