La muerte de la esperanza

Cualquier proyecto social debe comenzar con la identificación del problema, seguidamente se deben formular los objetivos para solucionar las adversidades que afectan a una comunidad. Estos propósitos, en términos políticos, constituyen los anhelos de millones de personas, quienes depositan la confianza en un líder, quien se convertirá en gobernante en una justa electoral una vez que, llegado al gobierno, cumpla con los prometido a los electores. Es decir, aquellos objetivos que debió formular un candidato constituyen las esperanzas de una población que desean tener una vida digna, libre de las angustias con la que generación tras generación han sufrido y sufren sin ver cumplidas sus expectativas.

Para la mayoría de la población los objetivos que debería tener un plan de trabajo de un partido que aspira a gobernar no son desconocidos por los políticos: crear fuentes de trabajo junto con la empresa privada; pagar a los obreros y funcionarios salarios justos que les permita a los trabajadores adquirir los rubros fundamentales para una vida digna: alimentos, medicinas y recreación; formular planes masificados de vivienda que coadyuven a resolver el problema del techo a millones de familias; construir escuelas y hospitales para solventar los problemas de educación y salud; elaborar planes educativos que contribuyan a formar estudiantes para que al final de sus estudios estén preparados para desempeñar un trabajo; planificar ciudades con un buen concepto urbanístico para que sus habitantes perciban los servicios más elementales; estimular la formación de profesionales para que participen en el desarrollo del país, cónsono con los avances de la tecnología; crear un sistema de seguridad social que consolide una vida digna al trabajador jubilado. No creo que tales objetivos sean difíciles de alcanzar siempre y cuando, una vez que los políticos lleguen al gobierno puedan, sepan y deban utilizar con honradez las finanzas públicas al servicio de la población.

Como se lee en el párrafo anterior, tales objetivos no son más que la esperanzas de los electores, que por lo general los candidatos lo anuncian en sus discursos, pero una vez que alcanzan el poder tales propósitos se convierten en lamentables mentiras. Desde hace siglos los aspirantes a gobernar utilizan idénticas arengas demagógicas y una vez que llegan al poder se repite y se obtiene los mismo resultados, es decir: las componendas entre grupos; la alianza de los gobernantes con poderosos empresarios y se olvidan de las promesas ofrecidas a los electores; una inflación recurrente; casos de corrupción, que por lo general quedan impunes; conformación de grandes fortunas en manos de funcionarios quienes llegaron al poder casi arruinados; alianzas económicas con gobiernos foráneos para esquilmar las riquezas naturales del país; proliferación de discursos vacíos para justificar el incumplimiento de los objetivos planteados durante la campaña electoral; incapacidad de funcionarios quienes llegan a los ministerios o altos cargos simplemente por la militancia en el partido o por amiguismo; exhibición, por tales funcionarios, de los íconos de la riqueza, como por ejemplo: autos lujosos, casas ostentosas, cuentas bancarias en bancos extranjeros, cenas en restaurantes lujosos, viajes de vacaciones alrededor del mundo, joyas en los dedos, en las muñecas, cuello, orejas o en cualquier lugar donde se pueda colgar una alhaja de gran valor. Si se revisa en el ámbito mundial los problemas que atraviesa la humanidad se notará que no difieren uno de otro y esto tiene una razón, pareciera que los gobernantes de muchos de los países se comportan como verdaderos mafiosos.

