Vivimos un período de tensa calma. A pesar de las conquistas de cambio y justamente por causa de las sucesivas victorias bolivarianas, la conspiración avanza subestimada y a paso acelerado. Al menos desde tres fuentes, se teje la desembocadura de algo grande en contra del inédito proceso.
Siempre en primer lugar, el imperio. Todos los argumentos centrados en la grave crisis que experimenta el gigante, solo vienen a corroborar la magnitud del peligro que acecha a Venezuela. El oso herido pierde la guerra en Irak y Afganistán, con Irán lo piensa dos veces. No ha podido “reponer” el petróleo que a México se le agota; dígame entonces ¿qué está más cerca de la garra al águila?
Recordemos como secuestraron y sacaron al presidente Aristide de su propio país. Como compraron al gobernador local para arrebatarle Panamá a Colombia, para quienes vean en la carencia de legalidad un obstáculo insalvable para el ogro devorador del combustible fósil. Por cierto, habrá que revisar el supuesto fracaso del Plan Colombia, por lo que yo sé, ya tienen un gobernador en nuestro país, excelente anfitrión de los paracos y muy ganado a cualquier cochinada. En todo caso, sobran antipatriotas dispuestos a formar el gobierno títere que calme la sed de petróleo en las entrañas del monstruo. Con un MacDonalds en cada esquina, no podía ser de otra manera.
En segundo lugar está la oposición. Cuando se es antidemocrático, deshonesto y carente de principios como nuestra disidencia, poco importa estar políticamente derrotado. Conservan el poder económico para sabotear la producción, almacenamiento y distribución de productos básicos y lo seguirán haciendo mientras el Estado siga titubeando en nacionalizar por causa de utilidad social y pública, todo lo que tenga que ver con la vital cadena alimentaria.
Por último y no por ello menos relevante, tenemos la nutrida quinta columna de incapaces y oportunistas que frenan desde el gobierno un avance real de la reivindicación popular. Si no se da respuesta efectiva a este drama, corremos el riesgo de perder lo mucho que se ha logrado; los consejos comunales y Chávez no pueden con todo.
Después del Aló Presidente del domingo, Carrizales, Diosdado, Pepe Rangel y los presidentes de tantos clones estériles del INAVI ya deberían estar despedidos o haber renunciado. Una vez conquistado el poder, toca gobernar. El que falla una misión traiciona la causa y debe ser sustituido en el término de la distancia.
El halcón y sus gavilanes trabajan incansablemente por socavar la llama de la esperanza popular, único obstáculo pendiente para la invasión que antecede al “gobierno de transición” anunciado.
Todos los venezolanos, aunque en diferente medida, militamos en la quinta columna que mora en nuestro ego. Mentalidad, paradigmas y valores de una idiosincrasia inculcada por siglos no pueden ser dominados por decreto, mucho menos de forma individual; se requiere mucha disciplina y esfuerzo colectivo para redibujar con éxito la propia identidad; de allí la importancia de contar con un partido unido y poderoso que radicalice la revolución, es ahora o nunca.
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