Confieso que no tengo claro qué apareció primero sobre la faz de la tierra, si la invención de la rueda o la prostitución como oficio. Entiendo sí, que la prostitución es la venta de sexo o placer sexual con fines de lucro, a cambio de dinero, joyas, bienestar especial, beneficios o prebendas.
También sé que semánticamente no es lo mismo prostituirse que "putear", habida cuenta de la amplia gama de significaciones, en cualquier lengua. Putear, en el habla cotidiana conlleva más una carga peyorativa, aunque siempre tiene que ver con la prostitución.
Sé, igualmente, que tanto la putería como la prostitución en Venezuela son de muy larga data y venían en los galeones españoles, cuyo destino era someter y colonizar por estas tierras.
Simón Bolívar y toda la pléyade de patriotas latinoamericanos y caribeños lograron que las huestes españolas, inglesas, francesas (excepto la portuguesa que abandonó su colonia en Brasil, como producto de un acto amoroso y de genitales de su monarca) abandonasen nuestro suelo americano, pero la prostitución y la putería se quedaron como parte importante de nuestra vida cotidiana y de estas dos, la prostitución y/o la putería, hay anécdotas y relatos históricos muy ricos y variopintos, desde sórdidos, hasta heroicos que harían a cualquiera de nosotros desear ser una buena puta o buen puto, porque esta es otra: aquí, en estos terruños latinoamericanos y caribeños mucho se habla de la prostitución y de la putería, como un estigma contra la mujer, obviando que este oficio y estas prácticas están en hombre y mujeres, diría que por igual, aunque muy simulados y envueltos en silencios tabúes propios de una sociedad hipócrita, de doble, triple y múltiples morales de acuerdo a las conveniencias del más fuerte. Aclaro que en este escrito solo me ocupo de este oficio en el sujeto femenino.
A fin de cuentas, en el acto de la prostitución y de la putería, en general, gravitan el sexo, el poder y el capital.
El sexo en este contexto o práctica prostitutiva, dejó de ser una acto natural para la recreación en parejas o amantes, como también, para refocilarse, como un ejercicio corporal con fines reproductivos o afectivos, hasta 1ue devino en algo dependiente de la principal determinación en las relaciones sociales de producción capitalista: la económica.
A partir de ahí, se puteó el sentido puro del sexo, al convertirse en mercancía. El sexo se hizo negocio con fines de lucro y, por tanto, se convirtió en mercancía. Y quien tiene dinero, tiene todo el poder que pueda comprar y usar a su antojo.
Así, tenemos que en sociedades tan enfermas y con tantas taras, como la venezolana y producto de gobiernos corruptos y forjadores de pobreza colectiva, permiten o son el mejor caldo de cultivo o escenario para la prostitución, puesto que es un negocio muy lucrativo y competitivo, que deja pingües ganancias, frente a la economía improductiva financiera, frente al narcotráfico, venta de armas y oficio de político gobernante de cualquiera de estos países latinoamericanos, en el que Venezuela destaca por la impunidad en el acto de corruptelas político administrativas o de gestión pública.
Así, tenemos que por fortuna aquí en Venezuela hay mujeres hermosas, preciosas, tanto, como lo son las colombianas, entre muchas mujeres de otras regiones latinoamericanas y caribeñas, lo que permite que el mercado de la prostitución venezolana sea internacional.
Lo primero que tenemos que saber de perogrullo es que no puede haber puta fea, aunque quiera dedicarse a estas labores, pues su negocio no sería lucrativo, aunque apenas pueda darle para cubrir necesidades primarias.
En segundo orden, es bueno que todas las putas sepan que, como generalidad, no hay puta vieja y que sea millonaria, ya sea que trabajen en burdeles, sean scorts, damas de compañía, Onlyfans, mantenidas de un sugar daddy, etcétera, salvo ciertas excepciones y no muy contadas, que son la excepción, en algunas putas que se dedican a este oficio de manera velada, con pose de gran dama, como esposas dependientes de lacras sociales (traquetos, malandro de barrio, políticos corruptos -perdónenme el oxímoron- de oficio o funcionarios estadales, esposas de nerds, etc.).
Este tipo de prostitutas veladas, pues se quedan con el nombre de señora autoengañadas y son más agredidas en todo sentido y más víctimas que las putas formales.
Tenemos, además, la otra realidad, como cuarto elemento: en la mayoría de las prostitutas y las que se putean, sus capitales ganados por su venta de sexo, casi siempre van para mantener una familia extensa, o para criar y mantener sola a una bendición que ha parido sin que aparezca un papá en todo el horizonte. También están las muy banales, que gastan su dinero ganado en bisuterías drogas, chulos y consumo masivo.
Pero, la realidad que salta a la vista, detrás de tetas operadas y cuerpo voluptuosos, es que muchas de nuestras mujeres venezolanas han tenido, forzosamente por las circunstancias, que dedicarse a putear de mil maneras, porque no han recibido suficiente educación y capacitación de una profesión u oficio que las emancipe económicamente y, cuando consiguen un trabajo de esclavo, reciben de paga salarios miserables y bonificados, gracias a la política laboral del gobierno de Nicolás Maduro. Aquí se violan todos los derechos constitucionales y laborales de hombres y mujeres. Pero las mujeres son las que llevan la peor parte.
Amén de los miserables trabajos, la mayoría de las mujeres venezolanas son abusadas verbalmente (revisemos los chistes sexuales de mal gusto y los reguetones), son agredidas o abusadas material y sexualmente por sus superiores o contratantes y, para colmo, son abusadas, también, verbalmente, físicamente y hasta son asesinadas por sus parejas (rejuntes, esposos, amantes y parejas ocasionales), con el silencio cómplice de la mayoría de los venezolanos. Y todavía tienen el cinismo de hablar desde el gobierno y desde la academia (universidades , centros de enseñanza e instituciones), dizque de "emancipación y derechos de la mujer".
Todos tenemos que cambiar desde nuestra interioridad y obligar a cambiar conductas y visiones acerca de la mujer en nuestras casas.
Mientras tanto, estas mujeres que están dedicadas a la prostitución formal seguirán en este oficio hasta que cambien las relaciones sociales de producción capitalista o que, dentro del capitalismo (si no hay para más), la mujer tenga sueldos dignos que alcancen para su subsistencia, recreación, sus necesidades y deseos estéticos y para ser madres solteras o con pareja como ellas quieran. ¿Habrá quien, todavía, se pregunte acerca de la diferencia entre putear y prostituirse?