Sin embargo la historia nos enseña muchas cosas, a pesar de que esta la escriben los ganadores algunos de los hechos son difíciles de ocultar. Se le puede mentir a un pueblo una vez, dos veces, hasta tres, pero no se le puede mentir durante toda la vida. Llega el momento, cuando la esperanza de los pueblos se muere, es en ese momento cuando surgen inopinadas soluciones violentas, es el caso de las independencias de las naciones, el fin del colonialismo, la Revolución Francesa, la Revolución Rusa, la Revolución China, al revolución cubana, la Guerra de Vietnam, entre tantas cruentas acciones que surgieron porque los pueblos se cansaron de los reiterados engaños de los gobernantes. Aquellos anhelos de los electores, aquellas esperanzas de ver resueltos sus problemas, en boca de los gobernantes se convirtieron en viles mentiras. Es cierto, las personas se pueden mantener engañadas por muchos años, como en el caso de las religiones, pero cuando un Dios ya no le sirve se inventa otro y las imágenes del primero se convierten en estatuas adornadas con la catinga de las aves que tomaron la escultura de la deidad como cagadero público. Eso mismo sucederá con los gobernantes ineptos y embusteros, estos pasarán a la basura de la historia, olvidados por el pueblo, solo recordado en una lápida con un epitafio zalamero algo borroso, pero sin un céntimo de lo que le robó al pueblo.

Lo que se está viviendo el mundo es parte de los expresado anteriormente, las guerras de Afganistán, de Siria, Yemen, la eterna guerra de Palestina, la guerra de Etiopía, de Birmania, la somalí, la guerra contra el narco tráfico en México, el conflicto de Irak, entre tantas, son consecuencias de negocios, de aquellos indignos gobernantes que se comprometieron con los electores y con el mundo a contribuir con la paz y al final, se convirtieron en propiciadores de conflictos en diversas zonas del planeta. Y esto tiene una sola razón, la guerra es un buen negocio y por esto, no importa acabar con poblaciones enteras y asesinar miles de personas. A dichos impíos gobernantes no le concierne que su administración le compre armas a la empresa privada para venderlas a otro país, como en el caso de EEUU. Tampoco les importa que el gobierno desatienda los problemas de los contribuyentes para hacer negocio con las vendedoras de los artilugios de la muerte. Aquellos ofrecimientos de la campaña electoral de Biden se quedaron en el olvido, la paz se volvió una quimera, los 40 millones de pobres de USA que esperen y la guerra se hizo una realidad.

No existe la guerra Rusia-Ucrania, el verdadero conflicto es el de EEUU, la UE y Ucrania contra Rusia, una especie de todos contra Rusia que puede convertirse en la Tercera Guerra Mundial. No porque a EEUU y a la UE le interese un bledo lo que le suceda a Ucrania, no, lo que está en juego es el negocio del combustible, ya que el gobierno deshumanizado de EEUU es el responsable del bombardeo del gasoducto Nord Stream para quedarse con el monopolio de la venta de gas licuado hacia Europa, además, del buen negocio de la venta de armas, así mimo, de las bondades de la reconstrucción de Ucrania, una vez finalizado en conflicto. Dichas obras quedarán en manos de las empresas estadounidenses y de la de la UE. A los presidentes, reyes y primeros ministros de la UE les importa un carajo la inflación de sus habitantes por el aumento del combustible, tampoco les incumbe que estos sufran el frío invernal por el aumento del gas, mucho menos el padecimiento de los pueblos, lo importante es cumplir con los mandatos del Departamento de Estado de USA porque quizás, para ayudar a Europa, el gobierno de EEUU implanten otro plan Marshall. Otro buen negocio para EEUU.

La muerte de la esperanza no solo se presenta en Latinoamérica, también el pueblo de USA tiene presente que ni los republicanos ni los demócratas se abocan a resolver los múltiples problemas de los estadounidenses. Del mismo modo, los europeos perdieron la confianza en los partidos conservadores, también en los mal llamado socialistas y de igual manera, de los partidos de la derecha que parecen surgir entre los electores fascistas.

Hay un aforismo que reza que "la esperanza es lo último que se pierde" y por lo que se ve ya los pueblos perdieron la fe en sus líderes y en las doctrinas, ya no creen en el discurso demagógico y tampoco creen en la democracia representativa que no representa al pueblo. Este ya no tienen norte, no existe una doctrina que les de aliciente y tampoco la religión es un incentivo, por tal motivo, a pesar de todo los pueblos seguirán luchando, quizás por esto la escritora Christina Baldwin sentenció: "La desesperación es la posibilidad de luchar contra el fuego y prevalecer". Lee que algo queda.

Enoc Sánchez



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